CAPÍTULO OCHO- raspa-raspa y fuegos artificiales.

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08

    La casa de los Beifong era bastante grande, habían algunas amas de llaves que llevaban la comida y otras que dulcemente servían refrescos a los invitados. Habían decorado muy bien el jardín, habían luces coloridas que colgaban de un techo de la residencia hasta otro; porque había más de un techado dentro del terreno. Había una mesa con varias frituras y la música sonaba suave directo de la radio.

    —Insistí en que no pusieran tantas cosas, solo somos cinco —se quejó Toph, moviendo su vaso rojo de refresco en círculos. Ya estaban en preparatoria; ella quería hacer una fiesta con cerveza.

    —Da igual, quedó todo muy genial. Me gusta —le hizo saber Aang con una sonrisa, bebiendo de su refresco con sus manos en sus bolsillos.

    — ¡Y hay mucha comida! —festejó Sokka, pegado a la mesa de alimentos.

    — ¡Sokka, deja de comerte todo! —le regañó su hermana, sentada en una de las sillas plegables que estaban en el jardín.

    Zuko llegó un poco después, se atrasó un poco por no recordar las esquinas para cruzar. Cuando cruzó el cercado, fue recibido por Toph; —Hey, pensé que no vendrías, cara quemada. —le dio un suave golpe en el hombro con una sonrisa y él se rió.

    Una vez Toph le tocó la cara, alegando que quería imaginarse sus facciones. Y se sorprendió mucho cuando sus dedos sintieron lo rugoso de su cicatriz.

    —No me lo perdería. Además todos iban a venir —sonrió Zuko, sintiendo su corazón dando un vuelco cuando Aang se acercó y lo rodeó con su brazo.

    — ¡Hey, de mí no te vas a escapar! ¿Y mi abrazo? —bromeó y Zuko esbozó una sonrisa, apunto de hablar justo cuando Toph pegó un grito para llamar la atención de todos.

    — ¡Callense, esclavos, empezó! —Toph señaló efusivamente la radio, donde anunciaron una canción y Zuko arrugó el ceño.

    — ¿Qué pasa? —le preguntó en un susurro a Aang.

   —Viene nuestra canción, Toph notó que nunca te habíamos hablado de ella y quería que la oyeras. —Aang le contó aquello en un susurro, y eso hizo sonreír a Zuko; se sintió completamente un miembro de ese extraño grupo al que se unió; todo porque Aang lo adoptó.

    »Radio noventa y cuatro se complace de transmitir, ¡Renegades! Disfruten, y no se sientan solos, pioneros —habló el presentador, antes de que comenzaran a sonar unos dulces y lentos acordes. Toph llamó a unos muchachos de la servidumbre y trajeron una caja de fuegos artificiales que ella y Sokka se pusieron a prender.

    Zuko se sorprendió del repentino ambiente tan alegre. Katara cantaba junto a Aang algunas palabras de la canción, mientras Sokka se ponía a bailar con un raspa-raspa en las manos, Toph dibujando círculos que dejaban estelas de luz con dicho objeto de pirotecnia; mientras que Zuko los veía ahí, siendo felices como los renegados que todos eran.

    ¿Qué importaba no ser parte de un gran grupo, qué las personas los vieran como bichos raros en los recesos? Esas risas, mientras sonaba esa canción que todos ahí compartían; valían todo.

  Aang se acercó a él con dos varitas encendidas, tirando destellos preciosos. Y Zuko le sonrió antes de tomar una de ellas, sin esperarse que Aang lo tomara de la mano y lo invitara a bailar; Zuko no sabía hacerlo, y Aang mucho menos, pero se divertían tarareando la letra de la canción, y con las luces bellas de la noche y de la pirotecnia; ese momento parecía mágico.

    Zuko se sintió en casa esa noche. Katara y él bailaron, mientras ella bebía de su refresco y casi se ahogaba con este cuando Sokka empezó a hacer pasos extraños y graciosos, Zuko se rió con ella; fue muy grato para él que ya su relación no fuera tensa. Toph le pateó la rodilla suavemente, señalando a Aang, él muchacho rapado estaba comiendo frituras y viendo brevemente su celular; era probable que estuviera viendo la hora. Zuko sonrió y dejó a Katara bailando con Toph, e invitó a Aang a bailar.

    Cuando la canción llegaba a su clímax, Aang se reía sobre su hombro y él dejaba una de sus manos en la cadera del primer mencionado, riéndose y bailando. Ninguno era especialmente bueno; pero poco importaba.

    No hizo falta una gota de alcohol, todos se divirtieron y el frío de esa noche solo los incitó más a quedarse ahí hasta las cuatro de la madrugada, riéndose y tomando refrescos que seguro se pegarían a sus riñones. Zuko sintió el resto de la noche como sí estuviera pasando un subidón de euforia, se reían de cualquier estupidez; luego de que acabó la canción, todos se sentaron en las sillas plegables y empezaron a hablar de tonterías mientras se tragaban todas las frituras.

     Aang estaba sentado a un lado suyo, se reía de algo que había dicho Sokka. Zuko curvó sus labios en una sonrisa, con las mejillas coloradas, y estiró su brazo para tomar la mano de Aang, este lo miró sorprendido; pero acabaron entrelazando sus dedos taciturnamente. Mientras sus amigos seguían bromeando y riéndose, ellos se integraron a la conversación una vez sus ojos dejaron de conectarse; y sus manos seguían unidas.

    

   

『 Dos renegados enamoradísimos 』ーAvatar: él último maestro aire.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora