Capítulo 4.

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CUANDO EL SOL SE OCULTA.

El primer años dentro de la organización se lo ocultamos a mi madre. En tantos menos supiera, mejor. Hasta que un día la vimos llorar en el jardín. Habíamos llegado antes de la escuela con Petter y no íbamos a tener una reunión hasta más tarde, así que decidimos ir a casa. Y ahí fue cuando la vimos. Vimos a nuestra madre llorar.

-¿Mamá? ¿Que pasó?- Estaba agachada frente a un montículo de tierra, así que por un momento creí que algo les había pasado a nuestros perros.

-¿Qué hacen aquí? ¿Se escaparon del colegio?

-¿Qué? No. ¿Por qué lloras, mamá?

-Lloro porque mis hijos me mienten, me ocultan cosas, se van tardes enteras y no me quieren decir en dónde estuvieron. Lloro porque tengo miedo de que les pase algo. Lloro porque no sé quiénes son mis hijos.

Ese mismo día le tuvimos que explicar todo. Lo entendió. Entendió todo a la perfección.

Esa misma tarde conocimos a Matt. Nos lo presentó mamá. Era el nuevo vecino. Me cayó bien, era flaco, bastante alto, de pómulos bien definidos, nariz lánguida, morocho, con rulo, ojos miel y bastante bien entrenado. Esa misma tarde nos contó que tuvo una hermana, Salomé, pero que los Azules la mataron camino a la universidad, aparentemente una chica que iba a su misma clase era rebelde, y la confundieron con ella, porque era petiza, porque tenía un par de kilos de más, porque era morocha, porque usaba ropa suelta y vieja, porque cumplía con el estereotipo de rebelde que ellos tenían. La mataron por portación de rostro. Pero eso los Azules jamás lo admitirían. Ni siquiera le dejaron dinero. Matt nos contó de la promesa que hizo, que juró vengarse algún día.

Ese día supe dos cosas: Una, que mi madre era una mujer fantática, más de lo que ya sabía hasta entonces; y la otra, que mi camino y el de Matt estarían unidos para siempre.

Dos días después, Matt estaba junto a mi hermano y a mí en Las Calas, comenzando a cumplir aquella promesa alguna vez hecha, de vengar la muerte de su hermana. Dos días después, Matt comenzaba una nueva vida, lo único que conservaba de la anterior eran: una promesa a cumplir, una casa vieja y abandonada heredada de su abuela, y los dos desconocido que lo ayudaron a empezar de cero. Ahora tenía: armas, inteligencia, personas que lo comprendían y compartían historias e ideales, el recuerdo de Salomé más vivo que nunca, y cosas en las que pensar al caer la noche.

Plomo, hierro y venganza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora