Annie 4

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La oscuridad se cernía sobre ella en todas las direcciones, interminablemente vacía. Annie no tenia piernas para corre, o manos para defenderse, o boca para gritar. Solo estaba su conciencia, sola en esa nada con la única compañía de una presencia. Un alma ahora lo tenia claro. Esta era nueva, pero como todas las demás era una luz que a medida que se manifestaba llenaba el lugar con emociones, recuerdos y su identidad en general. No podía verle forma humana, pero podía ver como lucia y quien era.

Annie creía que ya se había acostumbrado, pero nada la preparo o la perturbo tanto como este espíritu. A diferencia de los otros, este si lo conocía y las historias que había escuchado sobre él no se comparaban en nada con lo que se topo en ese momento. Era un chico rubio, no mayor a veinte años, con una cicatriz en un lado de su rostro. Aun sin que se lo dijera el espíritu, sabia de quien se trataba. Constantine Madden. Si bien ese solo hecho le heló la sangre, lo que vino después fue demasiado.   

Las olas de emociones eran muy potentes, la desesperación, desolación, angustia; pero sobre todo ira. Ira hacia sus amigos que le dieron la espalda, ira contra su profesor que lo arruino todo, ira hacia los magos de la asamblea que no comprendían que era su deber, que era necesario; ira en contra de sus seguidores por ser solo fanáticos a los cuales no podía echar porque los necesitaba; ira hacia aquella mujer que se atrevió a robar su cuerpo. Sus gritos no eran mucho mejores "No, no puedes" "¡Soy el enemigo de la muerte!" "Traeré los muertos a la vida" "No por favor, todavía no lo traigo de vuelta" "¡JERICHOOOO!"

Annie despertó con sus gritos retumbando en su cabeza. Le costaba respirar, todavía se sentía incorpórea. Tenia ganas de gritar, pero tenia miedo que la voz que saliera de su boca no fuera la suya. Le tomó unos minutos regular su respiración y dejar de temblar tan estrepitosamente como para poder moverse. La sensación le recordó aquella vez que despertó su magia y comenzó a hiperventilarse de nuevo. No, no debía pensar en ello. Debía hablar con Zein y sacarlo todo.

Bajó de su cama y salio de su habitación sin detenerse a poner las botas. Surco la sala común y toco a su puerta.

-¡Zein!- La desesperación en su voz le hizo rogar que Thyra no la haya escuchado. Tras unos dos segundos de no haber respuesta, volvió a tocar, esta vez, dejando que su temblor guiara el ritmo. Se abrió la puerta.

El chico apareció con su cabello plateado revuelto hacia un lado por la almohada, caminaba lento, como si todavía siguiera dentro de un sueño. Bostezo, se fijo en Annie y sus ojos onix se abrieron de par en par, como si hubieran explotado una burbuja frente a su rostro.

-¿Annie, estas bien?- Su tono de preocupación le hizo sentir peor. Era como todas aquellas veces que sufría de un ataque de pánico. Todas esas veces que sentía que se ahogaba, que no podía respirar, que su corazón explotaría dentro de su pecho, que su cabeza daba vueltas alrededor de una órbita imaginaria.

Antes de que todo eso comenzara entro en la habitación de Zein, este no la detuvo. Se sentó en una esquina y abrazo sus piernas haciendo lo humanamente posible para mantener su respiración bajo control, tenia que mantenerse entera. Zein se acerco lentamente a ella, como si fuera un ciervo asustado y no quisiera ahuyentarlo. Despacio se sentó a su lado sin tocarla, en un silencio solemne y espero.

-Tuve una pesadilla- Dijo finalmente Annie cuando sintió que la caverna no se le vendría encima como una avalancha con el más leve susurro. Zein espero a que añadiera alguna otra cosa, pero no lo hizo.

-¿De qué trataba?- Pregunto mirando perdidamente la pared contraria, evitando el contacto visual con Annie. Ella lo agradecía bastante, así no tendría que mirarlo a los ojos y saber lo que pensaba.

-Estaba en la oscuridad... había alguien y era...- Se le hizo un nudo en la garganta. Aun sin el sueño, el enemigo de la muerte era un nombre difícil de pronunciar; no estaba prohibido, pero era un tabú; al menos para Annie. Además que pensaría Zein de ella si decía haber soñado con él. Se escondió detrás de sus rodillas. -...Era Constantine Madden.

Después de la Torre de oro - fanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora