Capítulo 5 -EDITADO-

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Como era de esperarse, varios conjuntos están esparcidos por la cama siendo analizados una y otra vez ante una muy indecisa Myrna. Volteo, mientras que, por décima vez, muerdo mi labio inferior al mirarme en el espejo. Aunque mi peinado y maquillaje ya están listos; no me siento tan cómoda con el vestido Bianca, la novia de Blair, me prestó.

Ella específicamente indicó que éste sería ideal para una gala, que teniendo en cuenta que nuestros invitados serían sumamente refinados, yo debería de verme a la altura. No es por ser desagradecida, todo lo contrario, es precioso y súper elegante. El problema es que nunca estuve en un evento semejante al de hoy y creo que me veré ridícula me ponga lo que me ponga, ya que nunca he pasado de la ropa de oficina o los estilos cómodos que uso para salir normalmente.

El vestido que llevo es largo y completamente rojo, con el escote halter y un corte en la pierna que le da un toque de sensualidad. Intento convencerme a mí misma de que es el indicado, giro sobre mi eje y paso las manos por este, recorriendo mi figura mientras hago caras raras frente al espejo.

Es que no parezco yo con estas pintas. No sé en qué pensaba cuando le dije a James que sí iba a acompañarlo. Él ya ha estado en fiestas como estas unas mil veces junto a su futura esposa quien, por cierto, si lleva una elegancia natural que emana por los poros. Yo no soy de ese estilo. El evento más formal al que he asistido fue a mi comunión y fue mi madre quien me vistió.

El modelaje y mis pensamientos se ven interrumpidos cuando escucho el timbre sonando. Instantáneamente entro en pánico. Ya no tengo opción. Agarro mi calzado y salgo de la habitación. ¿Es que ya son las ocho? Rápidamente troto hasta la salida mientras intento ponerme uno de los zapatos de tacón. Decido no llevar nada más conmigo, ya que no iba a estar pendiente de si algo me faltaba a la hora de irme. Salgo, aseguro mi puerta, y sin darme vuelta me sostengo de la pared para colocarme el otro par.

- ¿He llegado muy temprano? - espeta una voz aterciopelada a mis espaldas.

Pierdo el equilibrio por el susto y me giro, acomodando un mechón rebelde de mi cabello. Creí que me esperaría en el auto – no señor, perdóneme es que, tuve problemas con mi vestimenta y la hora se me pasó volando - suelto una risa nerviosa cuando lo encuentro mirándome de arriba abajo, por lo que aprovecho para imitarlo. Como que hace mucho calor de repente.

- Bueno, a fin de cuentas, ha valido la pena. Se ve deslumbrante - extiende su mano para que la tome y mantiene una expresión neutral - ¿nos vamos? - mis mejillas imitan el color de mi vestido y asiento en respuesta, entrelazando mi brazo con el suyo.

Me dirige hasta su Lamborghini Diablo, el cual siempre amé, y abre la puerta del acompañante. Me ayuda a subir sosteniendo la tela sobrante de mi falda. Una vez dentro de tremenda máquina contemplo su interior, pareciendo éste recién salido de fábrica y como un extra, lleno de su perfume. Lo veo subirse del lado del conductor, enciende la radio y arranca.

Ninguno de los dos trata de iniciar una conversación, pero tampoco reina un silencio incómodo, gracias a la suave música jazz de la radio. Me dedico a observar por la ventana todo el camino; leyendo carteles, viendo las luces de los otros coches, intentando recordar el número de la emisora de la radio, los nudillos de mi jefe sobre el volante, el reloj con pequeñas piezas de diamante, la corbata bordo con un estampado casi invisible, su cabello perfectamente peinado hacia atrás y sus ojos claros que ahora hacen contacto con los míos, acompañados por una sonrisa juguetona. El auto estaba detenido.

- Señorita Jones, le aseguro que no me olvidé de nada, puede dejar de inspeccionarme. Ya hemos llegado - asegura burlón, para luego bajar y rodear el coche. Necesito que la tierra me trague en este instante. Mi puerta se abre y me ofrece su mano para poder salir.

Me golpeo a mí misma mentalmente y siento mis mejillas sonrojadas. Acepto la oferta y bajo del auto. Los flashes de las cámaras reciben a Henderson y yo agacho la cabeza al sentirme cegada por los mismos. Disimuladamente me oculto detrás suya, pero él lo evita al apoyar su mano sobre mi espalda y ponerme a su lado. No le incomoda que nos vean juntos.

Nos lleva hasta la entrada del salón sin detenerse para las mil entrevistas que le esperaban. Una vez dentro del lugar, los mozos nos reciben con una charola llena de copas de champagne, tal y como estaba previsto. Ambos agarramos una, pero James sólo lo hace por cortesía. Yo, en cambio, necesito alivianarme un poco. Pruebo un poco de la bebida burbujeante y me alegra saber que elegí la correcta.

El salón me dejó anonadada. Las luces a tono, las mesas bien distribuidas y decoradas, los adornos con los colores dorado y negro que representan a nuestra empresa y la orquesta en vivo que acompañaba todo el ambiente, hacían una combinación exquisita. Todo estaba marchando a la perfección y eso hizo que me apacigüe. Todo, menos la mirada de algunos presentes que comenzó a incomodarme. Por inercia me aparto de mi acompañante.

- Imagina que están admirándote en ese maravilloso vestido y si no puedes, sólo ignóralos, disfruta de la fiesta. Y lo más importante- me aconseja el señor Henderson, tomándome por la cintura y susurrándome en el oído – no te separes de mí -.

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