Capítulo 10 -EDITADO-

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Una corriente fría recorre mi espina dorsal, así que agarro las cobijas que estaban desparramadas por toda la cama y las subo hasta cubrirme por completo. Que extraño, todas las noches enciendo la calefacción, porque mis pies siempre se congelan y...

Esperen un minuto. Yo nunca olvidaría algo así.

Los recuerdos de la noche anterior llegan tan rápido a mi mente que provocan el nacimiento de una resaca espantosa. Mis ojos se abren de golpe, pero no tengo el valor suficiente como para destaparme y echar un vistazo. Por supuesto que tengo frío. ¿Cómo no tenerlo si estoy semidesnuda? Semidesnuda y en una cama que no es la mía. En una cama que es la de James Henderson. Pero sin James Henderson a mi lado. Maldita sea.

Tomo coraje y me siento sobre el suave colchón de dos plazas y media. La ropa de mi jefe en el suelo, el cubrecama salido y el olor a sexo que hay en la habitación, me quitan todas las dudas. Si... no fue un sueño. Estoy jodida. Cubro mi rostro con ambas manos para tapar la vergüenza que se apodera de mí.

De repente me distraen las ganas de ir al baño, por lo que escaneo la habitación en busca de mi vestido, pero solo puedo divisar una camisa blanca tirada en el piso y mis bragas usadas en la otra punta. Ya no puedo contenerme más, así que pego un brinco de la cama y me coloco las únicas opciones que tenía disponible. Cerrando mis piernas camino hasta la puerta del baño, y cuando estoy a punto de girar la perilla, escucho el sonido de la ducha. ¿Por qué me haces esto Universo? Oh espera, no, mejor no contestes.

Tengo que salir de aquí. Prefiero no lidiar con él en este momento; no hasta que prepare un buen discurso y esté, mínimamente, con la vejiga vacía y completamente vestida. Aun con mis muslos apretados, intento salir de la habitación sin hacer mucho ruido. Cierro la puerta detrás de mí y a pasitos rápidos me dirijo hacia la escalera. Tendré que usar el baño que está pasando el lavadero.

Festejo mentalmente cuando llego a la planta baja, agradecida por estar a pocos metros del gran alivio, hasta que una familiar voz femenina me toma por sorpresa y arruina mi celebración. Me congelo en el lugar.

- Oh, eres tú, ya era hora -.

El corazón se me detiene unos segundos por el susto y las ganas de orinar desaparecen por arte de magia. O eso quiero creer. Lentamente volteo para encontrarme con Caroline Wyatt, la futura esposa de James, con su celular en una mano y unas cuantas bolsas Chanel en la otra.

Me escanea de pies a cabeza con una ceja levantada – cariño, normalmente vistes terrible, pero creo que hoy has superado tu propio récord - ríe ante su propio comentario "chistoso" y me da las bolsas que sostenía – ten, llévalas a mi habitación y luego yo las ordenaré, tengo que encontrar lugar en mi closet. Cuando termines, busca una nueva depiladora que esté en la zona céntrica yendo para mi estudio, despedí a la anterior. Mis piernas parecen un puto cactus y he ido hace dos días, además, sudaba como un puerco y no sabía perfilar el rostro. Parezco el maldito Dumbledore -.

Vaya, es la segunda depiladora que despide en el mes. Pero, por sobre todas las cosas, ¿es un chiste? Es la mujer más hermosa que he visto en mi vida. Encontrarle un defecto sería como hallar una aguja en un pajar. Sin darme cuenta y por costumbre hago notas mentales de lo que debo hacer luego, porque, aunque no trabajo para ella, Wyatt cree que todo el mundo debe estar a su disposición. Está tan mal acostumbrada, que James para no discutir, me da un dinero extra por complacer sus requerimientos.

Oh... James. Mi cara de desgano ahora es reemplazada por una de lástima. Hace unas horas estuve con su prometido en su propia cama y la culpa me invade por completo. Porque, por más que Caroline me odie y sea insufrible, es una dama que debe de tener un corazón y como a cualquier otro ser humano; merece que la respeten. Me decepcioné a mí misma, pero debo asumir la responsabilidad. Lo hecho echo está, aunque eso no significa que deba ocultárselo. Me corresponde decirle la verdad y pedirle disculpas sin importar las consecuencias.

Claramente me perdí en lo que estaba diciendo la rubia, así que decido intervenir de todas formas - señorita Wyatt, podemos, ¿podemos hablar? - notablemente nerviosa, corto su discurso y dejo las bolsas en el piso, acercándome a ella - por favor, es importante -.

- Honestamente, no creo que vaya a interesarme, pero apresúrate. El chofer aun no vino por mi todavía así que tienes unos minutos - luego de poner los ojos en blanco, se dirige al sofá grande de la sala haciendo ruido con sus tacones y se sienta en el cruzando las piernas, sin quitar la vista de la pantalla del móvil – adelante, no pierdas tu oportunidad -.

Mentalmente cuento hasta diez para calmarme y no mandarla al demonio, porque, aunque ya estoy acostumbrada a que me trate de esa forma, no puedo ser mala con ella ahora, que en realidad es la víctima. Tampoco quiero asumir que hice lo que hice, pero jamás me perdonaría por haber lastimado a alguien y mucho menos a otra mujer. Sin importar que sea el mismísimo Lucifer vistiendo Prada.

Me siento a la par y redacto en mi cabeza las palabras que diré a continuación – sé que esto será difícil de escuchar y digerir, sé que probablemente me odies más de lo que ya me odias luego de esto, pero, si no te lo digo ahora luego me sentiré mucho peor y yo de verdad lo siento mucho. Puedes maldecirme, o golpearme y yo lo voy a comprender totalmente... – suelto apresuradamente, tratando de no comenzar a llorar por la maldita culpa. La prometida de mi jefe quita su atención del teléfono y la dirige hacia mí. Inmutable, con una expresión ilegible que me vuelve loca – me, me acosté con James y de verdad lo siento tanto yo, no pensé con claridad porque estaba ebria y... -.

Mi parloteo se detiene en el momento exacto en el que estaba a punto de quebrar en llanto. Caroline toma aire con todas sus fuerzas y se cubre la boca espantada, pero luego suelta una carcajada parecida a la de los dibujos animados. ¿Pero qué? Está literalmente tentada, sujetándose del sofá mientras me señala para intensificar su burla.

Estoy totalmente liada. ¿Qué es lo que le parece tan gracioso?, ¿será que no me cree?

Wyatt, entre lágrimas, levanta su mirada por sobre mi hombro y deja lentamente de reír, recuperando el aire que perdió. Niega y se limpia con el dorso de su mano las mejillas - ¿no le has dicho nada aún, no es así? -.

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