Capítulo 15 -EDITADO-

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- Vaya, sé que dije que te apresuraras, pero tampoco era para tanto - Blair comenta, luego de haber visto como dejaba mis cosas velozmente en el piso del auto, acomodaba mi ropa y me abrochaba el cinturón de seguridad, en un santiamén - ¿estás bien?, parece que intentas escapar de algo -

Dirijo mi atención a la rubia y asiento sin dudar. Me siento mal por hacer que se preocupe por mí, sin saber el contexto real de la situación... ella no debe saberlo, no podría comentarle algo así, por mucho que confíe en ella. Al menos por ahora - lo siento, sí, todo está bien. Ya sabes, mucho estrés, realmente necesito estar tranquila en casa -.

Mi acompañante rodea sus ojos y niega. Redirige su vista hacia el frente y acomoda el espejo retrovisor - Myrna, sé que estás mintiendo, como también sé que no puedo obligarte a decirme la verdad si eso te incomoda - la rubia continua con su discurso mientras hace maniobras para salir de su lugar de estacionamiento y llevar el auto a la calle - pero tienes que prometerme que, si algo o alguien te hace daño, tanto en ese lugar como en cualquier otro, me lo contarás. Siempre voy a estar a tu lado para creerte y brindarte apoyo -.

Sus palabras hacen que quiera llorar. Se a lo que se refiere, por lo que dejarme en claro que cuento con su ayuda por cualquier cosa que pase, es un gran indicio de que su amistad es digna de valorar y cuidar. Ocultarle la verdad provoca en mi un gran dolor, pero si ni yo estoy preparada para enfrentarla, entonces ella tampoco puede hacerse cargo. Espero a que el coche frene en un semáforo en rojo y me abalanzo sobre ella para envolverla en un fuerte abrazo.

- Bueno, sí, sí, mucho amor "Pocitos". Ya puedes soltarme - Gonzáles me da unas palmaditas en la espalda y yo río al escuchar aquel estúpido apodo que me puso. Vuelvo a mi posición inicial al sentir como el auto avanza en la esquina, luego de la luz verde.

Después de unos minutos llenos de chismes y música suave de la radio, llegamos a mi destino. Quita los seguros de las puertas, desabrocho mi cinturón y levanto mi bolsa del piso. Me despido de ella con un beso en la mejilla, agradezco el aventón y salgo del vehículo. Troto hasta la puerta de casa, saco las llaves del bolsillo pequeño de mi equipaje y dando gracias al cielo por estar aquí al fin, me adentro en la acogedora residencia.

El olor a vainilla, la música ambiente que siempre dejo encendida y la temperatura ideal, hacen que me sienta consentida y segura. Me dirijo hacia la habitación para poder quitarme la ropa formal y el brasier, para colocarme lo más descuidado y ligero que tenga en el armario. Es ley: mientras más agujeros, manchas e hilos salidos de lugar tenga, más cómoda será la prenda. Me recojo el pelo con el primer gancho que encuentro y me coloco mis pantuflas de Pokémon.

Arrastrando mis pies, me detengo en la cocina. No tengo muchas ganas de cocinar, pero sí tengo mucha hambre, así que prepararé un bocadillo rápido pero abundante. Reviso mi refrigerador y realizo cálculos mentales con lo que encuentro allí adentro. Bingo. Un omelette será. Pongo un poco de aceite en la sartén y la dejo a fuego medio. Dejo a mano todos los ingredientes que utilizaré y busco mis utensilios.

En menos de lo que tenía planeado, mi comida ya estaba lista; así que busco un tenedor, un vaso con agua y me siento en el escritorio. Aun tengo trabajo que hacer y no quiero perder tiempo. Enciendo la notebook y mientras esta enciende, comienzo a degustar el omelette.

Como todos los lunes, debo encargarme del itinerario de mi jefe para lo que resta hacer en la semana, pero esta vez, me atrasé porque se me sumó el de los nuevos socios. Debo encargarme de coordinar sus reuniones, sus salidas y sus presentaciones, para luego enviárselas a cada uno. Para mi desgracia, ninguno vino con un asistente, porque James tenía planeado que sea una visita breve; pero ellos decidieron quedarse más tiempo para analizar a fondo la empresa. Eso significa que, en resumidas cuentas, me corresponde cubrir esos puestos y hacer de asistente personal para cada uno. Pensándolo bien, Henderson debería hacerme un altar luego de esto.

Dejo de concentrarme en mi hoja de Excel y doy un último mordisco a mi comida, para luego llevar el plato a la cocina y lavarlo. Si no lo hago ahora, luego no lo haré. Abro el grifo y meto en el fregadero todo lo que utilicé para cocinar, pero el timbre de mi departamento hace eco en el lugar. Confundida, cierro la canilla y me dirijo hacia la puerta, ¿será que la vecina necesita que cuide a su cachorro otra vez? La alegría me invade al pensar en ello, así que me paro de puntas de pie para echar un ojo por la mirilla, pero del otro lado no se encontraba la señora Müller con Zeus en brazos. Mi felicidad se transforma en temor.

¿Qué hace James Henderson en mi casa?

Maldición, ¡¿ha venido a buscar personalmente la agenda que aún no he terminado?! Creí que no era tan urgente, podía enviárselas por correo hoy por la tarde, incluso les iba a dar personalmente una copia impresa. No puedo abrir esa puerta, siento que me falta el aire, ¿por qué no me avisó que iba a venir? Me miro de arriba hacia abajo, parte de mi recogido se desarma y cae sobre mis ojos. Pongo la mano en mi boca para liberar aire y huelo a jamón y condimentos. Definitivamente, fue muy inoportuno. Golpeo mi rostro al recordar que el jefe sigue afuera. Ya no hay tiempo para acomodar mis pintas.

El pánico y la curiosidad se mezclan cuando abro la puerta. Con la cabeza mirando al suelo, comienzo a justificarme - Señor lamento que se haya venido hasta aquí, pero, estaba trabajando en ellos aún no he podido terminar... -

James no me deja terminar la excusa. Llama mi atención cuando toma la puerta para abrirla por completo y entra, sin ser invitado, a mi morada. Cierra la misma por detrás suyo y acorrala mi cuerpo contra la pared conjunta, me toma de la cintura y comienza a besarme ferozmente. Gimo en su boca por el impacto y la sorpresa, por lo que se separa de mí unos centímetros.

- Sabes a pimienta - ríe tomándome por las mejillas ahora rojas de la vergüenza y cuando ve mi pronta recuperación, vuelve a tomar mis labios, sin que le importe mucho el sabor picante. Lo siento necesitado, salvaje, hambriento.

Tardo unos segundos en seguirle el movimiento, pero logro mi cometido cuando salgo del estupor. Henderson sonríe y, sin perder el tiempo, me alza por los muslos. Nuestros ojos se encuentran. Deja libre mi cabello arrojando el broche quien sabe dónde, y se confiesa - lo intenté, juro que lo hice - sus besos se trasladan a mi cuello. Tira de mi melena para conseguir más lugar y en consecuencia, poso mis manos en sus hombros para conseguir estabilidad - pero ya no puedo, simplemente me es imposible resistirme, ya no puedo esperar más -.

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