༉───Capitulo Ocho

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Ella tarareaba la melodía de una canción en su mente, mientras el pincel se desplazaba por el lienzo, Kagami estaba pensando en él su chico de Londres, no paraba de pensarlo y en su arte se reflejaba cuanto lo extrañaba, esos ojos verdes y su cabello rubio, aquella sonrisa arrogante, si pudiese tomaría ella misma un avión camino a Londres a decirle todo lo que nunca se había animado a decirle. Su paz mental se vio interrumpida cuando los leves golpeteos en la puerta de su departamento se sintieron por todo el espacio. Le bastaba saber quien tocaba de esa manera tan descomunal, aunque le era extraño que se apareciera por su departamento. Abrió la puerta fijando sus ojos marrones en aquellas perlas cerulean, que destellaban curiosidad y un nuevo brillo que la chica no sabría distinguir.

—¿Cómo te fue en la cita de trabajo? ¿A qué te resultó una sorpresa? —Kagami miró a Luka quien enseguida entró al departamento de su amiga, se desarregló la corbata y la miró fijamente.

—¿Lo sabías? ¿Por qué no me avisaste? Tuve que hacer esfuerzo sobrehumano para fingir que no la conocía, que no era mi Chloé. —Kagami se acercó a la pluma del grifo para lavarse los restos de pintura.

—¿Y perderme la expresión que tienes ahora mismo? Ni en sueños, además creo que ella no se acuerda de ti o su memoria borró tu feo rostros de su cabeza. —Los ojos del chico se entonaron al escuchar aquello, sin dudas no había actuado mal.

—Solo cambié de apellido ¿Qué diferencia hay? Mi rostro sigue siendo el mismo. —Kagami se sentó a su lado después de sacarse sus manos con un paño, ella alzó los hombros extrañada por la situación.

—A veces la memoria por medida de protección es así, nos restringe los recuerdos, las mentes, cuando estaba estudiando psicología me parece haber leído algo de ello. —El azabache cerró sus ojos por unos segundos recordando a la mujer que había estado aquel día en la oficina, ella no había cambiado aunque era más madura seguía teniendo las mismas facciones.

—Claramente no es algo que ella quiera controlar supongo. —Kagami negó y le sonrió tratando de animarlo.

—Eso es una nueva oportunidad para ti Luka, de hacer las cosas bien esta vez y no te andes quejando que la perdiste, que tu escritora favorita y la chica que te gustan sea la misma persona te soluciona un lío en la cabeza. —Él solo dejó escapar todo el aire que estaba conteniendo en sus pulmones, su amiga tenía razón. 

Luka miró el cuadro a medio terminar, una rosa roja con unas mariposas amarillas alrededor, unidos por un dragón rojo a medio pintar y en un jardín como si fuese libre. A él le gustaba lo que veía, su amiga era artista genial que muy pocas personas en París no reconocerían la marca de ella, una chica con grandes oportunidades en la pintura. Le costaba recordar a la Kagami cuando Félix se la presentó, en aquel momento no esperaba que se convirtiera en un punto central de su vida, la única mujer con la que mantenía contacto de palabras sin que le dijese obsesinidades

—Ella era mi todo Kagami. —Le dijo dejando escapar el aire de sus pulmones—. El día que no la volví a ver en la escuela y supe que se había ido, pensé en buscarla a New York, pero era un pobre diablo vigilado por su padre con las altas expectativas en que mi música se convirtiera en uno de los pilares de Stone's Entreteniment.

—Me has contado esa historia más de mil veces. —Ella fue directo a la cocina buscando un té para hacer a los dos, sin dudas lo requería.

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