-Capítulo II-

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No pasó mucho tiempo hasta que Haru reconsideró sus opciones y contar con Daisuke fue la única manera que le pareció más segura y rápida. Le generaba mucho rechazo hacia sí mismo admitirlo, pero necesitaba de su compañero más que nunca. Apagó la computadora y miró por la ventana. La débil noche nublada hizo que sintiera algo parecido a la melancolía.

-¡Bien, tengo que ir!- Se habló a sí mismo e intentó convencerse. -Es por el caso.-

Subió a su auto y manejó directamente a la mansión de Kambe. Esa entrada tan extensa y cuidada que daba la sensación de estarse acercando a tierras de reyes le seguía pareciendo horrible. ¿Cómo podía tener tanto dinero? No le interesaba de verdad saber la respuesta.

Una vez estacionado en la entrada, se le ocurrió darse un vistazo por el espejo del auto. Estaba menos cansado que otros días y Kambe lo ha visto mucho peor. Se acomodó el abrigo e intentó que su cabello no se viera tan revoltoso. Como si alguien de la nada le tocara el hombro, se dio cuenta de que estaba arreglándose para Daisuke y la sola idea hizo que su estómago se retuerza de la vergüenza. Pudo ver su rubor en el espejo y negó con la cabeza.

-*¡Basta! Harás esto rápido. Vas a pedirle el dinero como ayuda profesional. No importa cómo te veas. A él no le importa. Solo entra, dile a lo que viniste y vete.*- Se recomendó y suspiró antes de bajar del coche y cerrar la puerta con cuidado para que no se oiga el golpe.

Según sus pasos avanzaban hacia a la gran estructura, iba disminuyendo su firmeza. ¿Realmente era buena idea? Si Daisuke seguía resentido por su última discusión su mayor inconveniente para echarlo sería levantar una mano a unos pocos mayordomos. Se sintió nervioso pero cuando menos lo esperaba, estaba frente a la puerta de vidrio y un señor vestido con traje del otro lado se la abrió con amabilidad, pero no se animó a entrar.

-Buenas noches, señor. ¿En qué puedo ayudarlo?-

-¿Kambe Daisuke está en casa?- Soltó sin pensar.

-Permítame un segundo.- Siguió inmóvil ante la puerta y sacó del interior de su uniforme un walkie talkie negro y brillante parecido a los que utilizan los miembros de mafias, por el cual se comunicó con su objetivo. -Señor Kambe, hay un tal...-

-Haru Kato.- Advirtió rápidamente.

-Kato. Haru Kato en la puerta. Pregunta si estás disponible.- Silencio. -Sí, viene solo.-

El inspector esperó lo peor. No lo recibiría ni tampoco lo ayudaría.

-Pase.- Habló el educado mayordomo haciéndose a un lado.

Sorprendido, Haru asintió con la cabeza e ingresó a la lujosa mansión. No creyó llegar tan lejos.

Puso las manos en los bolsillos de su abrigo y solo liberó una para apretar el botón del costoso ascensor por el cual ya había subido una vez en completo desconocimiento de que se trataba de la casa de su colega. "El tercer piso", le dijo el sujeto de la puerta. ¡¿Tenía su oficina en el último piso?! Maldito. Ni en la intimidad de su hogar podía no estar por sobre todos los demás. Hasta el ascensor era molesto como el dueño, ya que ni se sentía el movimiento de abajo hacia arriba. Debía ser de última tecnología y valer más que una casa familiar.

Otro mayordomo lo esperaba cuando la puerta se abrió.

-El señor Kambe lo espera en su oficina. Es la última puerta a mano derecha.- Indicó.

Caminó recreando la potencial conversación en su cabeza y practicando posibles respuestas. Estaba nervioso, pero confiaba en sí mismo y en su capacidad de ser lo más conciso y seguro posible. Llegó a la puerta cerrada más rápido de lo que habría querido y pensó en tocar.

Solo por una noche - DaiharuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora