-Capítulo IX-

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En ese instante fue cuando Kato prefirió que usara los lentes. Por desgracia había prometido responder con la verdad, aunque no solía ser completamente sincero con tipos como Kambe. Dio un último trajo hasta que su copa quedó vacía. Necesitaba un impulso de inconsciencia.

-Basta. Si sigues así, pronto no podrás formular frases coherentes.- Advirtió Kambe.

-No te preocupes por mí. Soy un adulto.- Se pasó el pulgar por la boca y el millonario tembló ligeramente al verlo. -Los hombres nunca me gustaron, pero desde que te conocí... a veces pienso que podrían gustarme. Quiero decir, eres atractivo.-

Se necesitó de esta simple revelación para que el ego de Daisuke traspase el techo de madera que cubría sus cabezas y sonrió ligeramente de costado al ser incapaz de contener tal orgullo.

-Ya veo.- Su voz se reveló tan presumida que Haru volvió a mirarlo con la ira de siempre.

-¡No con eso quiero decir que estoy de acuerdo con tu propuesta! Deberías ser capaz de hablar y conocer a la gente mediante el dialogo, ¡no aventándoles dinero a la cara!- Le apuntó con su dedo acusador. -Si sigues por el camino de utilizar tu efectivo ilimitado para todo, serás un pobre infeliz que nunca va a lograr conectar con nadie si no es a través de lo material.-

-¿Tienes idea de lo hermoso que eres?-

-¿Eh?- Su mirada se amplió tanto que sus ojos parecieron pétalos de oro. -¡¿Qué estás diciendo?! ¡Estoy tratando de darte un consejo de vida! Deberías escucharme más. Soy tu mentor, después de todo.-

-Lo agradezco, inspector Kato.-

-Y... ¿has hecho cosas como éstas antes?- Un apenas perceptible sonrojo invadió su rostro.

Antes de que pudieran continuar su charla, apareció la encargada de su sitio a levantar los platos y averiguar si estaba todo en orden. Después de limpiar, otro mozo se acercó con una bandeja donde descansaba una compotera de cristal llena de helado hermosamente decorado y presentado. Susurró algo al oído de su compañera, ella lo recibió y lo asentó en su mesa.

-Esto viene de parte de la casa.- Avisó.

-¿Lo manda el dueño?- Quiso saber Daisuke.

-Así es.-

-Toma.- Sacó dos o tres billetes y los entregó con indiferencia.

-¿Qué? Pero estos son tres mil yenes, señor.- Advirtió atónita.

-Y falta la propina.-

La mujer se fue saltando de alegría. Le habían comentado que Kambe dejaba buenas propinas cada vez que iba al restaurante, pero nunca esperó tanto y menos por algo que no pidió.

En realidad Daisuke pensó en ofrecerle a su cita un postre pero sabía que se negaría. En caso de venir por atención de la casa no podría negarse, y verlo comer cosas dulces sería un espectáculo digno de recordar. Llegó a sus oídos gracias a Kamei que Haru disfrutaba sobremanera la comida dulce pero pocas veces se daba el lujo por gustarles productos de calidad y no cualquier caramelo empaquetado. Aunque pareciera una tontería, nunca Kambe agradeció ser multimillonario como al enterarse de aquel detalle. Podría comprarle las dulzuras que quisiera y hasta poner a funcionar una fábrica si Haru no fuera tan simplista.

Este último, sin necesidad de invitación, escogió una de las dos pequeñas cucharas de plata que venían junto al postre y lo probó con anhelo en su mirada, sonriendo al tragar.

-¡Está delicioso!-

-¿A qué te referías antes?-

-¿Mm?-

-Cuando dijiste "cosas como estas." ¿Invitar a un hombre a salir?-

Haru tragó muy enseguida una buena cucharada y tosió ahogado.

-Me refería...- Se tomó su tiempo. -A novios, amantes y esas cosas.-

-No.-

-¿No?- Repitió molesto. -Sé sincero.-

-Es la verdad. Tuve dos amoríos a lo largo de toda mi vida, ambos en la secundaria.- Terminó lo poco de vino que quedaba en su segunda copa. -Después de eso, que no fue algo más que una comprobación de mi sexualidad, no sentí real atracción hacia nadie.-

Solo por una noche - DaiharuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora