-Capítulo IV-

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El extenso pasillo de la mansión Kambe se sintió más sinuoso y difícil de transitar que cuando entró. Haru comenzó a respirar agitado y el sudor lo bañó de la cabeza a los pies. Miró el ascensor por un segundo pero su estado era tan alterado que la idea de meterse a un lugar pequeño sin moverse lo impulsó a seguir de largo hacia la escalera, pero en cuanto quiso bajar tuvo que sostenerse del barandal y permanecer quieto. Sentía la lengua inflamada.

-*Dios. ¿Realmente fue tan difícil enfrentarlo? Estoy temblando.*-

En casi un estado de shock, dos diminutas lágrimas de ira le quemaron las mejillas. Creyó que tal vez se le había bajado la presión cuando de repente una mano le tocó el hombro y se dio vuelta con terror. Era una mujer caucásica de pelo marrón que abandonó la escoba y se acercó despacio, como disculpándose por haberlo asustado.

-¿Está bien, señor? Lo siento, es que lo vi tan agitado. ¿Quiere que le traiga un vaso de agua?-

-Discúlpeme, no quise... no quise asustarla. Estoy bien.-

-Tal vez deba ir al baño a lavarse la cara.- Le indicó con el dedo un pequeño cuarto a menos de siete metros. -Disculpe el atrevimiento pero ¿está llorando?-

-No, despreocúpese.- Intentó sonreír. -Yo... iré al baño. Es usted muy atenta, gracias.-

Al terminar de realizar una simple reverencia, trotó hacia el baño y cerró la puerta con seguro.

-*¿Qué hago? ¿Voy a huir? ¿Apareceré el lunes con las manos vacías? ¡Maldito Kambe! ¡Fue ingenuo de mi parte esperar una actitud humanitaria de él! No es un caso suyo, pero al ser detective debería interesarse en ayudarme. ¡Jamás en mi vida me sentí tan incómodo! Es la primera vez que alguien me humilla así.*- Se sentó en el inodoro con la tapa baja y mientras meditaba aquello mil pensamientos más sobrevolaron su cabeza.

Le tomó menos de un par de minutos reconocer que si no aceptaba, iba a tener que buscar dinero por otros medios más lentos y complejos, por ende el caso tardaría más en resolverse.

-*Hazlo por el caso. Será como trabajar encubierto. Debo soportar una noche y solo una noche. Sería un simple trabajo y las personas destrozadas por el asesino recibirán justicia con ese dinero. No es tan malo si lo veo así.- Intentó consolarse. -¿Qué podría pasar? De cualquier forma, Daisuke es atractivo y... ¡maldición!*- Se sujetó con fuerza la cabeza y tironeó apenas de su cabello. -*Tengo que hacer esto. Calma. Es solo una noche.*-

La puerta se mantuvo cerrada por aproximadamente cuatro minutos completos y en ese tiempo Haru tomó una decisión. Se miró al espejo, se lavó el rostro con agua fría, respiró profundo contemplando su reflejo y se secó con la esponjosa toalla blanca disponible, probablemente importada de Egipto. Cada pequeño rasgo de aquel baño indicaba riqueza.

Se acomodó el abrigo lo mejor que pudo y no supo si por casualidad o por el destino, pero su cabello se veía más suave y cuidado de lo normal. Por suerte, no se notaba que lloró un poco.

Respiró con calma en su camino de retorno hacia la oficina de Kambe y estuvo a punto de arrepentirse varias veces pero nunca se detuvo. Una vez en la puerta, entró sin tocar.

Sintió una incomodidad extraña en el aire, como cuando se aproxima una tempestad, en cuanto dirigió sus ojos color sol hacia los brillantes zafiros de Daisuke.

La tormenta afuera se veía eléctrica y ventosa por los grandes ventanales y el millonario se encontraba cerca del vidrio fumando un habano. No se vio sorprendido por verlo entrar. Más bien, parecía que lo esperaba. Quizás por no verlo subirse a su auto estacionado en la entrada.

Haru avanzó en dirección al otro hombre con tímida lentitud y este volteó el cuerpo al mismo ritmo, listo para recibir una nueva y creativa tanda de insultos. ¿Para qué volvería sino?

-Lo haré.- Brotó suave la frase de sus labios.

De nuevo la expresión de Daisuke pareció imperturbable, pero interiormente nunca agradeció tanto la distancia y el color oscuro de sus ojos, porque caso contrario Haru podría haber notado sus pupilas dilatarse. También el costado de su boca se curvó un poco pero el hombre de cabello claro no se percató por estar muy ocupado controlando su propia incomodidad. Miraba el suelo, avergonzado pero convencido de que si era firme podría salir de ese problema intacto. Sus esferas doradas tomaron a Daisuke por sorpresa, al igual que su tenacidad.

-Pero con condiciones.-

El de cabello negro desvió la vista un instante para tomar asiento.

-¿Cuáles?-

-Iremos primero a comer. Vamos a cenar y después, solo después decidiré si quiero pasar la noche contigo. En caso de que no sea esta noche, será luego de que utilice el dinero, pero no me presiones ahora.- Consultó la reacción de Kambe y no parecía haberse ofendido con la petición. -Y también... será por una noche, una. Quedará entre nosotros y no va afectar nuestro trabajo. Además, quiero el dinero en cuanto terminemos.-

-*Lo que tiene de lindo lo tiene de valiente.*-

Atento a cada detalle de lo que Haru expresaba tanto verbal como corporalmente, Daisuke estiró el brazo y apoyó el habano en su cenicero sin ningún apuro o nerviosismo.

-Me parecen bien tus términos.- Se relamió los labios para retirar el tabaco sobrante de su boca. -Aún falta para que me desocupe. Vete a casa, te recogeré a las once y media.-

Al contrario de lo que Kambe esperaba, Kato no opuso resistencia ni insistió en ir y volver solo. Asintió con la cabeza y amagó salir del cuarto, pero la voz firme de su compañero lo detuvo.

-Inspector Kato, aconsejo que te pongas lo más elegante que puedas.-

Otra vez, Haru asintió sin voltear y se retiró tan silenciosamente como entró la segunda vez. Se conocía bien a sí mismo para saber que si lo reconsideraba un poco más de tiempo podría arrepentirse, y no quería hacerlo llegados a ese punto. Necesitaba el dinero para su investigación, e íntimamente necesitaba saber qué sentía por él aquel hombre tan influyente.

Solo por una noche - DaiharuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora