-Capítulo XIII-

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Ambas manos ubicadas alrededor de su compañero, desprendiendo poco a poco la camisa blanca, tocando ocasionalmente la piel cálida que se dejaba ver. Cuando por fin estuvo abierta, la costosa tela resbaló por los hombros de Haru y Daisuke hundió la cabeza bajo su cuello mientras acariciaba la línea marcada de su espalda. Las manos de Kato se apretaron bruscas en los hombros del otro como si el contacto de la lengua le aplicara descargas eléctricas.

-Kambe.- Murmuró en un intento por reprimir contundentes suspiros.

Su cuello era cálido y exquisito, como chocolate derretido. El millonario había soñado con arrastrar la boca por aquella zona tantas veces que no dudó en repartir innumerables besos y algún que otro mordisco que Haru aceptó sin mucha queja.

-Espera, espera.- Forcejeó para que lo suelte y Daisuke lo hizo, sin alejarse. -Tenme paciencia. Es la primera vez que hago esto.-

Su compañero solo pudo imaginar el enorme esfuerzo que Haru debió realizar para hacer ese pedido de frente y en voz alta, teniendo en cuenta su gigantesco orgullo y aire de suficiencia.

-Está bien.- Desplegó su imponencia natural. -¿Estás asustado?-

-No.- Intentó abandonar el contacto visual, pero estaban a menos de medio paso de distancia y Kambe hizo apenas puntas de pie para rozar su nariz con la del otro hombre.

-¿Por qué te tiemblan las piernas?- Cuestionó sin esperar respuesta, pero Haru le clavó una mirada que le recordó que no dudaría en golpearlo si seguía molestando. -No tienes de qué preocuparte. Seré amable. Tranquilo.-

Gracias a lo dicho, el cuerpo del más alto se distendió y fue él quien estiró los labios para otro beso. Sus brazos rodearon el cuello de Daisuke y este se dejó sorprender un poco con el movimiento, pero le gustó lo suficiente para volver a apretujarlo contra la pared, abriendo los ojos entre beso y beso con el único fin de conectar aún más y aprender el ritmo del otro.

-*Es tan delgado.*- Pensó Daisuke palpándolo con entusiasmo. -*Tengo que encontrar la forma de que coma mejor.*-

Aquel pensamiento protector cambió en seguida, cuando Haru pasó la mano por su pierna. Las uñas recorrieron con cuidado el pantalón negro para no dejar marca alguna, pero generando presión suficiente para que el millonario se intoxique de litros de lujuria.

Por fin lo tenía donde quería. Ya no más gritos ni exigencias ni reproches. Tenía a Haru jadeando contra una pared, excitado y probablemente reprimiendo ganas de insultarlo.

-¿Sabes, Haru?- Se burló con voz seductora. -Sospeché que tenías un lado interior apasionado, pero estos ruidos que haces... no podría haberlos adivinado nunca.-

-Cállate.-

El sudor de ambos pronto se mezcló con los perfumes, creando una mezcla irresistible y las manos del más alto cada vez anhelaban más entre las piernas de Daisuke. No se animaba a bajar el cierre, pero deslizó con cuidado la hebilla de plata de su cinturón importado, expectante a que su colega accediera. El millonario notó la timidez en el acto y sonrió para sí mismo, pero estaba demasiado concentrado en su pareja para corresponder a eso ahora. Repartió besos sobre la clavícula y pronto interceptó un pezón. Haru gimió con incomodidad. Era la primera vez que alguien le hacía eso y le sorprendió lo bien que se sentía, sin estar seguro de si por la acción misma o porque era Kambe quien la realizaba. Ubicó las manos en su cabello negro y la culpa lo devoró cuando se dio cuenta de que lo despeinó bastante.

-Kam-be.-

-Movámonos a la cama.- Sugirió tranquilamente, deslizando la lengua por su oreja.

Su pareja asintió y Daisuke le dio paso para que muestre el camino, aprovechando los pocos segundos que tardaron en llegar para desabotonar su propia camisa. Nunca creyó estar tan ansioso por acostarse con alguien, pero no le pareció extraño. Haru había descubierto facetas de su carácter que ni él mismo conocía. El frío le golpeó el pecho ya desnudo al entrar.

La luz parpadeó dos veces y reveló una habitación bastante aburrida, aunque en óptimas condiciones, con poco más que una cama, un escritorio con una lámpara y una silla de madera.

Daisuke escaneó el sitio rápidamente mientras doblada su camisa, dejándola en la silla.

-Pequeño.- Observó en voz alta y ojeó la cama de una plaza.

Supo que estarían mucho más cómodos en su lujosa cama de seda para dos, pero no podía quejarse. Había ocurrido un milagro. Estaba a punto de pasar la noche con Haru Kato.

Este último arrugó apenas el entrecejo ante el comentario.

-¿Qué tal si te reservas tus críticas?- Escupió agria interrogante pero palideció al ver el torso de Daisuke. Había evitado verlo de frente desde que entraron porque la potente luz aumentó su timidez. -¿Qué demo...? ¡¿En qué momento te quitaste eso?!-

-Mientras estabas distraído.- Respondió y se quitó el piercing.

Haru estuvo a punto de preguntar por qué se lo sacaba pero recordó de inmediato que además de un accesorio es un comunicador. De ninguna forma quería que su mayordomo o su hermana se enteraran de lo que estaban haciendo, por lo que agradeció la atención.

No tuvo tiempo para terminar aquel pensamiento que Kambe lo empujó a la cama. Escuchó sus caros zapatos cayendo al suelo antes de tenerlo sobre él y pudo sacarse los propios torpemente. Las bocas volvieron a juntarse y la mano derecha de Daisuke bajó hasta la entrepierna de su amante, haciendo que este se separe y lo mire. Era la primera vez que veía a Daisuke agitado. Sintió la extraña necesidad de acomodar su cabello del modo en que se había acostumbrado a verlo. Sus dedos intentaron peinarlo, pero la postura provocaba que la misma gravedad hiciera caer algunos mechones. La mano libre de Daisuke encontró lugar en su mejilla y acarició como si tocara algo más valioso que sus ilimitados millones. Haru no supo con qué rapidez y facilidad su pareja había podido bajarle el pantalón, pero la mano sobre su miembro cubierto era una realidad. Sin que sea de manera directa, sino sobre la tela de su calzoncillo gris, el tacto de los dedos pareció imitar el ardor del fuego.

-¡Ah!- Suspiró y tapó su rostro con un brazo cuando notó lo duro que estaba sin nada más que caricias, pero Daisuke se la retiró con una fuerza que no esperaba. -¡No me veas, tonto!-

-Quiero verte.-

-¡¿Por qué?!-

-Sabes bien por qué.- Se inclinó para hablarle al oído. -Me enloquece mirarte, Haru.-

-*Maldición.*- Se quejó este para sus adentros. -*A este paso voy a acabar sin hacer nada.*-

Kambe, con los labios absorbiendo la piel del pecho de su amante, deslizó los dedos dentro del bóxer y un caliente miembro palpitó entre sus manos. El primer gran gemido de Kato se ahogó en su tráquea y a Daisuke le pareció que nunca sintió tanta adoración y placer a la vez.

-Haru, déjame escucharte.- Profundizó el toqueteo. -Date el gusto. No hay testigos.-

El nombrado quiso mandarlo al infierno pero se encontraba demasiado abstraído en su goce para poder formular una oración negativa sintiéndose tan bien. Abrió los ojos con mirada retraída pero llena de júbilo y el millonario notó que ahora estaban color ámbar.

-*Fascinante.*-

-Estoy...- Susurró Haru. -Kambe, voy a...-

¿Tan rápido? Apenas oyó esto, su pareja lo soltó y Haru gimió de necesidad.

-¿Por qué demonios paraste?- Arrastró un hilo de voz.

Como si respondiera a su duda, el millonario se retiró el pantalón y su bóxer negro parecía recién estrenado. Tenía un cuerpo realmente magnifico. Músculos trabajados y figura estilizada. En aquel hombre todo parecía ser a medida y estar en perfecto equilibrio. Haru quería hacerlo sentir bien, pero no encontró ni encontraría manera de decirlo con palabras.

-*Mejor hablar con acciones.*- Se convenció y rodeó la cintura del otro hombre con ambas manos, sentándose en una postura más cómoda y cercana a la pelvis. Sus manos temblaron, pero los dedos de Kambe enredándose en su cabello pardo le dieron una falsa sensación de confianza. Era lo que necesitaba.

-Hazlo.- Consintió con gusto.

Solo por una noche - DaiharuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora