10.- Samantha.

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Sam estaba llevando todo este revuelo del cuerpo de mujer con relativa calma, porque a él no le molestaba tener un cuerpo femenino. Si bien es cierto, extrañaba su altura y musculatura, este nuevo cuerpo era ágil, liviano y elástico; lo que permitía ser buen cazador. Lidiar con las emociones tampoco era tan abrumador, comparado con Dean, quien siempre había guardado todos los sentimientos en el rincón más alejado de su corazón, Sam se daba licencia para sentir de vez en cuando y expresarlos nunca había sido un problema. Sabía que la dualidad dentro de él había estado siempre, ahora sólo debía experimentar el lado complejo de ser mujer.

Una de esas situaciones llegó con el maldito período. Cuando vio a Dean pasar por eso, pensó que su hermano estaba siendo un exagerado, pero vivirlo era algo totalmente diferente. Despertó esa mañana con un fuerte dolor de viente y unas ganas incontenibles de orinar, por lo que corrió al baño, lugar donde se percató de la llegada de aquel hecho ineludible que acompañaba su cuerpo de mujer. Luego de preocuparse de todos los cuidados sanitarios que creyó necesarios, volvió a acostarse en la cama; sentía que se le partía la cabeza y le arrancaban las entrañas, pero lo peor eran las irrefrenables ganas de llorar que le habían surgido de la nada. Cada acontecimiento dramático o momento triste había elegido ese momento para volver a su mente, tan vívido como si hubiese ocurrido el día anterior. La muerte de su padre, la primera muerte de Dean, la pérdida de Bobby, la de Castiel, desfilaban tras sus párpados cerrados como en una mala película de los ochentas. Pero fue cuando llegó a la muerte de Charlie, que se quebró. Recostado en su cama en posición fetal, con las mantas hasta la barbilla, sintió como comenzaba a derramar esas lágrimas que a fuego había contenido. Su amiga, su mejor amiga y hermana pequeña, había muerto de manera terrible e injusta. Recordaba la sangre por todos lados y la opresión en el pecho al saber que no la vería más, mientras sentía sus mejillas húmedas. Sollozó unos minutos, intentando no hacer ruido para que nadie se diera cuenta de su arrebato de debilidad, tenía claro que esas emociones no debían salir a flote, lo había aprendido bien de su padre y de su hermano, siempre controlandolo. Pero... ¿Por qué debía acallar esos sentimientos? ¿De verdad lo hacían más débil? ¿No era acaso algo natural querer llorar la pérdida de las personas que amabas? Lo pensó mientras sorbía por la nariz y aspiraba por la boca, ser sentimental no debía ser algo malo, para nadie. Él tenía todo el derecho a quebrarse cuando se sentía sobrepasado ¿Por qué entonces siempre lo había retenido? Estaba a punto de calmarse con aquellas revelaciones cuando una última imagen invadió su mente. Aquel arcángel tendido en el suelo con sus alas quemadas a cada lado; su aliento quedó retenido en su garganta y su corazón comenzó a latir muy rápido. No sabía muy bien por qué, pero se sentía cercano a Gabriel, prácticamente desde que lo conoció. No compartía muchos de sus ideales, pero aún así lo comprendía. ¿No había sido él mismo quien se había marchado de casa para dejar atrás la vida impuesta por su padre e intentar iniciar una propia? Gabriel y él se parecían más de lo que se veía a simple vista. Le dolió verlo morir cuando habían logrado una alianza, se sintió pequeño e impotente por no poder hacer nada, muy en el fondo sentía que le había fallado. Respiró profundo para volver al presente, donde Gabriel había vuelto a la vida y estaba ahí, con ellos.

Sin poderlo evitar, suspiró y entre sus labios soltó un pequeño gemido que llevaba Gabriel como final. Luego siguió con los ojos cerrados, esperando a que los dolores que le aquejaban se marcharan.

— ¿Te sientes mal Sam? —preguntó una voz a sus espaldas—. ¿Puedo ayudarte en algo?

— Mmm —respondió Sam sin moverse de su sitio, esperando que Gabriel no lo hubiera escuchado.

— Te escuché decir mi nombre, algo así como una plegaria. —La voz del arcángel se escuchó más cerca esta vez, por lo que Sam se giró hacia el sonido y abrió despacio los ojos.

No soy la chica que tu creesWhere stories live. Discover now