— ¿Quiénes son ustedes? —preguntó la anciana fantasma—. ¿Qué hacen aquí?
— Mi nombre es Gabriel y ella es Sam. —Sam miró a Gabriel con atención esperando a ver qué le decía a la mujer. Hacía mucho que no se sentía tan seguro en una cacería, el hecho de tener a un arcángel cuidando su espalda ayudaba bastante, pero que fuera Gabriel era aún mejor—. Somos cazadores y estamos aquí para eliminar al fantasma que la mató... a usted.
— Nadie nos mató —la voz de hombre estaba de regreso, junto a un cuerpo que comenzaba a materializarse, hasta que luego de unos segundos Albert Frye los miraba con el ceño fruncido—. Sólo somos nosotros en esta casa.
— Pero algo acabó con su vida, ¿un ladrón o quizá una bruja? —Sam no comprendía aún la causa de muerte de la pareja.
— Ni lo uno, ni lo otro, joven —dijo el fantasma de Martha—. Nosotros decidimos nuestro final.
— ¿Cómo? —Sam se acercó un paso hacia los fantasmas, pero Gabriel volvió a ponerse ligeramente delante suyo para impedir que se pusiera en peligro.
— Se suicidaron, Sam... ¿No lo ves? —dijo Gabriel con voz calmada—. Quizá por eso no han ascendido.
— Pero... aún pueden, es decir... nosotros podríamos... tú podrías... ¿No? ¿Gabe? —Sam miró con ojos suplicantes a Gabriel. Sam nunca había usado sus ojos de cachorro en el arcángel, quien se sobrecogió por esa mirada tan prístina y dulce, llena de ternura de la cual el cazador era capaz, y que no cambiaba aunque su cuerpo fuera distinto.
— Podría, en efecto. —Gabriel tragó con fuerza obligándose a apartar sus ojos de Sam para observar a los espectros frente a él—. Tal vez si nos explican qué fue lo que sucedió. —Gabriel calló, esperando que la pareja hablara.
— No lo sé, Martha —dijo Albert—. Estamos bien así, juntos.
— Dejemos que los jóvenes comprendan nuestras motivaciones —señaló la mujer dándole una palmada amorosa a su esposo en su fantasmal brazo, para luego mirar hacia Sam y Gabriel—. ¿Por qué no se sientan? —Hicieron caso a la mujer, sentándose apretados en un sillón que había en la recámara.
— Albert y yo nos conocimos ya siendo adultos, ambos veníamos de relaciones fallidas, con heridas en nuestros corazones, sin esperanza en el amor —dijo la mujer mirando a su esposo.
— Pero al ver a Martha, una mujer fuerte, decidida e intrépida algo se encendió en mí —Albert sonrió, sólo tenía ojos para Martha—. Vivimos cuarenta maravillosos años y pensábamos que la muerte nos encontraría, juntos.
— Pero a veces el destino es cruel —señaló Martha, en sus ojos se veían unas lágrimas que nunca más podrían salir—. Hace como dos meses, fuimos a un chequeo de rutina que no salió muy bien. —Sam estaba absorto en el relato de los fantasmas.
— Me hallaron cáncer al estómago, metástasis. —Albert tomó la mano de su mujer—. No me dieron más dos meses de vida. —Sam y Gabriel asintieron—. Lo extraño es que jamás sentí dolores muy fuertes, por lo menos nada que un análgesico no calmara.
— Pero luego, hace un par de semanas sus dolores se hicieron insoportables. —Los ojos acuosos de la fantasma brillaban inquietantes—. Fue entonces cuando decidimos irnos juntos.
— No crean que fue fácil, no quería que Martha muriera. —Albert inspiró con fuerza, como si aún sus pulmones pudieran recibir oxígeno—. Pero tampoco quería dejarla sola; no tenemos hijos y todos nuestros parientes cercanos ya han muerto.
— Hace unos cuantos días, lo convencí. — Martha sonrió—. Estaríamos juntos incluso a través de la muerte, donde sea que eso nos llevara.
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No soy la chica que tu crees
FanfictionSam y Dean, son ahora Samantha y Deanna. No saben por que, no saben cuando, ni saben quien lo hizo. Lo único que saben, es que cazar monstruos es una cosa fácil, al lado de enfrentarse a la vida de una chica. ATENCIÓN SPOILERS Historia ambientada e...