CAPITULO 6: ME CONVIERTO EN EL SEÑOR SUPREMO DEL LAVADO.

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Quirón me guio por el recorrido del campamento.

Empezamos por el pino de Thalía, en la colina más alta. Sobra decir que me quede con la boca abierta.

Era enorme, literalmente el valle era del tamaño de una ciudad mediana ¿Cómo podía mantenerse todo este lugar oculto? No lo sabía.

Los alrededores estaban repletos de territorio inexplorado por el hombre, las colinas y el mar aislaban ese lugar, cientos de árboles rodeaban el valle y de hecho la mitad del valle era un espeso bosque. Por todo el lugar había ríos que desembocaban en el mar, un lago cerca del centro reflejaba el cielo azul.

Avanzamos hasta la casa Grande, una mansión al estilo victoriano con toques griegos y bonitos jardines, de color azul con cuatro pisos.

Estaba examinando la casa cuando una sombra en la ventana más alta del desván movió la cortina, fue solo por un instante y tuve la certeza de que me estaban observando.

—¿Qué hay ahí arriba? —le pregunte a Quirón.

Miro hacía donde yo señalaba y frunció el ceño.

—Solo un desván —respondió nervioso.

—¿Nadie vive ahí?

—No. —Respondió tajante. —Nadie. Vamos, aun ahí mucho que ver.

Pasamos por un camino de piedras y sombreado por altos árboles. Vimos el anfiteatro, semicircular y semi-hundido en la tierra, dos hospitales blancos en lugares opuestos del valle que me hizo pensar en lo mucho que se lastimaban en este campamento, vi los campos de entrenamiento, el taller de oficios, la tienda, el muro de escalada, el lago de canoas, el comedor, el rocódromo artificial, las caballerías...

—El rio grande divide el bosque en dos, una parte para el uso de los campistas y el otro para las ninfas y sátiros —informo Quirón. —Nuestra sección esta dividida en tres partes por arroyos que parten del rio grande, mayormente se usa el campo de rocas y el puño de Zeus, ambos son muy espaciosos y con grandes retos a enfrentar.

Luego nos dirigimos al campo de fresas, varios chicos castaños y rubios recogían una excelente cosecha, me di cuenta de que todos tenían los ojos verde césped. Quirón me conto que el campamento producía una excelente cosecha que exportaba a los mejores restaurantes neoyorkinos.

—Cubre nuestros gastos, —explico —las fresas casi no dan trabajo.

También me conto que Dioniso producía ese efecto en las plantas: se volvían locas cuando estaba cerca. Funcionaba mejor con los viñedos, pero le habían prohibido cultivarlos, así que plantaba fresas.

Observe al sátiro tocar la flauta, la música provocaba una estampida de bichitos que huían del campo de fresas en todas direcciones, como refugiados huyendo de un terremoto. Me pregunte si Grover podría hacer lo mismo.

—Grover no tendrá problemas ¿verdad? —pregunte a Quirón —Quiero decir... ha sido un buen protector. De verdad.

El suspiro.

—Grover tiene grandes sueños Percy. Quizá demasiado grandes, pero para alcanzar su objetivo, antes tiene que demostrar gran valor y no fracasar como guardián, encontrar un nuevo campista y traerlo sano y salvo a la colina mestiza.

—¡Pero si ya lo ha hecho! —exclamé

—Estoy de acuerdo contigo —convido Quirón —Más no me corresponde a mi tomar la decisión, Dioniso y el consejo de sabios ungulados deben juzgarlo. Me temo que podrían no ver este encargo como un logro. Grover te perdió en New York y está también el desafortunado... destino de tu madre. Por no mencionar que Grover estaba semiconsciente cuando lo trajiste al interior de la propiedad. El consejo puede poner en duda que eso demostrara valor por parte de Grover.

Perseus JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora