No le gustaban los aviones. Jamás le había llamado la atención subirse a una de esas máquinas que podrían provocar tu muerte por un simple error que no cometías por voluntad
Sin embargo, no podía aplicar esa lógica al trabajo de Sierra. No podía culparla por haber sido joven y elegir una carrera que la apasionaba. No podía evitar elegir, como el resto de la humanidad que tenía que decidirse por un futuro a una edad que uno se encontraba atrapado entre líos amorosos y dolores de cabeza.
Recordó la vez que cerca del lago ella le había dado su opinión sobre su futuro y lo que debería hacer con él. Si cerraba los ojos hasta se imaginaba el lago Pontchartrain, la noche oscura y las estrellas brillando mientras Sierra le daba una calada a su cigarro.
No puedes dejar que sea el miedo quien decida tu vida, Aiden. Se lo había soltado con toda la honestidad brutal que poseía, le había mirado y bajado la vista como tratando de no sonar tan dura. Es fácil decirlo cuando pareciera que tienes la vida resuelta, había respondido bufando mientras evitaba verla a los ojos. Sierra había soltado una carcajada ante la estupidez que le parecía ese comentario. No estoy ni cerca de tener la vida resuelta, tengo más líos de los que me gustarían, pero con eso y todo elijo lo que me gusta para ver si así puedo resolver alguna de mis mierdas.
Él no lo entendió, o no quiso entenderlo en ese momento, le parecía absurdo porque cualquier carrera le daría un boleto de salida de Saint Michael y de la tortura de ver a Sammi y a Noah juntos.
Ella no quiso que las cosas pasaran así, Sammi está arrepentida, te ofrezco disculpas en su honor. Su voz volvió como un recuerdo que lo atormentaba. Más allá de las justificaciones que daba Sierra para la actitud de su mejor amiga, Aiden no podía negar la realidad y era que había cortado los lazos con su propio hermano por una chica que la había liado con ambos y con sus corazones.
Observó a la gente pasar con maletas y sonrisas emocionadas en sus rostros. En el aeropuerto John F. Kennedy la gente llegaba con diferentes propósitos de viaje. Algunos se iban a conocer el mundo, otros tenían la suerte de irse de la mano con el amor de sus vidas a una luna de miel, otros visitaban familia, amigos. A Aiden le conmovió la escena de dos chicas corriendo a abrazarse mientras una salía por una de las puertas de embarque. Con la fuerza del impacto por el abrazo terminaron en el suelo riendo mientras se reían a carcajadas. Notó que, a una de ellas, la de cabello castaño, se le escapaban las lágrimas.
Amistad, pensó mientras las veía levantarse y empezar a hablar como si hiciera una eternidad que no se veían. ¿En qué momento perdimos eso? ¿Por qué voy a reunirme con las personas que una vez considere hermanos luego de años de verlos a todos juntos, por un funeral? Le parecía una broma cruel del destino. No había notado cuánta distancia había entre ellos, hasta que la muerte de Sierra vino a tocar la puerta para reunirlos.
Estaba sentado en uno de esos incómodos sillones, frente a ocho pantallas que identificaban los diferentes vuelos. A su lado había un Starbucks, de esos a los que Sierra le arrastraba cuando se encontraban por la ciudad. Justo detrás suyo, había una tienda de revistas, era de las más concurridas del aeropuerto, desde adolescentes que entraban a comprar la última revista adolescente; hasta personas que salían con el último ejemplar de Vogue. Incluso una mujer trajeada que se llevó un periódico bajo el brazo. Ahí fue cuando la vio: Sierra, sonriendo en la portada del New York Times. Se levantó el ceño fruncido y se acercó hasta la montaña de periódicos, justo a la izquierda tras haber entrado en la tienda. Sierra sonería desde cada uno de ellos, junto a un titular que anunciaba su muerte: Periodista Sierra Bryant fallecida al cubrir conflicto internacional. No había nada más, una breve mención a Saint Michael, y otra a Columbia, la universidad en la que estudió. Absolutamente, nada más. Sintió como le subía la bilis por la garganta.
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El efecto Sierra Bryant.
Short StorySeis amigos reunidos de nuevo en su pueblo natal. ¿La razón? Un funeral. Portada hecha con fotos obtenidas de Unspalsh. Fotografías de: Helena Lopes, Roya Ann Miller, y Mike Enerio. Autoras: @izzyherondale98 y @daphmckinnon