La Mansión Bellerose tenía las mejores vistas de toda la ciudad. Desde las ventanas de las plantas superiores se podía trazar casi a la perfección un mapa de Saint-Michael, desde la pequeña iglesia con su campanario resaltando entre los árboles, hasta el instituto - muy cerca de la casa de Sierra -, hasta el cementerio, cerca de la Mansión Douleur. Todavía le daban escalofríos al pensar en la Mansión Douleur.
Sammi no había podido pegar ojo en toda la noche, no únicamente porque su ahijado hubiera escogido las tres de la mañana para empezar a llorar, había otras razones. Desde que la noche anterior llegara a esa enorme habitación, y Noah se tumbara en la cama, tremendamente agotado; había algo que no se podía sacar de la cabeza: ¿volvería Marty para el funeral de Sierra?
Cuando el sol rompió sobre el campanario de la iglesia, asumió que seguir observando el pueblo desde la ventana era una pérdida de tiempo, así que rescató de la maleta de Noah un vestido negro, y unos zapatos altos, que él había cogido para ella, puesto que ella misma había volado directamente desde Vancouver, sin pasar por Los Ángeles. Eran detalles como esos por los que estaba enamorada de Noah, porque siempre parecía tenerla en mente, incluso en las cosas que nadie más veía. Se iba a casar con él, y esa era una decisión de la que jamás podría arrepentirse, a pesar de toda la convulsa historia.
Su prometido en cuestión seguía durmiendo. Y sabía que tardarías horas en despertarse, tal era el cansancio de la noche anterior.
Se vistió con cuidado, intentando no pensar en Sierra mientras lo hacía. Y, al final, cuando abandonó la habitación, esperando no encontrarse con Aiden de ninguna de las maneras. Odiaba la tensión sentida la noche anterior.
En el comedor del lado oeste, alumbrada por la luz del amanecer, estaba Roma. Tenía la vista fija en el jardín delantero, al otro lado de un enorme ventanal. Tenía los labios fruncidos, y el sobre que Sierra había dejado para ella, cerrado, entre las manos. Le dedicó una sonrisa cuando la escuchó entrar, y luego le indicó con la cabeza que le acompañara.
-No puedo dejar de pensar en qué habrá escrito - murmuró la morena. - Y en todo lo que me gustaría responderle.
Las otras cartas, una encima de otra, estaban en el centro de la mesa. La que estaba en la cima llevaba el nombre de Marty. Sammi sintió una conocida mordida en el estómago. Roma debió de leerle el pensamiento, porque le puso una mano en el hombro, y dijo:
-Ayer lo dijiste de verdad. Lo piensas de verdad, lo de Marty y Sierra...Fue una relación kamikaze.
-Sierra metió la pata, pero él... ¿Te acuerdas de aquel verano, el del último año?
Roma asintió, cerró los ojos y negó con la cabeza.
Sammi siguió hablando.
-Vino a verme, un día. - Roma escuchó con más interés, porque aquella historia no la conocía. - fue casi en septiembre; creo que tu padre te había llevado a ver a esos inversores... No sé, la verdad es que no sé dónde estabas tú. Sierra... Estaba destrozada...
...Sierra tenía mordido el labio, la cabeza apoyada en las rodillas, y la vista fija en algún punto de la pared.
- ¿Cómo puedo ser tan imbécil de volver a él? Me dice dos palabras bonitas y ya he perdido la cabeza. - Suspiró, levantó la cabeza, y miró a Sammi a los ojos. - Le odio, Sammi. Quiero irme a Nueva York, y no tener que volver a verle.
Roma suspiró, no le sorprendía que Sierra hubiera dicho algo así.
-Pero volvieron a verse - terminó de decir.
-Una y otra, y otra, y otra vez. ¿Todavía piensas que le importaba? Marty jugaba con ella.
- ¡No exageres! Solo fue aquella vez, cuando se encontraron en aquella fiesta...
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El efecto Sierra Bryant.
Short StorySeis amigos reunidos de nuevo en su pueblo natal. ¿La razón? Un funeral. Portada hecha con fotos obtenidas de Unspalsh. Fotografías de: Helena Lopes, Roya Ann Miller, y Mike Enerio. Autoras: @izzyherondale98 y @daphmckinnon