La vuelta a la normalidad.

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El departamento lucía igual que como lo había dejado. No había ni una sola cosa fuera de su lugar. Sonrió al recordar su cuarto de adolescente, era un desastre, pero era porque Noah siempre había sido el más desordenado de los dos.

Ponías mi vida y la habitación de cabeza, dijo mientras pensaba en lo despatarrado que solía ser para hacer cualquier cosa.

Dejó las llaves colgadas en su llavero. Se sacó el saco del traje y lo arrojó sobre una de las sillas del comedor. Se desanudó la corbata que parecía iba a asfixiarlo. Volvió la vista sobre la foto que tenía encuadrada y estaba encima de la biblioteca color café.

Era una tarde en el lago, tenían quince años y las cosas no se veían tan complicadas en ese momento. No había líos amorosos, al menos de su parte, porque Marty y Sierra ya estaban en lo suyo, pero apenas empezaban a tontear. Estaban con unas sonrisas de oreja a oreja, todos en traje de baño. Marty abrazaba a Roma y Cameron tratando de que estuvieran lo más cerca posible. Sammi y Sierra estaban una al lado de la otra haciendo el signo de la paz. Y él abrazaba a Noah mientras su gemelo guiñaba un ojo a la cámara y él mismo reía ante alguna de sus ocurrencias.

Pasamos solo dos días juntos y ya los extraño. Nos extraño. Una lágrima rodó por su mejilla. Cómo era posible que ese recuerdo fuera uno de los más preciados que le quedarán. ¿En qué momento se iba tan rápido el tiempo? ¿Por qué sentía que todo lo que habían vivido se escapaba ahora como arena entre sus dedos?

Suspiró. Estaba cansado, no solo físicamente, sino emocionalmente. Llevaba luchando contra su corazón demasiados años. Quería recuperar aquello que tuvieron.

Se fijó en la otra foto que tenía con Sierra. Era de esa vez que ella le había obligado a ir por un trago cuando lo había encontrado con la mano lastimada en Central Park, ya que había renegado de una maqueta que estaba haciendo para la universidad. Recordaba su risa mientras rememoraban el momento en que ella se había quebrado el codo para escapar.

Se alejó de las fotografías, no necesitaba pensar más. Necesitaba dormir, había dormido muy mal en la Mansión Bellerose.

Se acercó a su cama y guardó en un cajón la carta de Sierra. Era un recordatorio de que cumpliría lo que le había pedido.

Cuando se había acomodado para descansar, su celular comenzó a sonar. De mala gana respondió, sabía que no era del trabajo, para eso tenía otro teléfono.

- ¿Hola? -dijo.

- ¡Oh, bien! Ya estás en casa. Creo que a ti y a mí nos vendría bien un trago -dijo alguien al otro lado de la línea.

Eran las tres de la tarde, pero qué más daba pensó.

-Nos vemos donde siempre.

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Sammi siempre había sentido debilidad por Los Ángeles, ya de niña vio una foto de las palmeras en una de las revistas de Roma, y aseguró que allí era donde ella iba a vivir. Excepto que ahora las palmeras no le resultaban reconfortantes.

-Marty y yo hemos estado hablando - dijo al final. Noah conducía, y le miraba de reojo.

-¿Ah, sí?

-Creo que Sierra volvió a pillarse por él - reconoció, con la mirada fija en su propio reflejo, en el espejo pequeño del parasol desplegado.

-Eso nunca es bueno.

-No - corroboró. - ¿Te acuerdas de ...

-De cuando nos despedimos, tras la boda de Roma y Cam.

Porque Sierra le había ofrecido un casco de la moto a Marty, y le había dicho: son muchísimas horas en carretera. Vente conmigo, y así podremos compartir habitación de hotel cuando tengamos que parar a hacer noche.

El efecto Sierra Bryant.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora