Habíamos viajado el día anterior a la boda a Los Ángeles, ya que todo se llevaría a cabo aquí. Me estaba quedando en un hotel diferente al resto de los invitados para mantenerme alejada en caso de querer hacer algo muy, muy estúpido.El teléfono vibra contra la superficie de madera de la mesa de centro y juego mentalmente a adivinar quién será esta vez, sospechando la frase motivadora que será esta vez.
Tengo el televisor prendido en las noticias nacionales, pero no me digno a distinguir las palabras que dicen. No me interesa escuchar verdades a medias.
Unos golpes en la puerta me distraen del silencio.
Rápidamente desenfundo la pistola y oculto mi mano tras la espalda. Abro la puerta solo un poco y el seguro me permite mirar lo suficiente sin que se abra de más.
—Eres como un chicle pegado a mi bota —me quejo y le quito el seguro a la puerta—. Por más que creo despegarte del todo, vuelves a darme la lata.
Camino dándole la espalda y guardando mi pistola.
—Te traje la cena, por cierto, y de nada —se queja Trev, cargando bolsas que de seguro son absolutamente innecesarias.
Nos sentamos en lados opuestos de la pequeña mesa de madera y él saca tres cajas desechables con dos hamburguesas individuales y la tercera con muchas papas fritas. La hamburguesa fácilmente mide el tamaño de mi cabeza.
—¿Piensas engordarme y llevarme con Rubí para la cena? —pregunto, sacando una pequeña papa frita y bañándola en ketchup.
Sonríe y sus mejillas se colorean un poco.
—¿Quieres que hablemos de Rubí? —pregunta con humor y luego abre su boca para darle un buen mordisco a su hamburguesa.
Hago una mueca y observo mi comida, calibrando el reto.
—Solo no hablemos y ya.
No pienso en nada durante los siguientes minutos, y al parecer funciona, ya que debo ocupar toda mi concentración en que la comida no se me caiga de las manos.
—¿Estás enojada?
—Mmh...
Al contrario de lo que pensé, Trev se comió la hamburguesa casi tan lento como yo y me robó el control de la tele para poner animé.
No fue tan desagradable su presencia, lo acepté solo porque era mejor a permitirme pensar estupideces. Pero ni siquiera hice ademán de conversarle.
Él tenía otros planes.
—Y... ¿cómo estás? —pregunta sin mirarme mientras come papas.
Mi ceño se frunce de inmediato.
—Te conseguiré un aumento si haces como que no existo.
—No es así como funciona.
—¿Es muy complicado para ti seguir en silencio?
—Mucho, sobre todo si necesito reportarle a tus amigos cómo te encuentras. —Se tira un eructo y yo ni intento ocultar la arcada.
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INUSUALES
Mystery / Thriller2do libro de «La tentación de Millard Academy». Una vez que has sido pecadora, siempre serás pecadora. Probar el revitalizante sabor del delito te concede un episodio de liberación, es una tentación donde incluso los más fuertes pierden la guerra...