CAPITULO 2

63 8 2
                                    

La luna brillaba en todo su esplendor, iluminando la tierra para que no cayera en la oscuridad. En medio del bosque se podía oír los sonidos de la naturaleza, como el golpeteo de las ramas de los arboles causadas por el viento, el aleteo de las aves nocturnas, las canciones de los pequeños grillos que saltaban por todo el lugar, y el brillo incesante de las diminutas luciérnagas.

Era un ambiente tan... pacifico.

— ¡Mami! ¡Mami!

El tranquilo silencio fue roto por unos fuertes gritos, los cuales provenían de una pequeña cabaña ubicada en medio del bosque. Era una pequeña residencia, aunque no era de gran tamaño, era lo suficientemente cómoda para mantener una pequeña familia.

Los animalillos que estaban por el lugar escaparon apenas oyeron los estridentes gritos. Dentro de la cabaña se podía escuchar una rápida secuencia de pasos, éstos eran tan rápidos, pero no lograban recorrer una gran distancia. Un niño de unos seis años iba corriendo por toda la residencia con dirección a la pequeña salita, detrás de él iba otro niño un poco mayor, de unos ocho años. El mayor intentaba alcanzar a su hermanito, solo lo logró cuando llegaron al lado de sus padres.

Apenas llegaron, el pequeño salto sobre su madre y le gritó: — ¡Mamiii!

La mujer solo pudo recibir a su hijo, una vez que lo tenía bien sujeto pudo hablar — Pero mi niño... ¿Qué haces aquí tan tarde?... Deberías estar en la cama — su vista se dirigió al segundo niño, el cual se sentó al lado de su padre —. ¿Qué sucedió?

El mayor de los niños solo se encogió de hombros mientras respondía: — El insistió en venir, dijo que quería que le cuentes una historia antes de dormir, no pude hacer nada para detenerlo.

La mujer, al entender lo que sucedía dio un suspiro cansado: — Ya veo... — volvió a mirar directamente a su hijo pequeño — ¿No puede ser mañana?... ahora estoy un poco casada.

El infante se limitó a agitar la cabeza de un lado a otro rápidamente: — ¡No!... Por favor... quiero que me cuentes una... sino, no podré dormir.

La expresión del niño era tan lastimera, era como si de un momento a otro se echaría a llorar por que no le cumplieron su capricho. La madre del pequeño sabía que, si continuaba negándose, nada bueno saldría de eso.

Derrotada. Se puso de pie con el pequeño en brazos, giro sobre sus talones y se paró frente a su esposo e hijo.

— Sera mejor que vaya... sabes cómo se pone si se encapricha con algo.

Una pequeña sonrisa se posó en los labios del mayor, este también se puso de pie y tomo a su hijo mayor en brazos mientras respondía suavemente: — No te preocupes, te acompañare... estoy seguro que este pequeñín — dijo refiriéndose a su segundo hijo — también quiere oírla.

La mujer le devolvió la sonrisa, y comenzó su recorrido. Ambos llegaron a un pequeño cuarto, al medio de este había una diminuta cama. Ambos acostaron los niños en esta, aunque el lecho era muy chico, era lo suficientemente grande para contener a ambos hermanos.

El hombre se dirigió a un rincón del cuarto y trajo dos sillas del lugar, tendió una a su esposa, mientras que él se sentaba en la segunda.

La dulce dama levanto una de las mantas que había en el pequeño armario, posiciono la silla justo al lado de su esposo y se sentó. Con la cobija se cubrió tanto sus piernas como las de su pareja, una vez cómodos pudo hablar.

— Quieres que te cuente una historia, ¿verdad?

— ¡Si! — el chiquitín estaba muy entusiasmado, el brillo en sus ojos lo denotaba.

LUNA DE SANGRE (SASUNARU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora