CAPITULO 4

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Un fuerte llanto se hacía oír por todo a habitación, incluso traspasaba las paredes y hacia que el sollozo cubriera toda la residencia.

Y ahí estaba, una mujer de larga cabellera negra intentaba tranquilizar a la pequeña criatura que lloraba tan desconsoladamente.

— Shhh... shhh... calma... tranquilo, ya no llores — la mujer hacia todo lo que estaba en sus manos para poder calmar al niño.

Su voz era suave y tranquila, pero aun así no funcionó con el pequeño. Ya quedándose sin ideas, empleó su último recurso.

Comenzó a cantar.

La canción era tan hermosa, y la voz de la mujer la hacía aún mejor. El menor fue aplacando el llanto, poco a poco la calma volvía al lugar.

Para cuando la mujer terminó la canción, lo único que se escuchaba eran unos pequeños jadeos de la criatura, los cuales eran vestigios de su sollozo anterior. Sus pequeños ojos estaban cerrados, no faltaba mucho para que cayera en un profundo sueño.

Una vez que la pequeña criatura se había quedado profundamente dormida en los brazos de la morena, ésta lo deposito con sumo cuidado en su cuna y simplemente se le quedo observando.

Sus ojos reflejaban dolor y tristeza, pero también un sentimiento de nostalgia se hizo presente en su rostro.

— Eres muy buena con los niños — una voz se hizo oír desde la puerta de la habitación, la pelinegra se dio la vuelta y vio a su esposo parado en el lugar — sin mencionar que... esa canción fue muy hermosa... Mikoto.

— Fugaku... — al escuchar su nombre, el hombre avanzó a paso lento hacia su esposa.

Al llegar, rodeo su cintura con uno de sus brazos para poder contemplar al menor junto a su compañera.

— No fue nada fácil... — continuó la azabache — me dio mucha batalla.

— Lo se... su llanto se escuchaba por toda la casa — el tono que empleaba era algo burlesco — fue un milagro que los niños no se despertaran.

— Tienes razón... sobretodo Sasuke... — una suave sonrisa decoró su rostro — solo le lleva unos meses a Naruto — decía esas palabras mientras acariciaba suavemente la mejilla del pequeño — hasta se le hubiera unido — dijo para finalmente soltar una pequeña risa.

— Dejémoslo dormir... — decía el mayor mientras se dirigía a la puerta. — Además... venía a decirte que ya llegó.

— Ya veo... vamos.

Ambos abandonaron la habitación del pequeño, y la cerraron con cuidado, no querían volver a despertarlo.

Para después dirigirse hacia la sala.

Ahí los esperaba una mujer algo mayor, sus rubios cabellos estaban atados por dos coletas bajas. Su piel era blanca la cual resaltaba sus hermosos ojos castaños. También tenía algo que muchas mujeres podrían envidiar, la mujer estaba muy bien dotada, y su rostro era muy agraciado a la vista, lo único que no le ayudaba era... la edad.

Se notaba que la mujer rondaba por los cincuenta y más de una arruga estaba dispersa por su rostro, y también varios mechones plateados teñían su cabellera.

La mujer al ver a los dueños de la casa, se puso de pie y los saludó, sobre todo a la pelinegra.

— Mikoto... ha pasado mucho tiempo — dijo antes de acercarse a la pelinegra y rodearla en sus brazos.

— Tienes razón... Tsunade — correspondió el abrazo con igual intensidad.

Sin embargo, una oleada de recuerdos la inundo y no pudo frenar las lágrimas. No solo ella, la rubia también sufría de esas escenas que se grabaron en lo más profundo de su mente.

LUNA DE SANGRE (SASUNARU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora