Truco N° 7: Anotación

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Truco N° 7: Anotación

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Era de noche y hacía frío, eso no había cambiado desde que salí detrás de mi pequeña humana por la puerta trasera de la casa. Era terreno desconocido, no solo para mí, me di cuenta de que Sophie comenzaba a perder velocidad y seguridad en su andar. Yo lo sabía, no era buen plan.

Lo malo era que Nina seguro no había tenido éxito en llamar la atención de Sammy, porque nadie había venido a detenernos en nuestra huída. Éramos los dos solos, mi ama y yo, por este lugar oscuro y lleno de olores desagradables.

El suelo, las paredes y los árboles a nuestro paso estaban repletos de las marcas territoriales de perros y gatos. Todos parecían huir al notar la presencia de mi ama, la verdad es que no los culpé por eso. Para los animales callejeros el peor peligro lo representan las personas.

Un perro enorme y de color marrón comenzó a seguirnos. Al principio, nos observó de lejos, luego se acercó a Sophie moviendo su cola y se nos unió. Unos horribles celos me carcomieron. Nadie lo había invitado. Igual no parecía agresivo con mi ama o conmigo. De todas formas, comencé a entender la reacción que tuvo Nina cuando yo me volví parte de aquella familia.

Caminamos sin detenernos, evitando las calles concurridas. Sophie no deseaba ser encontrada todavía, el can y yo estuvimos en silencioso acuerdo con eso. Los desconocidos no podían ser confiables.

Con respecto al grandote, mi recelo no duró demasiado y al rato ya estábamos haciendo un intento por comunicarnos. Al parecer estaba acostumbrado a los felinos, en su anterior hogar había habido uno hasta que, por una mudanza, los habían abandonado a ambos. Por mi poca experiencia en las calles y la amargura del perro, no necesité saber lo que había sido del otro minino.

Mientras tanto, mi humana se enterneció al vernos intercambiar sonidos. Hubiera deseado que fuera capaz de conversar con nosotros también. Seguimos camino, sin interrupciones. Parecía algo tarde para que la niña estuviera despierta, su rutina no solía durar tanto. Las calles estaban desiertas, oscuras, y no había signos de que nadie viniera por nosotros. Comenzaba a preocuparme de verdad.

De pronto, nos instalamos en un callejón que Sophie consideró buen escondite. Solo nos distrajimos con los chillidos lejanos de algunas ratas

—Tranquilo, Nino —me consoló sin mucho éxito—. Lo importante es esperar sin que nadie nos vea para que mami tenga tiempo de avisarle al mago. —Yo seguía convencido de que no era seguro estar allí. Ella se dirigió al grandote, pensativa, a la vez que le extendió algunas galletas que sacó de su mochila—. Y tú, perrito… tengo que ponerte un nombre. Te llamarás Guardián.

Vaya originalidad. Nuestro nuevo compañero la miró incrédulo, hasta que aceptó con resignación el apodo, junto con el bocadillo. Yo hubiera reído con ganas de no ser porque…bueno, porque no tengo idea de cómo hacerlo. De mis celos no habían quedado ni los recuerdos, soy un gato sociable y no puedo evitarlo. Al menos habíamos conseguido protección inmediata. Lo que no sabíamos era qué podía ocurrir con este plan absurdo. Guardián dijo que todo sería más seguro para mi humana cuando volviera la luz del sol. El desafío era hacer que durara toda una noche sin buscarse problemas. O que los problemas nos buscaran a nosotros.

No hubo cena. Ella repartió algunas galletas más, que Guardián devoró con desesperación pero yo rechacé. Los dulces no son lo mío. El rincón detrás de un contenedor gigantesco de basura maloliente se convirtió en nuestro escondite final.

Por el camino (Crónicas Gatunas # 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora