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Truco N° 1: Comienza el juego
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Uno diría que no hay muchas cosas interesantes en la vida de un felino. Sin embargo, nosotros no tenemos la misma medida que ustedes, los humanos. Llevamos nuestra existencia de un modo más relajado, tranquilo. Las pequeñas cosas son las que hacen nuestros días.
El rebotar de una pelotita de goma, el aroma del balanceado, el ruido de las croquetas al caer desde la bolsa hacia nuestro plato. El agua fresca del bebedero, recién servida. La voz cantarina de nuestras compañías humanas, hablando en un lenguaje que, al principio, es incomprensible para nosotros y luego se convierte en algo transparente. Porque nosotros sabemos leer la felicidad, la tristeza, el amor, la desolación y la esperanza. Tenemos la capacidad de detectar con nuestra visión especial el más mínimo cambio en la oscuridad. Podemos vigilar el acompasado movimiento que hacen nuestros amos al respirar, así nos acomodamos en los pies de sus camas y dormimos en paz.
Nuestra fidelidad es distinta a la de los perros, sin embargo es tan real como la de ellos.
Ustedes dirán que soy muy reflexivo para ser un simple gato. No es así, por lo general no me tomo mucho tiempo para estas cosas, lo que ocurre es que me encuentro en lo que el temible veterinario llama "estrés por traslado".
Me están llevando, junto a mi hermosa compañera Nina, a Nueva York. Al otro extremo del país. La costa este, como dice en tono soñador nuestra humana, Samantha Blake. Ella es Sammy, para nosotros. Y junto a ella viene Sophie, su hijita.
La pequeña es adorable, me ha cantado por horas para que me tranquilice. No ha sido nada fácil soportar esta jaula plástica junto a la malhumorada de Nina aunque, con esa niña de cabellos claros y ojos brillantes, todavía en estas condiciones puedo divertirme.
Sammy ha estado al volante en este cacharro metálico que ella llama automóvil, hasta que nos subieron a una cosa horrible que me contaron que surca los cielos. No lo imagino posible, deben haberme mentido. Esas tortugas del contenedor del frente se veían un poco mentirosas. Nos dormimos con Nina mientras íbamos pasando por una especie de cinta móvil, en un lugar atestado de humanos. Despertamos en un sitio oscuro lleno de cajas con otras mascotas, para luego ser entregados en manos de nuestra ama. Y otra vez al cacharro.
Creo que el mundo se ha puesto patas arriba unas cincuenta veces desde que subimos aquí. Ha sido espantoso. Lo peor, creo yo, ha sido la ignorancia de mi amada Nina. Es una gata muy terca, ella es quien peor la ha pasado con este viaje y no ha dejado que me le acerque. He terminado con un par de arañazos en mis orejas en el último intento. Lo bueno es que por fin pudimos tocar tierra hace un rato.
Sigo atontado por alguna extraña razón, me parece que dormí mucho. Y Nina no quiere admitirlo, pero la he visto tambalearse un poco. No diré nada, fingiré que le creo que está en perfecto estado. Porque ella es perfecta, bajo cualquier condición. Es la felina más digna y orgullosa que existe en este pequeño mundo. La única que conozco, sin embargo estoy seguro de que no hay otra igual.
Durante el camino hacia lo que dijeron que sería nuestra nueva casa, escuché algunas anécdotas sobre el tal Dylan Skeen. Y, con todos mis celos peludos, noté el repentino interés de mi amada Nina en ese sujeto. No la había visto así de entusiasmada antes de ese extraño programa de televisión, en el que presentaron el debut de ese humano en el equipo de las grandes ligas.
Entonces comprendí muchas cosas. Desde la fascinación de mi compañera gatuna por la pelotita naranja, hasta el amor de esta familia por los programas de deportes. Sentarse en el sofá a observar a un montón de sujetos corriendo detrás de una pelota, con el fin de encestarla en un aro, no me parece de lo más inteligente. La única vez que expresé mi desdén, terminé lamentándolo mucho. Estoy seguro de que bajé mucho de nivel ante los ojos de mi amada distante.
Ya estábamos aquí, en esta enorme ciudad, a punto de llegar a una casa diferente a la del pueblo. La abuela se había quedado allá, solo nosotros cuatro vinimos por ese camino interminable.
Estábamos abandonando la porción más atestada de gente, ya no había tantas casas gigantes que llegaban hasta el cielo y más allá. Por suerte, el paisaje comenzó a parecerse al de nuestro hogar anterior. Nina estaba tensa, pero no de una mala manera. No sé cómo explicarlo, solo diré que parecía alegre y a la expectativa. La esperanza y el entusiasmo de las dos humanas flotaban en el aire, junto con la imparable cháchara sobre "el Mago" Skeen. Porque así le dicen en la tele, cuando lleva la pelota naranja hasta el aro en lo alto.
El mago, sí claro. No ha aparecido, ni se ha comentado que haya hablado jamás a la casa, pero ha logrado que hagamos este viaje, que Sophie se ilusione, que Sammy sea trasladada a un lugar lejano y que no veamos más a la abuela por un tiempo. No estoy nada contento.
Por fin se detuvo el cacharro y mi pequeña ama corrió a bajar nuestra jaula. Un par de humanos nos estaban esperando frente a la casa, sin embargo algo no estaba bien. El tal mago no estaba por ninguna parte. En su lugar, una mujer de perfume apestoso en ropas de lo más extrañas, acompañada de un hombre mayor de sonrisa forzada salieron a nuestro encuentro.
El desconcierto no fue solo mío, lo supe de inmediato. La desilusión de mis humanas fue notoria, incluso la de mi compañera felina. ¿Dónde estaría el tal Dylan? ¿Por qué no habría venido a recibirnos?
No lo sabíamos, todavía quedaba mucho por recorrer. Recién era el comienzo.
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Por el camino (Crónicas Gatunas # 2)
RomanceSamy y la pequeña Sophie han decidido hacer un viaje a la gran ciudad, en busca de un misterioso mago que maniobra una pelota anaranjada. Y, al armar las maletas, nos han arrastrado a Nina y a mí en esta locura. *Continuación a Desde la Ventana* ***...