CUARENTA Y OCHO

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Camila POV.

—¿Puedo esperar aquí si quieres?— me preguntó mi novia cuando bajamos del coche

Miré mi alrededor, estaba justo como lo recordaba. Sofi salió de la parte de atrás, y suspiró. Estaba ansiosa.

—No— negué con toda seguridad porque quería hacer esto con ella— necesito que vengas conmigo

—De acuerdo— asintió sin más y me acompañó junto con Sofí por aquel camino reconocido.

La última vez que estuve aquí, yo era otra, estaba rota, me sentía como una gran perdedora; pero hoy no era así. Mi panorama era diferente al de la última vez. Yo era una mujer con una carrera y un gran futuro en el mundo empresarial.

Después de unos minutos caminando, nos detuvimos en aquel lugar con pasto verde, al lado de aquel árbol con una sombra refrescante. Aquí estaba, había venido otra vez.

Miré a Sofi y ella buscó también mi mirada. Ella me había dicho que nuestro padre nunca la había traído, que nunca había venido por su cuenta porque no conocía; pero estaba aquí. Esta era su oportunidad de despedirse como se debía.

Asentí para alentarla a que dijese lo que sentía; porque sabía que ella la oiría. Me sonrió y miró a la tumba con aquella leyenda sobre ella.

—Hola mami...


Narrador Omnisciente.

Oscuridad, ira, dolor; son solo palabras bonitas. Ni siquiera podría asemejarse a lo que en realidad estaba sintiendo en aquella sucia y oscura celda.

El hombre de cincuenta años ya estaba acabado, su vida estaba igual de arruinada que su cara, que lo hacia agonizar cada que le daban esas pulsaciones de dolor. Pero no era su culpa, eso era lo que Alejandro sostenía.

Nada de esto estaría pasando si hubiese acabado con su estupida y mal agradecida hija mayor; ella lo había arruinado, por ella estaba pasando todo ese infierno. El rencor y el odio lo habían tomado por completo, porque Camila le había quitado todo lo que tenía.

Le habían quitado a su esposa, su único amor, aquel por el cual mataría, pero aquel mismo que ya no era capaz de tener; le había quitado su libertad, al meterlo en esa celda que solo retenía la verdad a la que se enfrentaría después: una celda peor; le estaba quitando a su pequeña, la princesa por la cual había luchado todos estos años para mantenerla a salvo de su egocéntrica hermana, y que no había tardado en volver y convencerla de seguir sus pasos; y por supuesto le había provocado esas horribles cicatrices a las cuales se tendría que acostumbra por el resto de su vida.

Deseaba matarla, o por lo menos, que se quedara dentro de su pequeña vida de abominación, la cual había elegido vivir; pero no, Camila era egoísta, ella quería todo lo que era suyo. Solo había durado unos años fuera para que regresara arrasando con todo lo que tenía; y lo peor, había venido con esa perra hija del demonio.

Lauren Jauregui, sólo mencionar el nombre le generaba repulsión. Aquella mujer que no había sido capaz de regresar al agujero del que había venido, y que había arrastrado a su hija a la voz del sufrimiento y la perdición, la misma mujer que le había destrozado la cara. La misma mujer a la que deseaba tener en sus manos para estrujar su cuello de una buena vez, y mirar sus ojos agonizantes, pidiendo piedad sin tener oportunidad alguna de compasión.

Estaba arruinado, y ese par eran quienes lo habían arruinado. No tenía nada más por qué luchar, todo lo había perdido ya; sabía que cuando regresara a aquella corte solo sería para escuchar su sentencia, y que después de eso; todo acabaría, Camila se iría con su perra, llevándose a su hijita con ella y fingiendo ser felices; ¿y el? Moriría en una cárcel sucia y horrorosa.

Encuentro No Deseado (E2) -- CAMRENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora