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____ siempre fue una chica que atesoró el espacio personal que su cuarto le ofrecía, y que a pesar del amor que le entregaba a su familia, existía en su interior cierto odio hacia el hecho de que sus padres invitaban a chicos a casa intentando buscarle novio porque, sinceramente, las relaciones extra-familiares no eran lo suyo.

Éste había sido uno de esos días. ____ se encontraba echando de su cuarto a un chico mas o menos de su edad (si, porque no bastaba con traerlo a casa, sino que le daban el permiso de entrar a su cuarto así porque la vida es bella), unos 18, cabellos rubios, raspado a los lados y levantados arriba, al estilo estadounidense, delgado como una vara y solo un poco más alto que ella. Este no había sido tan difícil de sacar, bastó un pisotón de los más duros en su pie y ya lo estaba sacando agarrado de la parte de atrás de la sudadera que traía el chico.

____ era una chica delgada pero con las curvas necesarias, no muy alta para ser exactos, cabello largo hasta las caderas, color gris en la punta y un poco más oscuro a medida que se acercaba a la raíz, llegando al negro. A pesar de ser tan severa se consideraba una chica agradable, solo tenías que conocerla y realmente caerle bien.

____ se asomó en la puerta y le gritó a su madre desde las escaleras que daban a la sala del piso de abajo.

—¿En serio mamá? ¿Estilo estadounidense? ¡Ni siquiera me gustan los rubios!

—Bueno, tenía que probar, ¿no?

Le había respondido recibiendo al pobre chico que seguro aun estaba cojeando. No era su culpa, era de su madre por ser tan terca, aunque de tal palo tal la astilla.
╮(. ❛ ᴗ ❛.)╭

____se había tirado en su cama buscando consuelo de su peluche preferido a la que había bautizado con el nombre de Lola, eventualmente era una vaca, solo que a ésta no le faltaba el rabo, sino una pata.

—¡AAGGGHHH! ¿Cuánto más debo aguantar esto Lola? ¡¡Lo odio!! Odio cada vez que hacen eso. ¿Qué no pueden dejarme tener una vida estudiantil tranquila?

~•°•~

El sonido de su teléfono la despertó en la mañana del siguiente día, de tanto pelear consigo misma por las acciones de su madre había terminado dormida. Era Fani, su única amiga, la única que a pesar de no vivir lo mismo que ella, siempre se ponía en sus tacones. Bajó a la sala para llamarla, era fin de semana así que tenía el día libre, vio a su madre en la cocina preparando el desayuno.

—¿Qué hay hoy para desayunar?

—Lo mismo de ayer.

—¡¿Waffles?! ¡Que bien!

Tomó el teléfono y subió las escaleras de regreso a su habitación, marcó el número de su amiga y al instante respondió una voz animada, quizá demasiado para lo temprano que era.

—¡Hola amiga! ¿Cómo estás?

—No tan animada como tú, por lo que veo te va bien con Jordan, ¿me equivoco?

—Para nada, es un chico fantástico, es gentil y muy dulce, solo que a veces me preocupa porque es muy caliente y anda tocando lo que no debe en donde no debe.

—Yo te lo advertí, y tú no quisiste escucharme.

—¿Qué sucedió? ¿Otro chico a casa?

—Si... —pasó su mano disponible por el rostro intentando aliviarse—. Ésta vez un rubio, era un saco de huesos, no había nada de musculatura en él. Un rubio Fani, ¡un rubio! con lo mal que me caen.

—Tranquila, hasta ahora sólo había llevado castaños, ¿no es así? Eso quiere decir que ésta vez está buscando cosas diferentes, quizás te lleve al pelinegro de tu vida.

Say My Name (Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora