Arrebato

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¿Qué diablos le pasaba? Coquetear era una cosa, pero había estado a punto de dar un paso mucho más allá. Katsuki cruzó la puerta de su suite mientras se desabrochaba la camisa de algodón, se estaba maldiciendo desde que abandonó aquel romántico escenario de la playa hacía unos minutos, pero es que había sido una escena mágica, antes de la oportuna o inoportuna, llamada de Camie según se mirara, había estado a punto de besar a Izuku. ¿Besar a Izuku?

Era su ayudante y ni una sola vez durante el año que llevaba trabajando para Bakugou Enterprises, había sentido el deseo de intimar con él, pero aquella noche, la embriagadora combinación del sexy atuendo de Izuku, la playa vacía, la cena y el arpa que él había programado, le hizo preguntarse que estaría tramando.

¿Por qué diablos estaba sintiendo aquellas cosas nuevas por Izuku? Sobre todo ahora que estaba a punto de firmar un acuerdo multimillonario y no podía permitirse ninguna distracción. Katsuki agarró el teléfono de la mesilla de noche y marcó el número de la habitación de Izuku.

— Hola —

Maldición, incluso su voz le hacía pensar en sexo en la playa — Necesito mi plan de esta semana —

— ¿Ahora? — preguntó él

— Hace cinco minutos — Katsuki colgó el teléfono, molesto consigo mismo por ser antipático, pero más enfadado todavía con Izuku por jugar con su libido.

Un minuto más tarde llamaron a la puerta con los nudillos, Katsuki cruzó el suelo de cerámica color coral, abrió la puerta y se alejó, esperando que Izuku le siguiera. Atravesó la doble puerta para entrar en la zona del salón y se dio la vuelta, maldición, seguía llevando aquel atuendo que hacía maravillas con su cuerpo, sobre todo con sus piernas, lo que le hizo recordar que él todavía tenía la camisa abierta.

Izuku levantó la carpeta que tenía en la mano — Tienes una reunión con un contratista mañana a las once. He quedado en... —

— ¿Qué diablos está pasando? —

Izuku dejó caer la mano — ¿Cómo? —

— La playa, la cena íntima, esto es algo más que una investigación para la luna de miel —

Él puso la mano en una de sus redondeadas caderas — No sé qué estas insinuando, pero suéltalo ya —

— Primero la exhibición en el toro mecánico — comenzó él, mirándolo — luego intentas librarte de este viaje de negocios cuando más te necesito y luego apareces en la puerta de mi habitación como si fueras el sexo envuelto en una sábana. Si Camie no hubiera llamado antes, podríamos habernos... —

Izuku alzo una ceja y sonrió — ¿Qué, Katsuki? ¿Me habrías besado? ¿Es eso lo que te tiene tan preocupado? — le espetó, poniendo un dedo en su pecho, debido a la cercano que estaban

La pasión de los ojos de Izuku, el color de sus mejillas y el dulce perfume floral que lo rodeaba hizo que le agarrara el dedo, tiró de ahí hasta que lo sintió contra él, la sonrisa de Izuku quedó sustituida por una mueca de sorpresa. Katsuki no esperó a escuchar otra respuesta impertinente, cubrió su boca con la suya y mando al diablo las consecuencias. Necesitaba sentirlo, saborearlo y, maldita sea, sabía tan bien como olía y como se veía.

Izuku se resistió durante dos segundos enteros antes de agarrarse a sus bíceps con una mano mientras que con la otra se agarraba al cuello, las yemas de sus dedos juguetearon con su pelo.

Cuando Katsuki le deslizó la lengua entre los labios abiertos, él gimió y respondió a sus exigentes besos, sí que estaba lleno de sorpresas. La pasión que había visto en sus ojos era real y se entregaba libremente, pero Katsuki quería más. Como tenía la camisa todavía desabrochada, sólo les separaba la delgada y fina tela de la playera de Izuku, podía sentir sus pezones y aquello bastaba para volverle completamente loco ¿Quién hubiera imaginado que habría tanto fuego detrás de su inocencia?

¿Por amor o por negocios?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora