Renuncia

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Katsuki se quitó la ropa y se metió de nuevo en la cama, agradecido de que Izuku siguiera durmiendo y se tomó un instante, como había hecho antes cuando lo dejó una hora atrás, para admirar su sencillez, su belleza inmaculada, era maravilloso en todos los sentidos. La piel blanca, suave, unas sutiles ondas verdes desparramadas por la blanca almohada, los labios carnosos ligeramente entreabiertos. Si, le había costado trabajo dejarla aquella mañana, pero tenía otra llamada importante que hacer y debía asegurarse de que llegara el paquete.

Tumbándose a su lado, Katsuki apoyó la cabeza en una mano y le pasó el medallón por el pecho; que habían quedado al descubierto porque la sábana se le había deslizado hasta la cintura, Izuku gimió y se revolvió al sentir el tacto frío y Katsuki sonrió, era tan maravilloso verlo dormido como despierto, el sutil modo en que se le elevaban las comisuras de los labios cuando se estiraba, la sensualidad con la que las pestañas le daban contra las mejillas, dios, ¿Por qué nunca se había fijado con anterioridad en esos aspectos de sus compañeros de cama? Porque nunca se había quedado el tiempo suficiente en la cama con ninguno, nunca había querido hacerlo hasta ahora y eso afirmó la decisión que había tomado antes, la importante llamada al padre de Camie.

Deslizó el medallón arriba y abajo una vez más, complacido al ver que abría los ojos y los clavaba en él.

Izuku sonrió y extendió los brazos— Buenos días —

— Sí, son buenos días —reconoció Katsuki deslizándole el medallón

— ¿Qué es esto? —

— Es tuyo — alzo el medallón para que lo viera — No tienen ni un defecto, como la mujer que las poseía antes y como el adorable chico que me gustaría que lo llevara ahora —

Izuku abrió muchos los ojos — ¿Son... eran...? —

— Las relicario de la madre de mi padre — Katsuki se sentó y tiró de él para colocárselo alrededor del cuello — Perfecto, sabía que te quedaría bien —

Él alzó la mano en gesto instintivo para tocarlo — ¿Viajas con ellas para ver si tienes la oportunidad de regalárselas a alguien? —

Su descaro no cesaba de admirarlo — No, estaban a salvo en mi casa, le pedí a mi ama de llaves, en la que tengo plena confianza, que me las enviara aquí —

A Izuku se le quedó congelada la mano en el relicario y clavó los ojos en los suyos — ¿Cuándo has hecho eso? —

— Ayer por la mañana, antes de que subiéramos al avión —

Izuku escudriño su rostro durante un instante sin decir nada, ¿se había quedado sin palabras? Nunca había presenciado algo así, pero lo que más lo impactó, fue cuando se le llenaron los ojos de lágrimas, le rodeó el cuello con los brazos y estuvo a punto de tumbarlo en la cama.

Seguramente Izuku se había dado cuenta de la importancia del momento, no quería que pensara que se tomaba a la ligera su regalo de amor y el hecho de que él no estuviera preparado para decir las palabras, no significa que no pudiera mostrarle de otras formas lo mucho que le importaba. Las lágrimas cálidas cayeron sobre sus hombros desnudos, pero Katsuki sintió sus emociones hasta el fondo del corazón.

Lo sujetó con más fuerza — Entiendo que te gustan, ¿verdad Deku? —

— Me encantan — Izuku se recostó secándose los ojos — Lo siento, no era mi intención llorar, soy un llorón terrible —

Katsuki le tomó el rostro entre las manos, acariciándole las húmedas mejillas con los pulgares — Eres precioso hagas lo que hagas —

Él volvió a sujetar el relicario y sonrió — Mi madre tenía unas perlas, no eran tan caras ni tan perfectas, pero eran sus joyas favoritas —

¿Por amor o por negocios?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora