Capítulo Dos: Sakizuke

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"ALFA! ¡AYUADAME!"

Hay garras de pánico en su pecho, encogiendo sus pulmones hasta que lucha por respirar. Tiene que salir de aquí, tiene  que escapar... ¿Pero cómo? Está atrapado; sus piernas pegadas entre sí, con el brazo atrapado a su lado, mano a la cara, y se fija a los cuerpos, los cadáveres de los Omegas muertos a su alrededor.

Está bien, está bien. Esto va a doler, pero solo hay una salida.

Dolerá, pero si no escapa, morirá.

Roland Umber tiene dos hijos, y los tuvo por parto normal, para ambos. No es ajeno al dolor. Pero desgarrando sus propios muslos, arrancando grandes trozos de carne del músculo brillante, dibuja un grito sollozante de su garganta. Su mente gira y la habitación se desvanece en la oscuridad por un momento mientras pierde el conocimiento.

Despierta de nuevo.

Todavía no es libre. El dolor es temporal. Su vida está en juego.

Él no puede dudar. 

Si duda, el dolor será demasiado fuerte, el miedo demasiado fuerte y se dará por vencido.

Roland tira de su brazo hacia arriba, ignorando el sonido de estiramiento, la división de la piel. Será grotesco, pero estará vivo. Se deja gritar de nuevo, se deja llorar, el sudor se mezcla con lágrimas en su rostro mientras sus ojos brillan dorados, la esclerótica blanca inyectada en sangre mientras los capilares estallan bajo presión.

El terror lo impulsa, disparando adrenalina a través de él en oleadas agudas. Se adelanta, listo para ponerse de pie, y la agonía estalla nuevamente. 

Joder, no...

Está cosido al cuerpo a su lado. Cosido al cadáver a su lado.

>>A la mierda esta mierda Joder esto. Joder esto, estoy llegando a casa. Estoy llegando a Tara, a mis hijos...<<

Una imagen de su Alfa flota ante sus ojos, y Roland aprieta los dientes lo suficiente como para hacer que sus oídos suenen. Se aleja del Omega muerto, aullando cuando el grueso hilo se tensa, negándose a romperse. 

>>No, no, ¡vamos...!<<

Su piel cede primero, alejándose de su costado en una gran franja. 

JODER...

El dolor es tan agudo, tan intenso que tiene que tomarse un momento para respirar, aspirando el aire frío y maloliente profundamente en sus pulmones encogidos.

>>Joder, joder, joder, joder...<<

Casa. Tiene que llegar a casa. Tiene que salir de aquí. Solo un poco más y estará a salvo.

Aferrándose a su creencia y temblando de frío y conmoción, Roland se tambalea entre los cuerpos de los Omegas sin vida a su alrededor. Golpea la puerta del silo de granos y gruñe cuando escucha el ruido de un candado.

NO.

Chocando contra el metal con su hombro ileso, el desesperado Omega cae en la noche helada cuando la puerta cede bajo su peso. Las rocas afiladas cortan las plantas de sus pies y él tropieza, su sangre humea en el aire amargo.

The Reckoning {Larry Stylinson (Traducción)}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora