IV. Ganar o ganar

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Una luz daba vueltas sobre mí, poco a poco iba tomando forma de un foco blanco con forma de espiral.
Me senté, estaba en una habitación de hospital con una aguja de suero en mi brazo. La saqué sintiendo algo de dolor.

Tenía una bata de tela, solo eso y en el suelo habían una pantuflas de algodón y con la forma de piñas. Me las puse, al acercarme a la puerta vi a varias enfermeras dar vueltas con papeles, empujar a pacientes en sillas de ruedas y charlar entre ellas.
—Ya despertarte cariño —dijo una de ellas al verme—. ¿Te sientes mejor? Tus padres llegarán en unos minutos Y por cierto, ya les comuniqué lo de tu accidente.

—¿Accidente?

—Después de esto, no creo que te dejen conducir de nuevo, no al menos en mucho tiempo.

Las palabras del director de realidad virtual volvieron a mi mente:
Una serie de retos, desde lo emocional hasta lo físico; deben vencerlos todos para llegar al último: la batalla oficial entre las unidades. El vencedor será el elegido.
Ya entiendo lo que quiso decir.

Salí del hospital acompañada de una pareja que decían ser mis padres, lejos de ser una pareja feliz parecían a punto de divorciarse. Discutían entre ellos por lo más mínimo.

El sol brillaba en lo alto, en el centro de la calle había una fuente de agua cristalina que se elevaba y bajaba en forma de zigzag horizontal. Alrededor de ella una hermoso jardín bien podado adornado de flores daba color al paisaje.

—Tú tenías que cuidar de tu hija, yo estaba trabajando.

—Tú eres su padre, yo ya me encargo de Lalo como para cuidar también de ella.

Abrí la puerta del coche, dentro un niño pequeño jugaba con su peluche.

—Mamá, mamá— dijo al verla.

— Estoy harta, Lucía limpia la casa, Lucía cuida de los niños, Lucía ve a trabajar, Lucía bla bla bla...

—¿De que te quejas? Llegó cansado de trabajar y todavía tengo que pelear contigo...

Dejé de escucharlos, mirando por la ventana recordaba las fotografías que me mostraba mi abuelo donde el mundo aún era bello, donde se podía ver aves en el cielo y peces en el mar.
Las palabras sabias de mi abuelo revoloteaban en mi mente: "los humanos destruyeron el planeta y a sí mismos".
Tanta razón tenía, fue un planeta muy bello en el pasado; lástima que lo que ahora veía sea una simulación.

El auto se detuvo frente a una casa blanca con una piscina y jardines.

—Estás loca Lucia, estás loca.

—No quiero hablar contigo, déjame en paz —replicó la mujer sollozando.

—Como quieras —salió del auto golpeando la puerta.

—Lleva a tu hermano a su habitación, no quiero hablar con nadie —ella salió del auto también.

No entendía cuál era la prueba, ¿que se supone que iba a hacer con una pareja que se odiaba y un bebé?
Llevé al niño pequeño a la casa y luego me encerré en la que se suponía era mi habitación. En la mesa había una fotografía mía siendo pequeña junto a la pareja.
La simulación parecía tan real.

Busqué entre los muebles y el escritorio sin encontrar nada más que cosas de una adolescente común.

Al día siguiente escuché la voz de la mujer llamando a desayunar, bajé las escaleras acomodando mi cabello cuando vi por el reflejo del espejo al hombre, este tenía en sus ojos un color azul claro, curiosamente ni el niño pequeño ni yo teníamos ese color. Sé que no éramos familia pero para ser una ilusión le faltaron algunos minúsculos detalles.

Se puso sus gafas y se sentó a la mesa al lado de su esposa mientras ella tenía en sus piernas al niño y le daba pequeños bocados de una papilla.

—Otra vez tarde Luana, tu madre te ha llamado varias veces— dijo el hombre, supongo que en esta simulación este sería mi nombre. 

—Lo siento —murmuré, pensaba que hacer o ...qué no hacer.

Había leche y tostadas en la mesa, después de mucho tiempo sentí el sabor de la mantequilla en mi paladar.

Salí de la casa, quería quedarme más tiempo en una ilusión pasada pero debía volver a la realidad. Fingí ir a la escuela pero volví y rodeé la casa; busque pistas, información pero no obtuve resultado. Escondiéndome regresé, vi por la ventana a la pareja discutiendo de nuevo y quejándose el uno del otro. Después él salio vestido de traje rumbo a su auto.

Esperé varias horas escondida, ya era alrededor del medio día y vi pasar el autobús escolar por lo que se supone debería de llegar a casa. Fue extraño verlo vació excepto por el conductor.

Golpeé la puerta, mamá o mejor dicho la mujer la abrió sosteniendo al niño y al estar frente a mi se quedo pasmada, palideció y sus labios temblaron. Tenía en su mirada algo que no podía descifrar. Sus piernas de doblaron y cayó, apenas tuve tiempo de tomar al niño de sus brazos.

Tras ella había una figura extraña oscura, una extraña capa de humo oscuro lo envolvía y tenia en una de sus "extremidades" algo que apuntaba al cuerpo sin vida de la mujer. Corrí hacia un sofá y me lancé tras él, el niño comenzó a llorar y me desesperé.  Mi corazón latía a mil, estaba prácticamente encerrada con alguna cosa extraña que acababa de asesinar a una mujer.

Me agache para ver por la rendija entre el sofá y el piso, la cosa extraña se acercaba a donde yo estaba.

Miré alrededor, a pocos metros estaba una mesita con dos cuadros y un vaso de vidrio con jugo; es decir no había nada que pudiera usar como arma para defenderme.

Un suave golpe sonó, seguida de una voz —Lucía, Lucía ¡que te pasa!

El amorfo(el ente extraño) se apresuró a ir tras el recién llegado, cosa que aproveché en salir de mi escondite y correr hacía la puerta. Vi al hombre ser atacado por el amorfo y el sufrimiento que le causaba, en un momento me vi tentada a ayudarle pero no sabia como. El niño en mis brazos estaba inquieto y quería llorar, aproveché los pocos minutos de distracción del ente y pasé por su lado. Me dí cuenta de que al lado del hombre estaban tiradas as llaves de su coche, las recogí y sin perder más tiempo salí disparada hacia afuera.

Encendí el motor y observé por la ventana a varios de esos "extraños" salir de las casas vecinas. Aceleré temblando, el niño que aún lo tenia sentado en mis piernas estaba llorando y eso me ponía mucho más nerviosa.

Al ver por el retrovisor se acercaban más, eran unos tres o cuatro que se desplazaban por el suelo muy rápido, tarde o temprano iban a alcanzarme. Llegué al centro de la ciudad, todo era un caos puesto que estos estaban allí en cantidades arrolladoras. Di la vuelta arrepentida, ahora me seguían muchos más.

Holaa! ¿Como están linduras?

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