8. El despertar.

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Poco a poco voy despertando, noto que estoy muy cómoda a pesar de estar literalmente en el suelo, me remuevo un poco y también noto que Will me tiene rodeada por sus brazos, de allí proviene la comodidad.

Me fijo en sus perfectas facciones que están totalmente en calma, recorro mi mirada por toda su cara y me permito ver descaradamente sus fuertes brazos tensados por abrazarme.

— Will. — lo llamó tocando con la punta de mi dedo repetidamente su brazo.

Él se remueve un poco pero finalmente abre los ojos.

— ¿Estoy muerto?— Pregunta con fingida preocupación. Yo lo miro extrañada.

— No...— Le tocó la frente, revisando si no se le subió la temperatura. — ¿Por qué lo dices?

— Porqué estoy viendo a un ángel.

— Qué sucede si no soy un ángel sino un demonio.

— Serias un demonio muy tentador.

Volteó los ojos divertidamente, sin poder evitar el rojo que se extiende por mis mejillas.

— Ya, levántate— Con mi ayuda lo ayudó a levantarse de la manta.

— ¿Qué haremos?— Pregunto.

— No podemos escondernos toda la vida aquí. Tendremos que salir.

¿Escondernos de quién?

Él recoge las mantas que estaban en el piso y las coloca de nuevo donde estaban, sin poder evitarlo fijo mi mirada a su espalda tonificada.

Que no se te salga la baba, estúpida.

Él parece sentir mi mirada, porque voltea y se acerca a mí con una camiseta blanca que supongo que sacó del cajón de la pared, entregándomela.

— Es hora de partir. — Yo sólo asiento y le sigo el paso, luego noto que él no tiene camisa.

— ¿Saldrás así? — Pregunto.

— No hay más en el cajón, es preferible salir yo sin camisa, que tú. — Asiento dándole la razón.

Al estar al final del túnel, se puede apreciar un resplandor de luz colarse por una puerta tapada por fuera de ramas de árboles.

— ¿Qué hora es? — Curiosa le pregunto.

El saca su celular y luego responde.

— Es mediodía. — Responde muy tranquilo.

¡¿Qué?!

El nota mi cara de pánico porque habla.

— Si es por el trabajo, no te preocupes. Estas con el jefe.

No es por el trabajo...

Salimos del túnel secreto y nos dirigimos a un auto que supongo que es de Will, no sé qué marca es porque soy pésima adivinando las marcas de los autos.

Nos montamos en ella, y puedo notar que algunas señoras lo miran descaradamente. Arrugo el ceño.

Quiten sus horribles miradas de mi hombre.

***

El estaciona el carro al frente de una linda cafetería y una señora toca el vidrio de la parte en donde se encuentra Will. El sube el vidrio y la saluda.

— Hola, Nana. — se inclina en su asiento y le besa la mejilla. — Gracias por el favor.

— No fue nada, mi cielo. — dice y le entrega unas bolsas a Will, me echa una ojeada y noto calidez en sus ojos. — Oh, Hola...Yo soy Dorothi, puedes llamarme Dory.

Algo Parecido a un Cliché.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora