Capítulo III

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Candy no podia creer la reacción de aquel hombre en cuanto los presentaron. ¿Que le pasaba?, esa tarde mientras ella caminaba distraídamente por el Hyde Park y chocó con él, sintió molestia cuando los dos jóvenes con quien andaba rieron por la manera tan desastrosa como ella cayó de bruces. Pero cuando su mano entró en contacto con la suya en el momento que la extendió para ayudarle a ponerse de pie, sintió un raro calor recorriendo todo su cuerpo y cuando habló unas cuantas palabras de cortesía, el sonido de su voz hizo que su corazón latiera desenfrenadamente. Volvió a experimentar la misma sensación, pero que se esfumó al ver la frialdad en aquellos ojos azules que no había podido sacarse de la cabeza desde esa tarde.

—Si me disculpan —Terry se giró dispuesto a salir de aquel lugar; la ira de saber que ella y la chica del parque eran la misma y que se comportara como si no lo conociera, le estaba carcomiendo su ser. Sintió deseos de sacarla arrastras de aquel salon de baile y reclamarle tantas cosas, pero no podía permitirse ser protagonista de un escándalo con la familia política de Lord Ferguson.

Todos los miembros de la familia Ardley se pusieron tensos a excepción de Elisa y Niel quien sonrieron al ver los ojos fríos con los que Terry miraba a Candy,  y la misma Candy que no entendía nada de lo que estaba pasando. Decir que estaba sorprendida era poco,  se encontraba estupefacta, al ver el cambio de actitud de aquel hombre en cuanto escuchó su nombre.

—Terry —Albert salió  tras él—no esperaba encontrarte aquí después de tantos años, pero me da gusto que así sea —dijo el rubio sujetándole el brazo tras alcanzarlo en la parte de afuera del castillo.

—Es una lástima que yo no pueda decir lo mismo —Respondió el castaño sin girarse siquiera.

El mordaz tono en la voz de Terry, hizo que Albert se pusiera alerta.

—¿Podemos hablar?

—Tu y yo no tenemos nada de que hablar Albert.

—Te equivocas amigo.

—¿¡Amigo!? —Terry rió burlón.

—¿Que te pasa Terry, por qué te comportas así conmigo?

—Y todavía lo preguntas —respondió girándose para verlo a los ojos.

—¿No te parece que quien debería estar molesto soy yo?. —Albert lo miró con seriedad —jamás llegaste a nuestra cita.

—¿Y quien dice que no lo hice? —Espetó el castaño con el ceño fruncido —de haber sabido que me llamaste para ver como Candy había logrado olvidarme, créeme que me habría ahorrado el viaje, "amigo" —Dijo con amargura.

—¿De que demonios hablas?

—Oh vamos Albert, vi con mis propios ojos como Candy salía del hospital sin su traje de enfermera del brazo de un médico y por cierto sonreía feliz por lo que sea que ése imbécil le decía al oído.

—Oh ya entiendo —Albert negó con la cabeza al tiempo que pasaba ambas manos por su dorada cabellera con exasperación.

—¿Seguirás negándolo ahora?.

—No se puede negar algo que existió en tu testaruda cabeza.

Terry comenzó a reír de manera burlona

—Aunque te rías así es, si te hubieras dignado a acercarte te habrías dado cuenta de muchas cosas.

—¿Como ver con mis propios ojos, como ella había ignorado la carta que le envié en donde estúpidamente dejaba expuestos mis sentimientos?

—Terry escucha —Albert se acercó a él —la carta que mencionas, si llegó a manos de Candy pero...

—Pero la ignoró porque ya había decidido seguir con su vida —dijo con amargura.

Recuperando El PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora