Capítulo XII

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Terry apenas podia creer que todos se habían marchado temprano de la Villa Grantchester y los habían dejado completamente solos.

Alzó a Candy en brazos y subió escaleras arriba, cumpliendo así con aquel ritual de siglos.

La sorpresa de Candy fue grande al ver que desviaban el camino, no se dirigían a la habitación que había sido preparada para ellos sino...

Al ingresar al cuarto de música, con sumo cuidado, Terry la acomodó en una silla cerca al piano, le dedicó una sonrisa intensa. La atracción entre ambos era similar a la fuerza que ejerce el hiero sobre el imán. Se acomodó en su lugar y comenzó a acariciar primero las teclas de aquel instrumento.

Tan pronto como los acordes musicales inundaron la estancia, Candy cerró los ojos y miles de recuerdos de aquel maravilloso verano en Escocia inundaron su memoria. Sus ojos se encharcaron al recordar la tarde que fue sorprendida por Terry mientras él tocaba esa misma melodía y ella estaba en una de las ramas del árbol que se encontraba justo a espalda de ella. Lo amaba, lo hizo desde el primer día que lo vio a bordo de aquel Transatlántico. Si bien era cierto él se había burlado de sus pecas, también era cierto el hecho que siempre estuvo allí para ella, defendiéndola de los ataques de Niel y Elisa. Él la amaba por sobre encima de todas las cosas, nunca le importó que ella fuera una huérfana, renunció a todo por ella, dejó el Real Colegio San Pablo para que ella permaneciera en él y de aquella manera evitar que la repudiarán de los Ardley, renunció a su posición social privilegiada y su título aristocrático —.El corazón de Candy comenzó a latir desenfrenadamente, saberse amada por Terry de aquella manera era una sensación indescriptible, inexplicable, lo único que le restaba hacer era agradecer al creador por haberlo puesto en su camino aquella noche brumosa.

Sus pensamientos se fueron a un chico rubio de ojos azul como el cielo, le agradeció en silencio todo lo que hizo por ella mientras estuvo vivo. Aunque era doloroso recordar su muerte, fue precisamente es suceso el que la la llevó a Londres. Se puso de pie y se dirigió a la ventana

Tras terminar de tocar el último acorde, Terry se giró y la vio inmersa en sus pensamientos.

—¿En que piensas Pecosa? —preguntó acercándose a ella y abrazándola desde atrás.

—En lo maravilloso que es estar vivo y mas cuando se está con el ser amado —sonrió —recordaba el día que vine a buscarte y tu estabas tocando el piano.... esa misma canción para ser exacta.

—Finalmente admites que viniste a buscarme  —su risa era burlona.

—Eres un engreído —sonrió.

—Te haré una confesión —la giró para que lo viera —era otra la melodía que tocaba, pero en cuanto te vi en esa rama —la señaló —comencé a tocar esta.

Ella sonrió —¿Por que lo hiciste?

—¿Por qué en realidad quería dedicártela a ti?

—Es muy hermosa ¿Cual es su nombre?

—Mi Tarzan Pecosa

—Pregunté por el nombre de la melodía, no por el apelativo por el cual sueles llamarme.

—Ese es su nombre

—Es una broma, ¿verdad? —Candy se echó a reír — ¿A que clase de loco se le ocurre nombrar de esa manera a una melodía tan bella, intensa, emotiva —suspiró —y cargada de sentimientos ?

—A mi —respondió él —la compuse pensando en ti —dijo Terry besando en un punto muy sensible, justo debajo de la oreja, mientras la alzaba en brazos y caminaba con ella hasta la habitación que habían preparado para ellos.

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