Capítulo 5

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Advertencias: relación chicaxchica, palabras altisonantes y demás.

Nayeon a veces soñaba con el momento en el que despertaba en el hospital, aturdida, sin saber dónde estaba ni por qué estaba acostada cuando solía estar sentada siempre

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Nayeon a veces soñaba con el momento en el que despertaba en el hospital, aturdida, sin saber dónde estaba ni por qué estaba acostada cuando solía estar sentada siempre.

Siempre.

Su orientación era un desastre en ese instante, sobretodo porque apenas recordaba algo de lo ocurrido horas atrás, su mente siendo un lío de ideas inconexas que no podía desentrañar con facilidad.

Levantó la vista, viendo que en su brazo había una aguja enterrada, y el pánico se apoderó de ella, su mano tembló cuando agarró ese extraño artefacto y se lo arrancó, el punzante dolor estallando en su brazo mientras sangre escapaba de la herida, pero no la preocupó en ese instante, sólo podía pensar en averiguar dónde estaba a pesar de que una de las primeras reglas que le habían enseñado era asesinar la innata curiosidad que podía tener.

Salió del cuarto, viendo el pasillo vacío, y al volverse a mirar por la ventana notó que era de noche. Arrugó el ceño, confundida, su cuerpo moviéndose automáticamente, y comenzó a caminar por el lugar, pensando en qué estaba haciendo allí.

Lo último que recordaba era como unas manos callosas la sostenían por las axilas, dejándola sentada en el lugar de siempre y la oscuridad hacía acto de presencia, sus piernas pegajosas, su ropita destrozada, cuando dobló en una esquina se quedó quieta.

Una mujer vestida de blanco le devolvió la mirada, sorprendida, y vio sus labios moverse, pero la pequeña niña no entendió nada.

Retrocedió cuando la mujer dio unos pasos para acercarse, asustada, pero antes de poder correr la enfermera la agarró del brazo deteniéndola.

Su primer instinto fue morderla salvajemente, gruñendo como un animalillo acorralado, y pudo ver la expresión de dolor en su rostro, pero ya la había soltado, así que se giró, corriendo de allí.

No llegó lejos, por supuesto: unos hombres vestidos de negro aparecieron, agarrándola, tratando de calmarla, pero Nayeon recordaba el miedo, el pánico, el temor. Una persona normal gritaría; Nayeon sólo lloró.

Despertó entonces empapada en sudor mientras su pecho subía y bajaba por el pánico, repitiéndose a sí misma que no estaba en el hospital, que no estaba en la comisaría, y que, por supuesto, no estaba en esa horrible casa que había sido su pesadilla durante tanto tiempo. No, estaba en su hogar, estaba en casa de sus papás y abuela, estaba a salvo.

Aún así Nayeon se bajó de la cama, su rostro empapado en lágrimas, y corrió al cuarto de sus padres, viéndolos dormidos en la cama, se acercó, titubeante, indecisa sobre despertarlos porque, a veces, producto de la bruma del sueño y del miedo, pensaba que esas personas allí acostadas también le harían daño.

-¿Bunny?

Vio a su madre abrir los ojos, media dormida, y abrió la boca, pero por supuesto no salió palabra alguna. Seulgi parpadeó, viendo a su hija de pie ante ella, y se sentó en la cama, estirando su brazo para alcanzarla.

Muñequito de porcelana •||2yeon||•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora