Posibilidades

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Le costaba distinguir si aún estaba dormida o despierta. Era un umbral en el que Serena siempre se perdía. Aun así, le gustaba quedarse del lado del mundo de los sueños porque ahí siempre estaba Seiya, ahí seguían juntos.

Pero hoy había algo diferente. Sentía su calidez junto a ella en la cama, percibía su aroma, lo sintió moverse ante un lejano ruido. Incluso escuchaba su voz no muy lejos de ahí.
Insegura, Serena abrió lentamente los ojos, preguntándose si aún seguía dormida. Escuchaba la voz de Seiya  no muy lejos.

Se sentó en la cama, observando la lujosa habitación en la que se encontraba y recordando en dónde se encontraba.

Dio un largo suspiro, recordando la noche anterior. La fiesta, el recorrido por el hotel, el beso que había compartido con Ángel y todo lo que hablaron. El saber que Ángel y Seiya habían estado en aquel horrible accidente en Akita. Y pedirle al pelinegro que se quedará a hacerle compañía.

Sabía que fue una locura haberle hecho esa petición, pero aún así era consciente de que solo él podía entenderla y consolarla. Al igual que ella había sido un consuelo para él al escucharlo cuando le confesó de la amnesia que padecía.

Su madre siempre le decía que todas las cosas pasaban por algo. Quería creer que era así, aunque no estaba segura de cuál podría ser la razón por la que ella perdió a su esposo, que Ángel hubiera olvidado quien era y todo lo que había vivido hasta ese momento. Le parecía injusto que sólo uno de ellos hubiera sobrevivido. Y a pesar de la tragedia que habían vivido, la vida había hecho que se conocieran. ¿Pero por qué? Desde que había llegado a Londres ese hombre la hacía sentir confundida, veía en él a Seiya, había tantas cosas en él que la hacían pensar en su esposo.

Se levantó  de la cama en busca de Ángel. Lo encontró de pie frente a un escritorio de la suite, mirando algo detenidamente.

—Ángel.

Él volteó a verla sorprendido, como si de repente hubiera olvidado que aquella era su suite.

—¡Hola, Serena! Buenos días.

—¿Qué haces? —preguntó ella con curiosidad, acercándose a él. Miró su cuaderno de dibujo abierto en un retrato de Seiya.

—Lo siento. Se que no debí haber abierto tu cuaderno —se disculpó él apenado—. Pero me gano la curiosidad y me quedé viendo tus dibujos… No pensé encontrarme un retrato mío aquí.

Serena lo miró sin estar segura de decirle que aquel retrato no era de él, sino de Seiya.

Una idea cruzó por su mente, tan imposible pero aún así quiso aferrarse a ella. ¿Y si realmente el hombre frente a ella era Seiya y no la recordaba por la amnesia que padecía?

No sería tan ilógico si el mismo Ángel se veía a si mismo en un retrato de Seiya, aunque él no lo supiera.

Serena tomó el cuaderno y arrancó la hoja del retrato, tras lo que se la extendió al pelinegro.

—Toma. Quiero que te lo quedes. Considéralo como una forma de agradecimiento por lo de anoche.

—No tienes nada que agradecer—dijo él tomando el dibujo—. Te dije que no permitiría que te vuelvas a sentir sola y lo voy a cumplir, Serena.

—Te prometo que tampoco que tampoco te dejaré solo, puedes contar conmigo incondicionalmente. Nunca olvidaré que estuviste a mi lado en la que fue una noche de las mejores y peores de mi vida.

Ángel la miró con una pequeña sonrisa. —Se que sonara extraño, pero de alguna manera siento que el que nuestras vidas se conectarán con lo que sucedió en Akita y el que nos conociéramos fue por una razón.

Beso De ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora