CAPITULO 17

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Cuando un pequeño cachorro de ojos azules como el cielo llegó al seno de una familia que llevaba muchos años intentando tener hijos, fue el evento más bonito que pudo pasarles en los años de matrimonio que llevaban.

Anne y Robbin Styles no podían desbordar más orgullo y amor cuando su pequeño hijo nació, aun más cuando les dieron la noticia de que el cachorro sería un fuerte alfa. Tenían dinero gracias al trabajo duro del alfa, tenían su bonito matrimonio y ahora completaban con un hermoso cachorro.

Harry, como la omega decidió llamarlo, crecía sano y muy fuerte, desde pequeño mostrando su escencia de alfa, pero siempre tan amable y risueño. Su cabello rubio lizo en forma de hongo sobre su cabeza, sus ojos cambiaban de color a medida que crecía.

Ambos se encargaron de enseñarle valores, de que su lema siempre sea tratar a las personas con amabilidad.

Anne no quería que su hijo se preocupara por ser alfa, más que por ser alguien puro y noble. Sin embargo, Robbin siempre estuvo al pendiente de recordarle al pequeño Harry que cuando creciera debía llevar del brazo a la más bella omega de toda la ciudad.

Cuando Harry tenía diez años, recibieron una llamada de la escuela por parte de la maestra informando que el pequeño había sido llevado a enfermería por un accidente escolar.

Harry tenía un amiguito, alfa como él. Le parecía tierna la manera en la que movía su nariz cuando estaba molesto, y le gustaba mucho abrazarlo y respirar su aroma, olía al chocolate caliente que su madre le daba todas las mañanas antes de ir a la escuela.

Ese día, el amiguito de Harry le rompió la nariz porque Harry le había dejado un corto besito en los labios.

Harry solo tenía diez años, él veía como su mamá daba cortos besos en los labios de su padre cuando se saludaban. Harry solo quiso saludar a su amigo, y luego jugar con los carros en el receso, pero todo se puso mal y terminó con la nariz sangrando.

Cuando recogieron al cachorro de la escuela y lo llevaron a casa, Anne trató con todas sus fuerzas de calmar a su alfa, solo había sido algo inocente por parte de su hijo, pero Robbin abofeteó tan fuerte a Harry que rompió su delicado labio con su tosca mano.

Anne consoló a su hijo hasta que cayó dormido luego de llorar horas seguidas.

Cuando un adolescente Harry con muchos rizos cumplió quince años fue cuando se dio cuenta de que nunca iba a sentir atracción por una omega, lo duro para él era descrubir de qué manera le diría a sus padres sin terminar con los labios partidos otra vez.

Nunca tuvo una novia, dejando de lado el hecho de que no le gustaban las hembras, Harry creía en las míticas almas gemelas, o mejor conocidas como destinados.

El alfa tenía la seguridad de que en algún lugar del mundo se encontraba su omega, uno al que amaría, protegería, cuidaría e inevitablemente mordería para afianzar el lazo que ya por nacimiento tenían. Lo sentía en le pecho cuando pensaba en su futuro, su lobo ronroneaba al imaginar tener a su compañero cerca, envuelto por su aroma y completamente suyo.

Cuando un joven Harry muy alto y más alfa que nunca, cumplió veinte años fue cuando tomó valor y habló con sus padres.

Recuerda como Robbin se acercó peligrosamente a él, si le pegaba no lo impediría, no por el hecho de que estuviera mal que gustara de omegas, si no por el respeto que como padre se merecía.

Harry llevaba dos años de carrera en la Universidad, becado por un excelente promedio, y ganaba dinero dando nivelación a estudiantes ahí dentro. En ese cumpleaños recibió un apartamento de regalo, mucho antes de tener esa conversación con sus padres.

Robbin intentó explicarle la inutilidad de un omega macho, y su poca probabilidad de tener hijos, mas a Harry no le importaba, su felicidad era más importante que el apellido se extienda.

Anne estaba orgullosa de la valentia de su hijo, del ser que era y del alfa en el que se estaba convirtiendo.

Harry esperó pacientemente la llegaba de su omega a su vida.

Cuando finalmente llegó.

Nunca podrá expresar con palabras lo que sintió cuando lo vio aquel día en la Biblioteca, todo dejó de existir y se redujo a la presencia de ese pequeño omega en aquel pasillo de libros.

Ahora era tan real, que podía verlo, incluso ahora podía tocar con la punta de sus dedos su rostro, embelazarse en sus dulces labios y llenarse los pulmones de su aroma.

Louis, el terco omega de ojos azules y sonrisa infantil.

El que se sonroja cuando Harry le hace un cumplido, el que es tan pequeño que su propia ropa le queda grande.

Louis era un omega adulto, pero a Harry no le importaba menos.

Su dulce omega era alguien tan sensible, Harry podía sentirlo, la tristeza que él guardaba dentro, se despertaba a media noche con una angustia en su pecho que no era suya, y confirmaba que se trataba de Louis cuando al siguiente día le llemaba y su voz sonaba gastada y adormilada. Pero Harry nunca le preguntará, simplemente le dará suficientes razones para que el omega confíe mucho en él y pueda abrir su corazón.

Harry no entendía por qué era menor que él, pero no le hacía falta entender cuando cada célula de su cuerpo buscaba la cercanía de el de Louis.

Mentiría si no dijera que la ansiedad lo carcome por dentro a la espera de que Louis se sienta preparado de firmar el acta. Muchas parejas se alegran de firmar el acta porque es cuando pueden dar libertad al deseo sexual que ambos sientes debido a su naturaleza. Pero Harry juraba por los santos lobos que su deseo por estar a lado de Louis superaba por mucho su deseo sexual, que no era que no existía, porque habría que ser ciego para no fijarse en lo bonito que es el omega físicamente.

Quería tener la presencia constante de Louis en su vida, enamorarse de las arruguitas que se forman en sus ojos, de su voz aguda y de sus delicadas manos al momento de tocarlo.

Harry estaba enamorado.

Louis era la razón.

.

Son las 3am en mi país, y tengo sentimientos tristes dentro de mí, así que decidí voltear la situación y escribir algo completamente sincero de Harry, su amor por Louis.

So, no dejen que la tristeza los consuma, busquen maneras de convertir eso en algo bueno.

TARDE, PERO MÍODonde viven las historias. Descúbrelo ahora