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Maratón: ||Capítulo 16|| Adicta.

Narra Ilarien.

—Así es, fui el padrastro de Aleisha.

No pude evitar abrir mi boca sorprendida, eso explica muchas cosas.

—Y todo era un infierno, mi ex-esposa decidió que lo mejor era separarnos, ni ella ni yo daríamos el brazo a torcer, por eso dejé que se fuera, no le rogué ni nada, ahora me odia, no puede verme ni en pintura..., creo que se dio cuenta que nunca la amé, cuando se fue no sentí nada, estaba viviendo en un matrimonio que no era feliz, muchas veces me pregunto ¿qué está mal en mí? ¿y por qué no he podido enamorarme aún?

El auto para y todo estaba en silencio..., todo esto era curioso —tal vez no era la indicada, no creo que usted sea el problema.

No mames, estaba hablando de la ex esposa de mi profesor ya la siento como mi socia.

—Lo he tratado, soy un experto en enamorar mujeres pero ninguna ha logrado enamorarme —quita su cinturón de seguridad y se acerca hasta mí rodeándome— el amor es mucho más complejo de lo que parece Ilarien, tal vez el amor es pasajero y llega a nuestra vida cada cierta temporada, o tal vez el amor está en amarnos a nosotros mismos —él estaba muy cerca de mí acariciando mi mejilla mirándome con sus ojos azules electrizantes, me di cuenta que él era un hombre más enigmático de lo que creí, estaba lleno de verdades a medias— dime Ilarien, ¿tú sabes lo qué es el amor? —el brillo de sus ojos me atrapó cuando susurró esa pregunta, de repente mi estómago empezó a sentirse extraño, como sí tuviera algo dentro de mí moviéndose.

¿Mariposas en el estómago?, no, no, ¡esto es malo!

—El..., el amor es... —no sabía qué decir, nunca me han preguntado eso, si le decía la vaga definición de amor que conocía de seguro me fulminaba, así que simplemente evité darle una respuesta— sentir devoción hacía esa persona especial, cuando estás con ella te sientes diferente que cuando estás con alguien normal, el amor no es egoísta, el amor no es celoso, el amor te hace querer ser mejor, el amor no se puede comprar, por eso es tan difícil de conseguir —revelé avergonzada y el me dio un beso corto, parecía no estar conforme con mi respuesta, creo que ni siquiera yo misma podría describir ese sentimiento a ciencia cierta.

Él me está volviendo loca, si seguía escuchándolo me daría una crisis existencial y empezaría a preguntarme ¿qué es el amor?, y al final terminaría igual de loca que él preguntándome si me he enamorado alguna vez.

—Ven, entra y espérame, iré a comprar algo de comer —obedecí y aguardé dentro de su casa y él se fue en su auto.

Esta era la segunda vez que estaba dentro de su casa, miré las paredes de mármol color vino y el piso pastel a mi alrededor, dejé mi mochila y lavé mis manos, después de la cuarentena me quedé con ese hábito de lavarme las manos a donde sea que vaya.

Subí las escaleras y mi cuerpo tembló al recordar lo que pasó en su cuarto un años atrás, varias noche recordaba como lo hicimos, era como si un demonio se apoderara de mí y me poseyera cada vez que pensaba en ese día.

—Espero que te guste el KFC —entra y deja la comida sobre el comedor, por alguna razón estaba nerviosa por comer con él, sube quitando su corbata, se encontraba exhausto, lo vi comer rápidamente como un león mientras miraba la televisión.

—¿No tienes hambre? —pregunta mirándome de forma curiosa, sí tenía hambre, pero con él se me quitaba, esto me pasaba siempre que me gustaba alguien —tienes que comer Ilarien.

—Sí, sí ya voy —comencé a comer avergonzada por su mirada juguetona.

—Llevo conociéndote ya 3 años Ilarien y desde entonces nunca he visto a tus padres, ¿sucedió algo con ellos? —su pregunta me sorprende y lo miro sin limpiarme la boca— ¡Jajaja!, ven acá, pareces un niño —me limpia mientras se reía de mí falta de atención.