Era el gran comerciante, que tontos habían sido. Al salir de la jaula olvidaron que faltaba un hombre inconsciente en el suelo.
-VENGAN, SE LO HAN LLEVADO!!- llamaba a sus compañeros.
Euristeo y el joven anónimo intercambiaron miradas. Se volvieron hacía la calle, la gente aún no se había dado cuenta de que era a ellos a quienes los mercaderes andaban persiguiendo.
- Y ahora qué?- preguntó Euristeo quien encabezaba la marcha. Giro la cabeza para mirar al encapuchado y se percató de que su compañero acababa de desaparecer, se alarmó, ¿como le podía haber dejado allí sin más? Suspiró aliviado cuando lo vio hacerle señas desde la entrada de otra callejuela.
"Por aquí"dijo con gestos.
Siendo guiado por el joven encapuchado caminaron entre calles poco concurridas. Oían los gritos de los comerciales y los soldados que los buscaban pero nunca se encontraron con ninguno, en el momento en el que oían a alguno demasiado cerca el encapuchado cambiaba de dirección. En ningún momento deteniéndose.
-Eres de por aquí?- preguntó Euristeo, pero el encapuchado no contestó. No esperaba una, pero no perdía nada por intentarlo.
Siguieron girando esquinas y alejándose de las voces. Un rato después Euristeo notó que habían estado subiendo cuesta arriba, pero, la ciudad era una... colina. Se detuvo.
-A donde vamos?- dijo, preocupado nuevamente- esto no va a la salida de la ciudad.
El encapuchado se detuvo giró su figura lentamente mientras se quitaba la tela de la cara, desvelando una cara de marfil, ojos dorados relucientes de divinidad y pelo negro azabache. Aquel no era el joven del callejón, era la diosa Athenea.
A Euristeo se le hizo un nudo en la garganta. Se quedó paralizado, prácticamente olvidó respirar.
Ella lo miró con ojos divertidos, sabía que la temía, y ella lo disfrutaba.
- Euristeo querido, no debes alarmarte tanto. Solo quería charlar contigo, una pequeña... conversación, sobre ti. Sabes lo que eres ¿no? una desgracia, el fruto de la profanación de un lugar sagrado, mi templo, -señaló- eso te convierte en un ser repulsivo y desagradable. Pero yo te di la oportunidad para compensar tal ofensa, soy benevolente ¿No crees? En primer lugar;
tu eres mio.
Dijo mientras se acercaba como una brisa susurrando esas últimas palabras como un secreto, hasta estar frente a Euristeo, a apenas unos centímetros de él, levantó su mano hacia su rostro acariciando suavemente su mejilla con el dedo índice
- ...por derecho. No puedes huir de mi. Y no saldrás de esta ciudad hasta que yo quiera que lo hagas. Se que has pensado en hacerlo, no no no -tarareo, mientras negaba con el dedo.
- Yo no...- comenzó él, pero repentinamente el suave roce de su mano se convirtió en una bofetada. Euristeo se encogió, retrocediendo un paso pero sin caer.
-¿Te he dicho que hables? Irinea no te ha educado como es debido, eso se ve, - ese comentario lo alteró, mencionarla implicaba que si quería hacerle daño sabía a donde apuntar, a su vez ella separó de su agarre al pequeño centauro destapándolo y acariciando su cabeza cariñosamente- llevaré a este pequeño junto a su familia, mientras tanto... quizás necesites una lección de modales al fin y al cabo, a veces te olvidas de cual es tu lugar, que tal comenzando por... aquí!
Volvió a alzar la mano, Euristeo se preparó para una nueva bofetada pero en cambio sólo notó el ligero roce de una tela, las serpientes sentían su miedo por lo tanto permanecieron inmóviles, pero tras remover el pañuelo era imposible no verlas. Ante él, Athenea sostenía su pañuelo sonriendo, complacida ante su obra, mientras el pequeño centauro, que antes había confiado en él y aferrándose a su mano, ahora lo miraba perplejo.
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Sombra de piedra
RomanceTras matar a Medusa, Perseo se casó con la princesa Andrómeda y fue coronado cómo rey. Juntos tuvieron hijos y crearon un reino próspero que se olvidó del terrible monstruo que había atemorizado al pueblo griego. Pero más allá de la capital, en un...