Ambos jóvenes se levantaron, alerta, mirándose el uno al otro. Euristeo se colocó la tela sobre el cabello para cubrirse, andando marcha atrás y alejándose de su compañero. No se había olvidado de la espada que portaba el otro en su cintura.
- Eres...
- Yo no... no es lo que crees que es- dijo nervioso, solía ser muy cuidadoso, nunca nadie le veía. Bueno... eso no era del todo cierto, pero nunca se había encontrado en una situación tan peligrosa. ¿cómo podía pasarle esto dos veces seguidas en el mismo día?
Frente a él, el otro joven se había quedado ensimismado. Volvió al presente enfocando los ojos y recordando que portaba un arma. La cual estaba listo para desenfundar, pero se detuvo, dudando.
- Eres Medusa?
- No,no, no... Definitivamente no, no lo soy.
- Quién eres entonces?
- Mmmm...
El espadachín lo miro de arriba abajo ciñendo las cejas y entrecerrando los ojos.
- JeJe...- rio nervioso Euristeo, mientras se daba cuenta de que aun lo miraba a los ojos. Sin apartarse.- esto no es lo que parece... - dijo, pero el otro joven entrecerró más los ojos- vale...-un segundo para coger aire y decir en un volumen bastante bajo y balanceando la cabeza- ok, esto es bastante lo que parece... pero! -levantó un dedo - soy inofensivo. No hay ningún motivo para...- un jarrón salió volando por los aires.
Euristeo lo había lanzado, y salido corriendo. Pero su contrincante tenía buenos reflejos, esquivó el jarrón que se hizo pedazos en el suelo, y comenzó a perseguirlo. Finalmente con espada en mano.
En pánico, Euristeo lanzó más objetos de la sala que se encontraba a su paso.
Saltaron y giraron alrededor de columnas. Levantando polvo en el aire, provocándoles tos. Casi fue alcanzado un par de veces.Cuando finalmente encontró una puerta como opción de salida, se detuvo para abrirla pero ¡Estaba cerrada desde adentro!
Intentó forzar la puerta, pero tras un par de intentos se dió por vencido. Estaba listo para seguir corriendo antes de que lo alcanzara, pero notó con el rabillo del ojo la hoja de una espada muy cerca de su rostro, que con un ligero movimiento podría cortarlo con facilidad. Euristeo sobresaltado, tropezó y cayó a un lado. Se arrastró lejos de su oponente.
Ambos se quedaron quietos, con la respiración alterada, mirándose el uno al otro sin mediar palabra. Sin reaccionar.Durante unos segundos de tensión, hasta que un golpe en la puerta los sobresaltó. En la casa en la que habían caído, no parecía haber nadie en aquel momento, por lo que los guardias y los mercaderes tras llamar en repetidas ocasiones terminaron por intentar abrir la puerta a la fuerza. Tras un par de golpes, la puerta cedió, entrando un par de guardias junto a los mercaderes.
- Ahí están, arrestadlos! apestosos ladrones! os cortaran las manos por esto!- gritó el hombre que había dado el monólogo en la calle.
- ¿Donde esta el centauro? ¡Es una bestia salvaje! ¿cómo de temerosos pueden ser los jóvenes? ¡soltando a monstruos así en medio de la ciudad!- dijo el guardia. Hasta que vio la espada de portada el rubio y se dispuso a desenfundar la suya, pero con la hoja a medio salir de su funda, el guardia abrió anchamente los ojos.- Prín... príncipe Esténelo?
-¿¡¿QUE?!?- dijeron al mismo tiempo tanto los mercaderes como Euristeo. Abriendo los ojos de la misma forma en la que lo había hecho el guardia.Euristeo recordó al joven vestido con ropas nobles, casco y caballo deslumbrante, que había conocido un par de días atrás. Podría ser por el casco, que ya no llegaba, por las ropas lujosas y coloridas, que habían sido sustituidas por un par de harapos. Quizás fuese porque los pocos momentos en los que se cruzó con él fueron cortos y en momentos en los que Euristeo tenía otras cosas por las que preocuparse, como diosas terroríficas.
Pero no le había reconocido, hasta que el guardia lo comentó. Entonces pudo apreciar las similitudes con su recuerdo, como el pequeño lunar en su barbilla, sus ojos negros o el rizado pelo dorado.
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Sombra de piedra
عاطفيةTras matar a Medusa, Perseo se casó con la princesa Andrómeda y fue coronado cómo rey. Juntos tuvieron hijos y crearon un reino próspero que se olvidó del terrible monstruo que había atemorizado al pueblo griego. Pero más allá de la capital, en un...