4. Niños recuerden: no sigan a desconocidos

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Okay, debemos admitirlo, Euristeo no era el tipo de persona que pensaba antes de actuar.
Tanto tú como yo sabemos que si ves a alguien sospechoso en la calle te alejas para evitar problemas, no lo sigues por simple curiosidad. Sobre todo si ocultas un secreto (o cosa ilegal) que llevas en la cabeza (literalmente). Pero como somos meramente espectadores de esta historia por mucho que gritéis 'no hagas el imbécil" Euristeo no lo oirá.

*****
Siguió al encapuchado a lo largo de un par de calles. Pero estás, estaban abarrotadas de gente. Y tras unos cuantos "disculpe" y "perdone" al tropezar con transeúntes. Lo perdió de vista.

Suspiró.

Sacó un trozo de pan que le había dado Demian durante el trabajo. Euristeo iba a rechazarlo pero insistió diciendo (cito textualmente) "Si no comes adecuadamente nunca dejaras de ser un tirillas, se te hará más fácil conquistar a las damas, a ellas les gustan los hombres fuertes, te lo aseguro"
-...
Euristeo aceptó de mala gana el trozo de pan, guardándolo en sus ropas malhumorado y siguió con su trabajo mientras refunfuñaba.

Al recordar lo ocurrido Euristeo soltó otro par de refunfuños, se le había quitado el apetito. Guardó el pan nuevamente en su bolsillo.

Entonces vio a un grupo de gente que se agrupaba en un lado de la calle mientras escuchaba una puja.

-Señoras y señores, vengo de tierras lejanas y he traído para presentarles algunas se las criaturas más extraordinarias que jamás podrán ver. Seguro habrán oído de ellas en las leyendas. Seres mitad hombre mitad bestia, quimeras, sirenas, cíclopes... Pues hoy yo os presentaré a algunas de estas criaturas y os hablaré de las propiedades mágicas que podéis adquirir si las compráis.-dijo el hombre delgaducho de barba desigual.

El hombre continuó soltando sandeces para el público. No era la primera vez que veía gente así. Estos eran en realidad contrabandistas,  capturaban ninfas de los bosques o sátiros despistados  que más tarde serían vendidos para ofrecer entretenimiento para los nobles, tocando música o bailando.

Eso es lo que la gente le gustaba pensar, aunque la verdad fuese que su destino sería similar a la de un esclavo, atada a unas cadenas.

A Euristeo sintió desagrado. Iba a alejarse del lugar para continuar su búsqueda cuando volvió a ver a la persona encapuchada. 

Había entrado por un estrecho callejón. Apenas unos metros de donde estaba el comerciante. Euristeo le siguió.
Por allí apenas ponían pasar dos personas al mismo tiempo, pero al parecer, este callejón era tan solo un enlace con otra calle paralela a la principal.
Estaba vacía, a parte de algunas cestas y grandes carros tapados con tela y madera.
El encapuchado ya no estaba a la vista.
-Grrr
Un sonido salió el interior de un gran caja cubierta con telas. Euristeo se acercó con curiosidad a destaparla. Esta caja era en realidad una jaula. En el interior había un niño pequeño, aparentaba apenas unos 8 años y estaba muy asustado. Tenía arañazos en los brazos. Se encogía en una esquina temblando y lloriqueando de miedo. En vez de piernas tenía la parte inferior del cuerpo de un caballo, apenas un potrillo.

Recordó al hombre al que había escuchado unos minutos atrás.

Esta era su mercancía; un pequeño centauro.

Le hirvió la sangre. Aquel hombre hablaba de atrapar monstruos y bestias, orgulloso de su oficio.

A ojos de Euristeo, él era el monstruo.

Ya había comenzado a buscar alguna forma de sacar al niño de la jaula cuando se le erizaron los pelos de la nuca. Se agachó esquivando lo que sea que te lo había intentado agarrar. Se dio la vuelta pensando que sería el encapuchado, preparado para defenderse. En cambio se encontró con otro de los mercaderes. A diferencia del anterior, éste era bastante alto y ancho de huesos, imponente a primera vista.

Sombra de piedraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora