4. Mala sangre

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La noche se vio acompañada por una potente lluvia que cubría todo a su alrededor, los truenos iluminaban el cielo y restallaban en la lejanía como una sucesión de brillantes proyectiles de luz

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La noche se vio acompañada por una potente lluvia que cubría todo a su alrededor, los truenos iluminaban el cielo y restallaban en la lejanía como una sucesión de brillantes proyectiles de luz.

A pesar de ello, la actividad en la ciudad no se vio menguada, los habitantes nipones seguían con sus vidas, resguardándose entre sombrillas o abrigos cubiertos. Con la ropa que Midori le había dado, Jonathan estaba parcialmente cubierto, aunque el agua progresivamente lo humedecía más y más.

Salió del restaurante con un cuchillo en el bolsillo y el recuerdo iracundo de sus amigos muertos, al igual que con la determinación de asesinar al responsable del genocidio en el monasterio, fuera como fuera. Avanzó entre la gente, ni siquiera sabía a dónde ir, lo único que tenía claro es que no descansaría hasta encontrar al responsable de tan monstruosos actos. Se adentró en una calle solitaria y de muy mal aspecto, si es que quería encontrarlos, primero debía hallar una pista, y el único indicio que tenía era el símbolo de un demonio Oni.

Siguió, entre calles oscuras y llenas de vapor hasta que un sujeto en una esquina le llamó, se acercó disimuladamente a él, solo para irse al instante luego de que le ofreciera drogas. En algún punto de su vida, le hubiera propinado una paliza por el simple hecho de haberlo intentado, pero su mente estaba centrada en una cosa, así que siguió.

Entonces el mundo pareció conspirar en su contra, desde un callejón emergieron dos sujetos más, ambos obstruyeron su paso, el traficante se colocó a su espalda y sacó un cuchillo.

—Dame todo lo que tengas —farfulló un hombre de nariz gruesa frente a él. Jonathan no dijo nada, apretó el mentón y cerró sus puños.

El traficante se acercó precipitadamente a él y colocó el cuchillo en su espalda.

—Ya escuchaste, entrega tus cosas —picó ligeramente su piel. Jonathan giró y le asestó un golpe certero justo en el rostro, logrando derribarlo.

Los otros dos atacaron. Bloqueó sus ataques, al hombre de la nariz gruesa lo derribó al barrerse sobre la acera, lo hizo caer, giró con una voltereta sobre el suelo y una vez en pie; golpeó con todas sus fuerzas al último de sus atacantes, una vez que todos estuvieron en el suelo, se acercó hacia el traficante.

Lo sujetó violentamente del cuello y comenzó a amedrentarlo.

—El demonio Oni, ¿dónde lo encuentro? —Rugió sacudiéndolo con fuerza, el traficante no reaccionó—. ¡Habla!

—¿De qué mierda estás hablando? Yo no conozco ningún Oni —chilló con miedo a ser golpeado nuevamente.

—Yo sé a quién buscas —se giró una vez que escuchó a alguien tras de sí. Un misterioso hombre de traje observaba la escena desde el resguardo de su sombrilla. Jonathan se levantó al instante y lo encaró.

—Busco...

—Buscas al Maestro Damon, lo sé, él también te busca —aquel hombre hablaba con suma tranquilidad y confianza, como si no le importara lo que él fuera a hacer. Dio un par de pasos hacia adelante y le ofreció una tarjeta—. Mi maestro te estará esperando en su pent-house a la media noche, no llegues tarde —una vez que le entregó la carta, dio media vuelta y comenzó a irse.

Blazer: El Guerrero LegendarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora