08

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Dos días después Katsuki Bakugo fue dado de alta, las dosis de calmantes y medicamentos para evitar sus convulsiones lo mantenían en un estado somnoliento y trémulo. 

Mitsuki trataba de hacerlo sonreír o tan siquiera hacerlo reaccionar, era la primera vez que ambos rubios convivían sin discusiones ni gritos. Masaru disfrutaba de la aparente calma, mas ambos padres ocultaban su temor y preocupación, su hijo aún gritaba en las madrugadas, tan desgarradoramente que ambos sentían su temor, ni los medicamentos eran capaces de evitar las aparentes alucinaciones que lo aquejaban.

Pero al pasar los días, parecía que al fin la tormenta había terminado, a casi 20 días de la muerte del pequeño peliverde, Katsuki parecía más estable, no habían convulsiones, y tenía casi 5 días sin sueños horribles ni gritos en la madrugada, aunque su usual apetito no volvía, a pesar de ello, él se veía bien.

A veces los padres ven a sus hijos como ellos quisieran que estén, Katsuki estaba lejos de estar bien, se estaba esforzando por ignorar las horribles pesadillas con Izuku, claro que seguía víendolo morir frente a sus ojos, y sabía que al entrar a su habitación, allí, en la oscuridad ,ese par de ojos verdes lo estarían esperando.

Pero Katsuki es terco y obstinado.

Aún sueña con convertirse en un héroe.

No está dispuesto a renunciar a sus sueños, y esa pequeña mierdecilla no será capaz de frenarlo.

¿O sí?

Los malos pensamientos pueden volver cuando menos los necesitas. Estaba a una noche de volver a los dormitorios de la academia, no podía permitirse que el miedo le impidiera avanzar...

Pero ¡Mierda! Dormir con una mordaza en la boca para que no escuchen tus gritos de desesperación y horror, no es divertido, mucho menos una solución a su condición.

Suspiró, debían ser al menos las 3 de la madrugada y ni los tapones para oídos eran capaces de apaciguar el desagradable sonido de las risas de Izuku.

【.】 【.】 【.】

La mañana lo alcanzó, cuando apenas llevaba una hora de sueño, la alarma no perdona a nadie, por más cansado que se encuentre.

-Maldición, solo... Debo esforzarme.

Se repitió varias veces esa frase frente al espejo donde veía su rostro demacrado, junto al causante de su tortura que sonreía cínico detrás de él.

No era que ni le causara miedo o ganas de gritas ¡Claro que sí! Pero los gritos ya no salían de su garganta, su cuerpo entero se palarizaba al ver su espectral figura en cualquier espejo.

—¡Déjame en paz maldito!

Después del puñetazo que le dio a su espejo tenía dos cosas claras, debía cambiar ese espejo y vendar su mano que sangraba, todo para evitar las preguntas y preocupación de sus padres.

La ducha ayudó a calmar sus nervios que lo mantenían como un cable de alta tensión, ante el más mínimo toque sorpresivo estaba seguro de que le explotará el rostro a quien sea... Si es que podía usar sus explosiones.

Desde su infancia nunca había sentido temor de usar su quirk, conocía sus límites y era consciente de las consecuencias de excederse, pero era la primera vez en su vida que le daba temor usarlo, recordaba las palabras del peliverde.

"—¿Te gustaría ser un quirkless Kacchan?"

¿No podía?

¿Verdad?

Un puto fantasma de mierda ¡¿No puede arrebatarle su quirk, verdad?!

De nuevo estaba respirando agitado, debía calmarse para bajar a desayunar y fingir que todo estaba normal, o Mitsuki y Masaru no lo llevarían de regreso a la academia.

La mañana para los Bakugo pasó relativamente normal, como si tener a Katsuki y Mitsuki en la misma mesa y sin discutir lo fuera, pero al menos el rubio se había comido la mayoría de su desayuno, dejando así tranquilos a sus padres.

Ninguno de los dos se dio cuenta que en esa ida al baño previa a su partida a la academia, su hijo había vaciado su estómago, que se negaba a aceptar lo que comía, como si incluso su interior se empeñara en vencerlo. Con un sabor agrio en su boca, subió al auto de su padre, quien en el camino sonreía escuchando sus canciones favoritas de Queen y Kiss, Katsuki sólo se concentraba en ignorar las miles de palabras que susurraba una voz muy conocida en su oído.

【.】 【.】 【.】

~Sabrán que fue tu culpa~

~No podrás ser un héroe, ríndete Kacchan~

~Kacchan ¿me extrañas? ~

~Vamos a jugar en tu habitación ~

~¿Te gustaría ser un quirkless?
~

~Kacchan, Kacchan...

Miles de preguntas sin sentido, amenazas y reproches, estaba harto, sentía que sus ojos se saldrían de sus  cuencas y sus oídos sangrarían gracias a la presión que sentía en su cráneo, la cefalea lo hacía querer doblarse y hacerse un ovillo en el asiento del auto, gritarle a Masaru que apagara la radio y que el mundo se fuera a la mierda.

Pero la suave voz de su padre, fue su salvavidas, lo salvó de ahogarse dentro de su mente.

—Ya llegamos hijo.

El rubio seguía ido viendo por la ventana, pero volteó a verlo con el rostro sereno y tranquilo.

—Gracias papá... Nos vemos.

Tomó su mochila para bajar del auto, su padre parecía incapaz de hablar, estaba inmerso en la alegría de escuchar a su propio hijo llamarle papá y no viejo, suspiró y le bocinó para que voltease a pesar de que ya iba a varios pasos lejos.

-¡Qué tengas un buen día hijo!

Katsuki solo se despidió con la mano, su padre se veía feliz, al menos él no veía al peliverde que también se despedía moviendo su traslúcida mano derecha, mientras abrazaba al rubio con la izquierda.

-Nos vamos a divertir mucho Kacchan-

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