#8 (epílogo)

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El destino es impredecible. Siempre está haciendo cambios en la vida de alguien, pero tarde o temprano llegará a su final de la forma que sea.

Gente nace y muere. Quizás de manera planeada o quizás de formas simultáneas y espontáneas. Nadie puede predecir que puede suceder mañana, más tus acciones cambian tu rumbo.

Este fue el caso del joven Shieda Kayn. Nació para morir, pero sus acciones le dieron una segunda oportunidad, vivió, cometió pecados, travesuras, creció, aprendió y amo. Pero su camino fue cortado y arrebatado por alguien más.

En cambio Shieda Zed había nacido en un lugar de paz, fue criado para la dominar el arte de la tranquilidad, más el también se enfado, cometió pecados y cambio su rumbo, claro que también amó. Vivió mucho tiempo, terminó por morir durante una guerra de Jonia y Noxus, conocida como la última gran guerra dónde las naciones al fin encontraron la paz después de tantos sacrificios.

Dos caminos distintos pero iguales que fueron destinados a encontrarse de alguna manera, chocando sus mundos, cambiandolos y ayudando a qué sintieran una vez más. Dicen que las almas gemelas no existen, pero ambos caminos eran tan perfectos e imperfectos que lograban encajar de forma mutua.

Claro. El destino es caprichoso. Entrega cosas tan rápido como las arrebata. Es impredecible pero es moldeable. Y también es paciente, pues no importa cuántos mundos existan mientras sepa esperar lograrán encajar de nuevo.

El libro fue cerrado en las manos del ordinal mientras soltaba unas carcajadas. Su mirada azulada chocó con la del Darkin entre sus manos.

— Perdí tiempo con este estúpido libro. ¿Para que haces que tenga que leer algo tan absurdo como que el destino es algo existente? — negó con la cabeza de forma leve en señal de desaprobación — Además está tan roto que ni siquiera se ven los nombres o fechas. Simplemente estúpido —

La guadaña guardó silencio ante las palabras de Kayn. Sabía que era hostil y orgulloso. Más también tenía el suficiente conocimiento para saber que el destino existía y que hacía cosas verdaderamente extrañas. Entre ellas mantener cada recuerdo de su propia vida.

El Ordinal simplemente ignoro el silencio de su compañero para así guardar el libro en su estantería. Se acercaba al planeta que fue destinado para una nueva colonia y no podía distraerse con esas tonterías.

Tan rápido como su nave aterrizó se bajó de ella empuñando su guadaña con una sonrisa en sus labios. Más algo lo detuvo, mejor dicho alguien.

Y así... Es como comenzó el destino nuevamente a jugar con ellos...

Solo con la mirada azulada y la rojiza chocando por primera vez después de tanto tiempo.

Poison and TearsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora