Capítulo 4

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Caminamos unos minutos y nos encontramos con una casa con la puerta abierta y que está patas arriba.

-¿Pero qué ha pasado aquí? –pregunto mirando a Lu.

-Mirad. –dice Susan cociendo una carta que había clavada en un puñal.

-El Sr. Tumnus ha sido apresado por su alteza la reina de Narnia por esconder a un humano aún sabiendo que está totalmente prohibido. Se le acusa de traición a su reina y, por lo tanto, a toda Narnia. –leí en voz alta.

-Esto me da mal rollo. –dice Jake.

-¿No lo entendéis? –dice Lucy a lo que todos nos volteamos a verla. –El humano soy yo. Lo han capturado por mi culpa.

-Lucy, no digas eso. Tú no tienes la culpa de nada. –le digo.

-Chsss –se oye.

-¿Qué... -no acabo la pregunta porque me vuelven a interrumpir.

-Chsss. –me giro y veo que el causante es un pájaro.

-¿Ese pájaro nos ha chistado? –pregunta Susan atónita.

Nos acercamos al lugar de donde provienen los ruidos y nos damos cuenta de que el causante de estos no es el pájaro, sino algo que se mueve de detrás de los arbustos. Peter se coloca al frente, al igual que Jake. Este último me coloca detrás de él, como protegiéndome con su cuerpo. Algunas ramitas comienzan a crujir y, sea lo que sea, se está acercando. Un castor se asoma. Peter extiende su mano para que el animal se le acerque.

-Ven, bonito. Aquí. –dice con un extraño tono de voz.

-No te la voy a oler, si es lo que pretendes. –responde el castor. Me aprieto al cuerpo de mi hermano, asustada por el castor parlante. Las caras de los demás no se deben diferenciar mucho de la mía. Estamos sorprendidos ante tal suceso.

-Oh, lo siento. –responde Peter entre sorprendido y avergonzado.

-¿Lucy Pevensie? –llama el castor.

-Soy yo. –responde la nombrada.

-Creo que esto es tuyo. –le tiende un pañuelo de seda con sus iniciales bordadas.

-Es el pañuelo que le di al Sr. Tumnus. –lo reconoce.

-Así es. –corrobora el animal. –Me lo contó todo, venid, tenemos que hablar. –la menor de los Pevensie comienza a caminar y Peter la sigue, pero ambos se giran al ver que los demás no los seguimos.

-No creo que sea buena idea. –dice Susan.

-Si no vamos nunca lo averiguaremos. –responde Peter.

-¿Algún problema? –pregunta el castor.

-Sólo charlamos. –se excusa el rubio.

-Pues será mejor que lo hagáis en un lugar más seguro. –responde el animal.

-Los árboles pueden oírnos. –nos susurra Lu. Susan y yo cruzamos miradas de incredibilidad, pero a pesar de ello caminamos detrás de los demás. Seguimos al castor y caminamos por unos pocos minutos hasta que llegamos a una presa. De esta sale otro castor, este parece ser hembra y, cómo no, este también habla.

-Castor, por fin llegas, como me entere de que estabas con Tejón te voy a... -deja de hablar de inmediato al vernos. –Oh. –suelta. –Jamás pensé que viviría para ver algo así, jamás. –su sonrisa se ensancha hasta cruzar su cara de lado a lado.

-Querida, tenemos visita. –anuncia el castor a su mujer.

-Podrías haberme avisado antes, no tengo tiempo de prepararme. –se queja.

-No tendrías tiempo de prepararte ni aunque te avisara con un mes de antelación. –eso provoca una pequeña risita por parte de Jake.

-Pero no os quedéis ahí, pasad, por favor. –nos invita la señora castor.

Entramos a la casa y nos sentamos todos alrededor de la mesa, todos menos Edmund, que se sienta en las escaleras.

-¿Qué haréis ahora? –pregunta el señor castor.

-¿Qué haremos de qué? –pregunta Jake. Ambos castores se miran confundidos pero finalmente el castor nos cuenta algo de una profecía.

-Cuando el hijo de Adán, en carne y hueso, en el trono de Cair Paravel esté sentado, el invierno habrá acabado.–recita el castor.

-Pero eso no rima. –se queja mi hermano.

-No tiene que rimar para ser más importante o incluso cierto. –le responde la señora castor. Nos miramos entre nosotros como buscando una respuesta. –Tres hijos de Adán y tres hijas de Eva acabarán con el largo invierno y con la bruja Blanca y devolverán la paz a Narnia. –nos explica.

-No sé, yo es que hasta hace una hora no creía en mundos mágicos dentro de un armario o animales que hablan. Esto es surrealista todo. –admito.

-Tenéis que reuniros con Aslan. –sugiere la señora castor.

-¿Quién es Aslan? –pregunto.

-Es el verdadero rey de estas tierras, el verdadero rey de Narnia. Tiene un campamento y está reuniendo sus tropas.

-¿Nuestras tropas? –pregunta Peter.

-Para la batalla.

-Mamá nos envió aquí para huir de la guerra, no para que nos metamos en otra. –protesta Susan.

-Creo que deberíamos irnos. –le digo a mi hermano algo inquieta, este asiente y mira a Peter.

-No podéis marcharos. –nos interrumpe el señor castor.

-Lo sentimos pero esta no es nuestra guerra. –nos excuso.

-Vamos. –ordena Peter levantándose. -¿Ed? –pregunta Peter. Todos nos giramos al lugar donde estaba el muchacho pero ahora está vacío. –Yo lo mato. –dice para acto seguido salir corriendo de la casa con todos nosotros pisándole los talones. 

Las Crónicas de Narnia IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora