La luz de un coche ilumina mi silueta y levanto la mirada para comprobar, en efecto, que es su coche. A duras penas consigo ponerme de pie y con los zapatos en las manos me dirijo hacia la puerta del copiloto. Una vez la abro y me siento, desplegando todo mi cuerpo rendida sobre el asiento del coche, giro mi cabeza hacia la izquierda para poder mirarle.
- Hola.
- Ponte el cinturon.- pero no me deja hacerlo porque a la vez que esas palabras salen de sus labios se acerca para ponérmelo el mismo. Aprovecho su proximidad para rodear su cuello con mis brazos y con la fuerza que me permite la borrachera, atraerlo hacia mí. Pero se separa suspirando frustrado y casi que decepcionado.
- Oye no hagas eso, no me pongas esa cara.
- ¿Y que cara quieres que te ponga? Si me has llamado en mitad de la noche para que te recogiera del suelo borracha.
- Ha sido culpa tuya. Si no desaparecieras cada vez que nos liamos...
- Desaparezco porque me dejas desaparecer, pero luego bien que me llamas y soy yo el que te recoge cada vez que me necesitas.
- Yo no te necesito.
- Estas borracha, mañana hablamos.- sentencia, dando por finalizada nuestra conversación y pone el coche en marcha, rumbo a su apartamento.
Observo, detrás de él, apoyada sobre la pared, como introduce la llave en la cerradura de su piso. Pero en seguida mi vista pasa de su mano a sus hombros y de sus hombros a su espalda, pasando antes por su pelo y acabando con una vista general que me permito disfrutar. Ni se gira, ni espera a que yo entre, he estado más veces de las que desearía aquí, y ya tengo la suficiente confianza.
- Flavio, ¿te has enfadado?- le pregunto sentada en el sillón, cuando veo que no pretendía quedarse conmigo, aquí, a mi lado.
- No, voy a por un baso de agua para ti.- pero se que por el tono que utiliza, si que esta enfadado.
Espero sentada y paciente a que venga junto a mi, mientras observo su cuchitril piso de estudiante. Aparece a los pocos segundos con un baso de agua, lo deja sobre la mesa y pasa por mi lado dejándome una leve caricia en la cintura para dirigirse a su habitación. Resignada decido haber esperado lo suficiente y acudo detrás de el para protestarle.
- Oye no me parece justo que te hayas enfadado.
- No me he enfadado Samantha, he venido a cogerte una camiseta para que puedas estar más cómoda.- se gira sonriente hacia mi, con una de sus camisetas para dármela.
Un gesto bonito, que bien debería despertar en mi un sentimiento igual de bonito. Pero lo que siento es dolor, dolor y tristeza por pensar que con estos momentos siempre se reavive entre nosotros la esperanza de que pueda funcionar. Veo como Flavio torna su enorme sonrisa en una mueca de preocupación y al momento noto mi cara húmeda. Estoy llorando, sin querer, pero estoy llorando.
- ¿Por qué lloras?- se acerca para cogerme y levantarme la cara.
- Sólo estoy borracha.- le suelto mientras aprecio sus ojitos marrones ocultos bajo sus gafas.
- ¿Por que lloras?- vuelve a preguntarme esta vez envolviéndome entre sus brazos.
- Porque antes te he mentido. Si te necesito.- susurro contra su hombro intentando no derramar más lagrimas.
- Samantha...vamos a dormir, es tarde, venga ponte mi camiseta y descansamos.- me separo resignada y cojo su camiseta para cambiarme allí mismo. Lo conozco y se que no quiere seguir con la conversación, porque los dos sabemos como acaba. Pero yo es que soy masoquista y me gusta chocarme contra el muro una y otra vez.