―Johanna, Johanna, querida, ¿sabes qué hora es? Oye, Johanna, querida, ¿vas a levantarte? Aquí tu madre se ha ido trotando a visitar al padre Lupin y sabes que yo debo ir sin falta a casa de Alderman Judd en Cripplegate, y todavía no he catado ni un bocado de desayuno. Johanna, querida, ¿me oyes?
Dichas observaciones fueron hechas por el Sr. Oakley, el fabricante de anteojos, desde la puerta de los aposentos de su hija Johanna, la mañana siguiente después de los sucesos acaecidos en la barbería de Sweeney Todd que acabamos de constatar; y en aquel instante, una voz suave y dulce respondió a sus ruegos diciendo:
―Ya voy, padre, ya voy; estaré abajo en un momento, padre.
―No te apures, cariño, puedo esperar.
El ancianito fabricante de anteojos descendió de nuevo por las escaleras y buscó asiento en el salón ubicado en la trastienda, donde, en unos instantes, se le unió su única y amadísima hija.
Ella era sin duda una criatura de una gracia y belleza únicas. Tenía dieciocho años, pero parecía más joven, y su semblante estaba dotado de una expresión de delicadeza e inteligencia que casi desafiaba el paso de las eras. Su melena era negra y lustrosa, junto a un rasgo que raramente acompañaba tal atributo: unos ojos de un celestial azul profundo. No había rasgos autoritarios o de severidad en su hermosura, sino que la expresión de su cara rebosaba gallardía y dulzura. Era uno de aquellos rostros que se podría admirar durante un largo día veraniego, como si uno se dejara atrapar por el hechizo de las páginas de un libro de un interés cautivador que proporcionaba un festín de ensoñaciones placenteras y encantadoras reflexiones.
Había una nota de tristeza en su voz que quizás acentuaba su musicalidad, aunque también le daba un aire lastimero, y parecía indicar que en el fondo de su corazón yacía un pesar que todavía no había expresado ―un anhelo de amor de su alma pura, que no contemplaba la esperanza de ver realizada―, la reminiscencia de una alegría pasada, que se había transformado en amargura y dolor: era un oscuro nubarrón en un cielo soleado, cuya negra silueta dejaba pasar los haces de luz de un sol áureo, magnífico, pero que aun así seguía anunciando su presencia.
―Le he hecho esperar, padre ―dijo ella, rodeando el cuello del abuelo con sus brazos―. Le he hecho esperar.
―No te preocupes, querida, no te preocupes. Tu madre está tan prendada del Sr. Lupin que ya sabes, se ha ausentado para asistir a la plegaria del miércoles por la mañana, y por eso no tengo desayuno; realmente creo que debo despedir a Sam.
―¡De veras, padre! ¿Qué ha hecho?
―Nada en absoluto, he ahí el problema. Tuve que quitar los postigos yo mismo esta mañana, ¿y sabes por qué motivo? Tuvo la desfachatez de justificarse diciendo que hoy no había podido encargarse de los postigos, ni tampoco de barrer la tienda, porque a su tía le dolían las muelas.
―Una pobre excusa, padre ―dijo Johanna, mientras andaba ajetreada y dejaba listo el desayuno―; ¡una excusa de lo más pobre!
―¡Pobre de necesidad! Pero hoy vence su mes y debo librarme de él. Aunque supongo que tendré que vérmelas con tu madre, puesto que su tía pertenece a la congregación del Sr. Lupin; pero tan cierto como que estamos a 20 de agosto…
―Es 20 de agosto ―dijo Johanna, al tiempo que se hundía en una silla y rompía a llorar―. ¡Lo es, lo es! Pensé que podría contenerme, pero no puedo, padre, soy incapaz. Esa fue la razón de mi tardanza. Sabía que mamá había salido; era consciente de que mi obligación era estar abajo y atenderle, y yo solo podía orar implorándole al Cielo que me diera fuerzas porque hoy era 20 de agosto.
Johanna pronunció tales palabras de un modo incoherente, en medio de llantos, y cuando hubo terminado, inclinó su rostro sobre sus infantiles manos y lloró cual niña.
ESTÁS LEYENDO
Sweeney Todd o El Collar de Perlas (Avance)
Mistério / Suspense¿Existió realmente Sweeney Todd? ¿Cuál es el origen de la leyenda del barbero diabólico de la Calle Fleet? Ha llegado la hora de conocer una terrible verdad, de revelar un secreto que lleva ciento sesenta y ocho años oculto entre las sombras del tie...