Capítulo 23 : Hill Klemt

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- Tu, maldito desgraciado ¿cómo te atreves a volver a aparecer por aquí? – rugió exaltada la mujer reconocida como Miranda.

- Tengo mis razones y eso involucra a Amanda – respondió tranquilamente el sacerdote.

- ¡No te atrevas a tocar a mi hija si no te las veras conmigo! – amenazó la mujer.

- Descuida si se cumple con lo que pedimos no le haremos nada a tu hija, o talvez debería decir, Nuestra hija – contestó burlón mostrando una gran sonrisa.

El lugar se quedo en un silencio sepulcral después de las últimas palabras dichas por el castaño al frente el mismo que mantenía su macabra sonrisa, sus dos amigos en la parte de atrás estaban con los ojos abiertos cuales platos y tenían sus bocas de igual manera al escuchar tal revelación, la mujer estaba con una expresión en su rostro que daba a entender que estaba a punto de estallar en ira.

Debido a los gritos de hace unos segundos atrás, la pareja que estaba encadenada y amordazada también se despertaron sintiendo como si cargaran todo su propio peso sobre sus párpados, recordaron lo de anoche y se entristecieron de nuevo pero ya no podían llorar, sus ojos estaban tan irritados por el anterior llanto desconsolado que ya no podían si quiera soltar una pequeña lagrima; solo levantaron ligeramente sus cabezas para ver el nuevo conflicto que se daba en ese oscuro sótano que para ellos ya era considerado como el mismo infierno.

- Un momento ¿alguien podría explicarme que demonios pasa aquí? – vociferó confundido el castaño político exigiendo una respuesta.

- Descuida, ten paciencia se las contaré en un momento – contestó Hill manteniendo su calma.

- Mas le vale que sean buenas explicaciones, por que esto hizo explotar mi mente – dijo seriamente el hombre mas alto del lugar.

- Tranquilos todo a su tiempo, ahora tengo que hablar con alguien mas – mencionó y se acercó a la pareja esta vez.

La pareja de aproximadamente la misma edad que Hill solo observó acercarse al hombre mientras mantenían su mirada muerta y sin vida, ya no había nada mas horrible que le pudieran hacer a sus mentes.

- Vaya veo que despertaron ¿Qué tal les pareció el espectáculo de anoche? – pregunto burlándose de ellos.

El amargo y traumatizante recuerdo hizo que la mujer vuelva a derramar lagrimas cual lluvia en invierno, el hombre forcejeaba con las cadenas intentado inútilmente golpearlo mientras que derramaba unas lagrimas también.

- Veo que lo disfrutaron mucho – dijo estallando en escandalosas risas burlescas.

En cuanto logró recomponer su postura seria se acercó a la muy enfurecida pareja y le quitó sus mordazas permitiéndoles hablar.

- Maldito, ese era nuestro hijo y tu lo mataste como si no fuera nada – exclamó furioso el hombre al sentir su boca libre.

- Si lo sé Max, era su primer y único hijo – contestó el castaño.

- ¿Qué? – balbuceo la mujer en un tono débil casi inaudible.

- Así como lo oyes Pilar, yo se que ese era su único hijo biológico ya que la mayor es adoptada – dijo seriamente mientras miraba a la mujer.

- ¿Qué? ¿Como sabes de ella? – preguntó algo temeroso el hombre llamado Max.

- Pues digamos que yo fui quien dejo a Karla en el orfanato allá en California – contestó en tono burlón.

- ¿¡Qué!? – gritó al unísono la pareja muy sorprendida.

- Así es señores yo soy el padre de biológico de Karla, ella es mi primera hija y Amanda es la segunda – afirmó seriamente el sacerdote.

Por segunda vez la fria y oscura habitación quedó en el silencio absoluto, fueron dos golpes muy duros de disolver, era mucha información que procesar hasta para los otros dos amigos del sacerdote quien aun tenia su mirada seria pero generando un sonrisa de burla al ver las expresiones de confusión, ira, tristeza, conmoción y otras expresiones más juntas en los rostros de las 3 personas encadenadas.

- ¿Ahora si nos vas a explicar? – pregunto irritado el presidente mientras se frotaba las cienes con sus dedos.

- Si ahora sí, tomen asiento que esto será algo largo, pero antes – afirmó Hill  para luego acercarse a la trio prisionero.

El sacerdote se detuvo en frente de sus prisioneros y les colocó nuevamente sus mordazas a cada uno de los 3, teniendo dificultades con Max pero lográndolo igualmente, después volvió a donde sus compañeros yacían sentados frente al escritorio.

- Bueno comencemos caballeros -  dijo sentándose en una silla a la par de sus amigos.

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