«Renunciar a ser niños, renunciar a ser príncipes, y afrontar ser reyes a los veinte años no era fácil; y mucho menos si aún no resolvían sus problemas amorosos, ni protegían al mundo con sus poderes . . . La última y definitiva batalla se acercaba...
En realidad todos se sorprendieron (asustaron) cuando Chan les comenzó a hablar a través de su mente.
"La falta de costumbre" pensaron todos.
Sin embargo, lo bueno era que el mensaje había sido captado por los siete a la perfección.
Iba a ser algo divertido su primer trabajo en equipo.
En cuanto todos llegaron a la oficina del reino Han, siendo guiados por el secretario real, el cual mantenía una sonrisa cordial encantadora, decidieron ponerse cómodos en el lugar, mientras miraban el lugar con curiosidad.
— Majestades, me apena decir que tardaré en traer al rey Han, puesto que a diferencia de otros palacios, éste no tiene muchas divisiones y nos encontramos en el edificio más grande de los que existen, y en realidad no sé dónde se encuentra el rey ahora mismo, ya que hace un par de horas terminó con gran parte de su trabajo y le gusta pasear por el lugar para descansar, por lo que-
— ¡Sí! Le encanta caminar. — interrumpió de repente Minho sonriente.
El secretario asintió con una pequeña sonrisa de labios.
— Así es, alteza. Por esa razón temo que tendrán que esperar-
— No te preocupes, yo puedo ir por él. — manifestó Lee con tranquilidad. Todos lo miraron, para nada sorprendidos por su comportamiento.
— Normalmente suele ser así. — murmuró Jeongin, quien estaba sentado en unos de los sillones junto con Yeji.
— No se preocupe, secretario real de Han. — habló Minho, acercándose a él.
— Soy el secretario YoungHyun, majestad. — dijo amablemente el mayor y Lee volvió a sonreír mientras asentía.
— De acuerdo, yo me encargo, secretario YoungHyun. — avisó de buen humor, siendo seguido por la mirada de todos en el lugar.
Las únicas mujeres en aquella oficina no entendían su comportamiento, pero sus amigos sabían a la perfección que eso significaba el reencuentro de dos amantes.
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Jisung volvió a reír, recordando una vez más una de las tantas anécdotas que había vivido con Ryujin en esos últimos meses.
Jamás pensó en encontrar a una persona que le cambiaría las forma de ver la vida. Si Ryujin decía que estarían bien, Han era capaz de poner su vida en ello, porque confiaba demasiado en la menor.
— Si no fuera por tus padres, estoy segura de que mi padre ya me hubiera matado. — admitió la peli rosa sonriente. — Pero a pesar de eso, a pesar de que tus padres sean unas increíbles personas, pese a eso . . . yo no estoy de acuerdo con lo que te están obligando a hacer.
— Ryujin . . . ya hemos hablado de eso . . .
— Por supuesto que hemos hablado de eso, y es porque yo no he dejado de insistir para que me escuches. — habló molesta. — Eres idiota, ¿no es así? Es a la única conclusión que he llegado. Tienes unos padres aparentemente comprensivos, y aún así no le sacas provecho.
