1. Silueta

94K 4.6K 5.4K
                                    

Izzy

El día en el que el dolor punzante atravesó todo mi rostro, mamá se excusó diciendo que lo hacía por mi bien y que debía obedecer sin opción a reclamo porque que más adelante comprendería su amor y preocupación de madre.

No supe el real motivo de ese golpe sorpresivo, no quiso decirme; solo cerró la puerta de mi dormitorio, no sin antes ordenarme que comenzara a empacar mis maletas porque partiríamos ese mismo día en la noche.

Una semana después de aquella noticia acompañada de aquel fuerte e inesperado golpe, me encuentro en Rosewood, una ciudad que se encuentra a varios kilómetros, alejada de mi antigua vivienda y de mi mejor amiga.

Parece que mis padres tomaron en cuenta cualquier mínimo detalle por si intentaba, en algún punto, comunicarme con Natalia.

Estaban empecinados a que todo lazo con ella quedara roto y lastimosamente lo estaban logrando.

No solo nos encontramos a una distancia de catorce horas alejadas, también me encuentro en un pueblo en el que todos se conoce entre sí y los chismes vuelan por todos lados. Si intento escaparme, o hacer el intento, ellos lo sabrían y traería graves consecuencias para mí.

Sumado a todo eso, también es un pueblo muy creyente y con tradiciones un poco peculiares; por lo que he escuchado cuando acompañé a mamá al mercado hace unos días, esta noche se celebraría el solsticio de invierno en la playa. Una noche en la que todos los jóvenes y adolescentes se lanzan al mar a media noche y amanecen despiertos viendo el primer amanecer invernal del año.

Mamá dijo que era una fiesta pagana y que rezaría por sus almas cuando una joven se acercó a invitarme a esa celebración peculiar.

—Le pediré a tu padre que ore por esas almas en perdición —comenta mamá de una forma natural mientras pica una zanahoria—. Y que también ore por este pueblo, si sigue con tanto libertinaje terminará como Sodoma y Gomorra.

Solo callo mientras la ayudo a preparar la cena, porque si hablo, comentaré algo que a ella definitivamente no le gustará, dándole cuerda para que empiece una larga charla sobre lo que Dios quiere para nosotros y como es que los mismos humanos nos alejamos del camino correcto solo por placer.

Ya he tenido esa plática antes y por lo sucedido en esas veces, mejor decido contener mi lengua y callar por prudencia.

—Supongo que en el culto de hoy si estarás presente —comenta mamá dirigiéndome una mirada seria y autoritaria. Cambia de tema pero su serio rostro sigue intacto—. Como hija del pastor debes estar ahí, en primera fila.

Mamá sigue preparando la ensalada, muy concentrada en ella y a la misma vez, expectante a mi respuesta.

—Mañana tengo que ir a la escuela. Tengo que ver algunos temas antes de que comiencen las vacaciones de invierno.

—Si es por eso, está bien —Mamá me ordena a traer los platos y los acomodo en la mesa—. Aunque deberías sacar tiempo para ir a la casa de Dios. Como tu hermano, a pesar de ir a la universidad, el va a todos los cultos. Sin falta alguna.

—Trataré.

Respondo rígidamente y vuelvo a mi labor.

Papás decidieron que una mudanza cerca a fiestas navideñas y con las vacaciones de invierno a la vuelta de la esquina era muy prudente. Pero no tuvieron en cuenta que ese repentino cambio me orillaba a pasar horas sentadas poniéndome al corriente con los temas que se han tratado en clase hasta ahora.

Solsticio de invierno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora