10. Caminando a través de la niebla

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Ava

Los siguientes días se volvieron sombríos, solitarios y se sintieron más fríos; la escuela seguía ignorándome como siempre y eso no me afectaba en lo absoluto, pero había una sola persona que al pasar por alto mi presencia causaba una incomodidad pesada en mi pecho.

Izzy.

Desde hace días lucía apagada, más delgada y pálida, el brillo de sus ojos habían desminuido hasta el punto de desaparecer por completo y las ojeras estaban más pronunciadas en su piel. Desde hace días llega con un chico, él es el responsable de llevarla y recogerla del colegio así que cualquier oportunidad de hablar con ella ha quedado anulada por completo.

Las marcas de su muñeca vienen a mi mente cuando la veo partir con él por décima vez, y me pregunto si las marcas siguen ahí o han desaparecido. Si él ha sido capaz de darse cuenta que ella necesita ayuda o ignora su suplicio como todos los que la rodean.

—No aguanto más, iré a hablar con ella.

—¿Estás loca? —Archie me toma de la muñeca y me hace retroceder hasta estar a su misma altura—. No podemos irrumpir en su casa.

—Ahora toda su familia está en la iglesia —El cigarrillo en mi mano tiembla debido a los nervios que todo este panorama me ocasiona. Pensé que el cigarro ayudaría a calmarme pero en su lugar siento estar al punto del colapso—. Vamos y venimos rápido, nadie notará nuestra presencia por ahí.

Archie me quita el cigarro a la fuerza y lo pisa frente a mis ojos causándome un dolor interno espinoso.

—Tú misma me has dicho que la ves extraña y cambiada, si sus padres tienen que ver en eso, ¿no crees que la hayan dejado con alguien en casa? —Archie se sienta a mi lado y apoya su cabeza contra mi hombro izquierdo mirándome fijamente—. Sabes que haría cualquier cosa por ti pero no estoy dispuesto a terminar en la cárcel por allanamiento.

—¿Tienes otra idea señor sabelotodo?

—No —bufa exasperado.

Se dirige hacia la cómoda para tomar una lata de cerveza, está de espaldas a mí y sé que es mi momento. Trato de no hacer ruido para que no note mis intenciones y corro hacia él, trepándome a sus espalda como si fuese un mono.

Él ríe mientras me toma de las muñecas y niega moviendo la cabeza. Sabe que por más que lo intente no puede resistirse a mis encantos.

—Somos menores de edad, Ava, muy pequeños para ir a la cárcel.

—Somos menores de edad y estamos aquí, bebiendo cerveza y fumando, Archie —espeto con obviedad.

—Sí, pero no es lo mismo...

—Archie, solo sostendrás una escalera, no robarás un banco.

—Solo para no verte pegada a mí como una garrapata.

—Quieras o no admitirlo, amas a esta garrapata. Ahora agachate un poco que no alcanzo el suelo.

No logramos encontrar una escalera, solo hallamos una soga que cortamos de unos columpios en el parque, el primer paso del plan no salió como lo planeamos porque perdimos varios minutos con los columpios.

Decir que estoy confiada sería mentira.

Yo apesto a nervios.

Cuando llegamos a casa de Izzy, notamos que una habitación del segundo piso tiene una luz tenue prendida, tal vez esa es su habitación.

—¿Y si no es la habitación de tu damicela? —pregunta Archie con tono de burla—. Ava, sería muy grotesco encontrar a tus suegros...

—Qué asco, Archie —Le doy un codazo fuerte y él se queja—. Espero te equivoques.

Solsticio de invierno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora