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Santa mierda.
Me está mirando, ¿Qué hago?
Vamos Orlando, actúa normal. No lo arruinarás, no lo arruinarás, no lo...
—Hola.
Ya la cagaste. Menos mal que sonrió.
Esperen, está sonriéndome discretamente. Esto es la gloria.
—Johnny hijo, ven siéntate—la señora Langerlee me hizo un hueco en el sofá—. Cariño, ¿Puedes ayudarme a traer las cosas?
—Seguro amor.
Los padres Langerlee se fueron y solo quedó ella entre muchos Orlando. Esto es un poco incómodo para ella, seguramente. En cambio yo, yo nunca me he sentido así de cómodo y tranquilo desde hacía tres años. Su sola presencia causaba ese efecto en mí.
Después de un rato hablando de temas triviales, los padres de Julie vinieron con bandejas de comida y tazas de café. Ella se veía más relajada ahora con sus padres al lado.
Quisiera que se relaje conmigo.
Jonás Orlando, no seas atrevido.
Me reí de mis propios pensamientos. Y parecía ser que ella también estaba teniendo una conversación con sí misma porque largó una risita discreta como la mía. Haciendo que el hoyuelo en la parte baja izquierda de su cara se resalte y se vea bellísima.
Ya basta Johnny, no seas acosador. No seas como Ares Hidalgo.
Parece ser que los años de universidad le habían sentado bien. Su cara y cuerpo habían madurado de una gran forma, pero sus facciones seguían teniendo ese toque pequeño infantil, lo que la hacía completamente adorable pero a la vez sensual.
Si sigo así voy a tener que ir al baño.
Sacudí mi cabeza, lavando cualquier tipo de pensamiento indecente y cuando quise acordar, ya era de noche y Julie fue a ducharse.
Íbamos a ir a cenar.
No te ilusiones Orlando, van con amigos y ni siquiera sabía que ibas a ir. Auch.
Más tarde, llegaron los chicos y esperamos a que baje.
—Hola enana, ¿Lista para irnos?—dijo Joey abrazándola por los hombros.
