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Aidan es un gran chico. O al menos eso parece.

Me estaba contando sobre su experiencia en Grecia cuando el alcohol empezó a jugarme una mala pasada. Me giraba la cabeza y el calor que sentí adentro en mi casa mientras bailaba se multiplicó por mil. Qué extraño.

—¿Estás bien?—preguntó preocupado.

—¿Qué me diste cuando trajiste más bebidas?

—¿Yo? Tan sólo era cerveza.

—Me siento mal, muy mal—ahora no podía evitar tambalearme.

—Ven, te llevaré a tu cuarto.

Entramos y nos dirigimos a las escaleras, Aidan tenía una de sus manos en mi cintura, y con la otra se aseguraba de mis hombros. Al subir los escalones se quedó un paso atrás mío y posó sus dos manos en mi cintura fuertemente para que no me caiga. Creo.

Llegué a los tropezones y Aidan se encargó de sacarme los zapatos y acostarme en la cama.
Después se sentó a un lado mío y me acarició el cabello.

—Eres tan bella.

Un dolor agudo se hizo presente a los costados de mi cabeza y me senté sobre la cama quejándome en voz alta.

—Vuelvo a repetir, ¿Qué es lo que me diste Aidan?

—Vuelvo a responder, tan sólo un calmante. Se te veía bastante alterada ahí afuera—había algo en su mirada que no me convencía, la chispa que antes me transmitía confianza ahora me transmite peligro y malicia.

Su mano, antes posada en mi muslo inocentemente, ahora empezó a subir de una forma para nada amistosa. Intenté sacársela pero no hubo caso. Comencé a pensar que había sido una mala idea que haya subido aquí sola con Aidan estando tan débil e indefensa.

De la nada paró y agradecí a Dios. Pero de pronto los agradecimientos se convirtieron en maldiciones al ver que sólo se puso de pie y caminó hacia afuera para ponerle el pestillo a la puerta.

Mierda mierda mierda.

No puedo mover un sólo músculo debido al miedo y a la extraña bebida que me hizo tomar.

Por eso no pude detenerlo cuando su mano se coló dentro de mi vestido. Pero agradecí a la adrenalina por hacerme reaccionar de un momento a otro cuando sus dedos tocaron mi feminidad.

Logré apartarlo y salir corriendo al jardín.

Terminé acorralada en una pared oscura debido a que todas las luces del patio eran tan sólo unas de colores que alumbraban la piscina y nadie podía ver enserio lo que se hacía.

—Gritas y te mato, ¿Entendiste zorra?—dijo desabrochándose el cinturón y comenzando a tocarme. Asentí con lágrimas cayendo por mis mejillas, empapándolas.

Se sentía horrible. Nunca había sentido un miedo tan semejante a este. Sus manos en mi cuerpo me hacían sentir sucia y culpable de todo. Sus gemidos de placer me daban ganas de vomitar.
Afortunadamente todavía no me penetraba, pero me obligó a masturbarlo amenazándome por si gritaba o algo parecido.

Cada segundo y minuto que pasaba, yo tenía más ganas de matarme a mí misma y de matarlo a él. Me tiró al suelo y justo  sentimos un grito de rabia pura y tan sólo pide visualizar cómo mi atacante salía volando.

También pude escuchar el espantoso sonido de uno de sus brazos quebrarse.

Un joven alto y de contextura musculosa se puso arriba de él a golpearlo con la rabia a flor de piel.

Hasta yo podía sentir el increíble enojo de Johnny correr por mis venas.
Aidan intentó largar algunos puñetazos pero todos fueron interrumpidos por la rapidez y fuerza de Johnny.
Estaba muy cerca de matarlo a este punto, su nariz y su boca sangraban a chorros, su rostro se había inchado notablemente, rasguños hacían en su cuello y mejillas por parte mía cuando intenté sacármelo de encima.

Le quería pedir a Johnny que pare pero cada vez que intentaba hablar, un puñetazo nuevo venía y me dejaba sin habla y temblando.

Hasta que reaccioné al ver al chico cerrar poco a poco los ojos, quedando así inconsciente.

—Johhny basta—dije acercándome, pero no hubo respuesta—. Por favor. ¡Johnny déjalo, lo matarás!—grité lo último con miedo y tirando de su brazo para que saliera de encima de él y no lo golpeara más.

La respiración de Johnny era demasiado irregular y sus ojos emanaban furia. Se veía realmente intimidante.

Trató de zafarse.

—¡Déjame Julie! Déjame matarlo!—diría que Johnn no es ni nunca fue un chico violento. Pero nuncao había visto así, de esta manera, así de alterado. Daba miedo con sólo mirarle los ojos, estaba descontrolado.

—Johnny mírame, ¿Ok? Todo va a estar bien, él no me va a cuidar si no tú y yo te tengo que cuidar a tí ahora.

Lo último que recuerdo de esa noche es que después de tranquilizarlo todo se volvió negro.

/&/

Desperté confundida al ver que no era mi habitación, y que tampoco llevaba puesto el vestido, si no que sólo una camiseta inmensa de hombre y mis bragas.

Me entró el pánico al ver los pantalones de un hombre en el suelo.

Esperen, esta remera es de Johnny, y los pantalones junto con la habitación en sí también lo eran. Mierda y santísima mierda.

Me levanté furiosa y fuí zancadas hacia la cocina esperando encontrarme con algún Orlando, pero el único Orlando que había era Johnny.

—Eres un idiota.

Se volvió con el rostro confundido y oh dios está sin camiseta.

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Ya sé que tarde pero lo prometido es deuda. En el siguiente capítulo se narra una gran pelea entre Johnny y Julie.

Lxs amo.

Always; JODonde viven las historias. Descúbrelo ahora